domingo, 22 de febrero de 2009

Me he preguntado si un tema como el que sigue puede ser insertado en este blog, y he llegado a responderme que sí, puesto que el tema del aborto y otros muchos son presentados en un escenario montado bajo la tutela de los "Derechos Humanos", pero enfocados desde un sólo ángulo. Es bueno entonces leer la opinión de un pensador que pone la cuestión en el ángulo preciso.

Levinas y los Derechos humanos.

La voz del no nacido, inocente entre los inocentes, clama por sus derechos no reconocidos

Emmanuel Lévinas es uno de los filósofos más inquietantes, hondos y creativos de nuestra época. La importancia de su obra no ha hecho más que crecer, de modo que se le considera como el principal responsable de ese giro antropológico y ético operado en el pensamiento contemporáneo, aunque no sea sistemático en sus estudios.

Respecto a los Derechos Humanos brinda una ‘alternativa’ propia frente a muchas actuales lecturas de los mismos. Lévinas desplaza del yo individual y autónomo moderno hasta ‘el otro hombre’ el fundamento de dichos derechos. De este modo posibilita una reflexión crítica singular.

Cuando Lévinas plantea la universalidad de los Derechos Humanos da la vuelta a la cuestión para mostrarnos la cara oculta y olvidada de la misma. Piensa la universalidad como una inextinguible exigencia y respeto que dimana del prójimo. Estos Derechos del otro hombre se despiertan a partir de la ‘diferencia’, no de la indiferencia de los individuos.

El ‘otro hombre’ demanda imperiosamente su dignidad porque no es absolutamente igual a nosotros, porque entre él y nosotros se alza siempre un abismo insondable, una distancia que nunca lograremos borrar. Esta distancia es eco, huella de algo infinito, que se hace audible en una exigencia de responsabilidad inextinguible por el otro hombre. Aquí radica, finalmente, según Lévinas, la pretensión más originaria de los Derechos Humanos.

La universalidad sigue a la unicidad, a la diferencia, más que a la unidad. Se abre a sí un horizontre muy amplio pues se abre a la singularidad a través de la responsabilidad. El otro no es un objeto al que podemos reducir, manejar. No es un elemento más que quepa ordenar de una manera u otra a nuestros fines. El otro clama por el reconocimiento de su diferencia. Sólo después del clamor primero, cuando ha sido escuchado, aparece la posibilidad de los Derechos Humanos. La fundamentación de los movimientos de Derechos Humanos está mucho más sólidamente pensada, es más es extra-territorial.

Esta perspectiva lleva los Derechos Humanos a una perspectiva moral personalista. Si además se añade un ‘tercero’ se advierte mejor el nivel jurídico de los Derechos Humanos más alejado de los positivismos jurídicos o de los abusos de gobernantes o legisladores que se centran en el individualismo relativista.

Es evidente que este planteamiento eleva a una nueva sensibilidad, a estar atento a la voz del ‘otro’ que exige respeto, igual que ‘yo’ exijo este tratamiento. La acogida del ‘otro’ necesita una escucha atenta de su voz, la conmoción original y profunda del sujeto humano.

Se puede decir que este planteamiento está incluido en los planteamientos de los personalismos metafísicos y es verdad, pero no deja de ser una nueva perspectiva que no conviene dejar de lado. Si se aplica este principio al aborto y a la libertad de escoger de la madre es clara la aportación de la voz del no nacido, inocente entre los inocentes, clamando por sus derechos no reconocidos.

Sirva este artículo como un apoyo más a la sabia disertación del Cardenal Bertone hace unos días con otros fundamentos, pero con la misma conclusión: Los Derechos Humanos tienen una validez universal por encima de los gobiernos y de los legisladores. Si no se respetan los Derechos Humanos se incurre en una alienación con ropaje democrático, o no, que acaba vaciando de contenido la misma democracia. (Fuente: Forum Libertas)

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