martes, 1 de diciembre de 2015

Intenciones del santo padre para el mes de diciembre:
Intención Universal: Para que todos experimentemos la misericordia de Dios, que no se cansa jamás de personar.
Intención por la Evangelización: Para que las familias, de modo particular las que sufren, encuentren en el nacimiento de Jesús un signo de segura esperanza.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Los católicos, ¿adoran a María?


La lectura de este texto te dará algunas pautas para responder acertadamente, cuando oigas decir que los católicos adoramos a María. 

Antes de acusar a los católicos de "adorar a María", es conveniente tomarse  un tiempo para evaluar estos hechos, algunos tienen una manera de tapar los agujeros en la teoría de que ponemos demasiado énfasis en María. Así que si aun después quieres acusarnos de adorar a María, te sugiero que ignores estos hechos.

1.- Dios envió al Salvador a través de María.

Señalo esto de primero porque es muy difícil minimizar la importancia de María, al mismo tiempo que se reconoce que el Mesías, al que por tanto tiempo esperamos, vino a la tierra para nacer a través de una mujer… y esa mujer fue María. De todas las formas en las que Jesús pudo haber llegado a la tierra, ¿por qué eligió a María? Entonces, si María fue muy importante para Dios, ¿no debería ella significar algo para nosotros?.

2.- Jesús realizó su primer milagro a petición de María.

Esta es otra buena razón. Oh lo sé, Jesús no necesitaba a María para convertir el agua en vino en Caná. Ella casualmente estaba allí. Bien, ¿por qué entonces San Juan cuando hizo la lista de los invitados a su boda puso a María de Primera?

"Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí; También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos" (Juan 2,1-2)

Si María no es importante en este capítulo, ¿por qué está en la lista ANTES que los Apóstoles y ANTES que Jesús? San Juan Evangelista no es conocido por insertar detalles extraños. María estaba primero porque Juan quería destacar su presencia en la boda.

Pero ¿Qué hay de "el reproche"? Sabes, ese argumento que dice que Jesús le estaba diciendo a María que no se entrometiera cuando le dijo:

"Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". (Juan 2,4)

Primero, déjame decirte que Jesús era un judío devoto y un seguidor obediente de los diez mandamientos. ¿Por qué Él deshonraría públicamente a su madre en violación al cuarto mandamiento? En segundo lugar, si se trataba de un "déjalo" de Jesús, ¿por qué siguió adelante y realizó el milagro de convertir agua en vino? Este no hubiera sido el final de esa solicitud. Por supuesto que no lo haría, a menos que Él no estuviera ignorando a María.

Cuando su madre intercedió en nombre de la pareja, Nuestro Señor decidió que su tiempo había llegado. ¿No crees que Jesús esté tratando de decirnos algo?, ¿No crees que sea probable de que Jesús esperara hasta el momento de la petición de María, con el fin de mostrarnos su poder de intercesión?, ¿No explica eso porque San Juan la mencionó primero en la lista de invitados?

3.- Jesús le entregó a María a Juan en la cruz.

En el momento en que Jesús sufrió y murió en la cruz, Jesús hizo una declaración muy profunda:

"Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa". (Juan 19,27-28)

¿Por qué mientras luchaba para hablar en la cruz, Jesús habría dicho esas palabras si no significaban nada?, ¿Pudo haber tenido Él sólo una simple charla? Obviamente había una razón para que nuestro Señor hiciera lo que hizo.

La Iglesia siempre ha creído que Juan representa cada miembro de la Iglesia, y que desde ese momento en adelante, María se convirtió en una Madre espiritual. Las Escrituras nos dicen que ese día Juan acepto el regalo de Jesús "y la llevó a su casa" (Juan 19,27). ¿No deberíamos hacer lo mismo?

4.- Las primeras gracias de Jesús fueron dados a través de María.

Este es un hecho que con frecuencia es pasado por alto por aquellos que desean minimizar la importancia de María y viene directamente de la Biblia.

Después de aceptar el ofrecimiento de Dios de ser la Madre del Salvador, María viajó "con prontitud" a visitar a su pariente Isabel.

"Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo". (Lucas 1,41)

De acuerdo con este pasaje de la Biblia, incluso antes del nacimiento de Jesús, se utilizó la voz de María para entregar las gracias a Isabel. ¿Por qué?, ¿Porque ella no es importante?, ¿No hay otra forma en que esas gracias se podrían haber repartido? ¿No te convence esto? Escucha lo que Isabel dijo (también directamente desde la Biblia):

"Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas" (Lucas 1,44)

Es muy difícil negar la importancia de la presencia y la voz de María, en la dispensación de estas gracias a Isabel. ¿Las gracias se originaron de María? No, obviamente vinieron de Jesús. Sin embargo, Él eligió tener a María y usar su voz para entregarlas. ¿Por qué? Porque Él quiere que nos demos cuenta de que ella es importante.

5.- Jesucristo es el mediador único entre Dios y el hombre.

Ahora, ¡esto no tiene sentido!. ¿Cómo ayuda esto en apoyar la posición católica? Es por esto que nosotros los católicos "tenemos todo esto equivocado", ¿no es así? Lo siento si estoy reventando las burbujas de alguien, pero los católicos creemos absolutamente que Jesús es el único mediador entre Dios y el hombre. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) así lo establece claramente:

"La intercesión es una oración de petición que nos lleva a orar como lo hizo Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en nombre de todos los hombres, especialmente los pecadores". (CIC 2634)

Esta enseñanza católica es apoyada por los siguientes pasajes Bíblicos:

"Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombre, Cristo Jesús hombre; Que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos". (1 Timoteo 2,5-6)

Aunque Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, no evita que otros (incluyendo a María) puedan estar involucrados en una mediación subordinada o intercesión. San Pablo, quien hizo la declaración anterior, obviamente es consiente ese hecho, ya que él varias veces insta a sus lectores a orar los unos por otros (Romanos 1:9, 1 Tesalonicenses 5,25, 1 Timoteo 2,1).

El Catecismo se refiere a este tipo de intercesión como una "participación en la intercesión de Cristo" (CIC 2635) y se pone en práctica cada vez que oramos los unos por otros. Pedir a María que interceda por nosotros de ninguna manera quita el papel de Jesús como mediador de Dios y los hombres.

Conclusión

Aunque no soy tan ingenuo como para pensar que la inclusión de estos cinco hechos hará que me inmune a nuevas acusaciones de "adorar a María", creo que tendrán efecto si se miran con una mente abierta.

La Sagrada Escritura, no contiene una gran cantidad de palabras sobre María, pero lo que está ahí tiene un gran alcance. Los teólogos han pasado 2000 mil años estudiando sus apariciones bíblicas y continuarán haciéndolo. Podemos aprender mucho al estudiar el papel de María como se documenta en las páginas de la Biblia. Si alguien quiere acusarme de ser un "adorador de María", le pido primero que mire estos cinco hechos. Si aún desea señalar con el dedo, tendrá que ignorar estas afirmaciones de hechos… porque aceptarlas socavará seriamente la credibilidad de los acusadores

(Fuente: píldoras de fe.net)

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ayudas para el camino hacia la santidad


7 hábitos diarios para quienes quieren ser santos:

Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.”

El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: “reza siempre y sin desfallecer” (Lc. 18,1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

3 puntos importantes para prepararnos a cumplir los hábitos: Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos

1. Recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo.

Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.

2. Al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida – más importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él.

Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.

3. Quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a El primero.

Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.

Los 7 hábitos para quienes quieren ser santos

Primer Hábito: Ofrecimiento del día por la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. “Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza.” Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada. ¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (San Josemaría- Camino, 191)

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el “minuto heroico” en la mañana y a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que este haciendo para cumplir los otros hábitos.

Segundo Hábito: Quince minutos de oración en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón.

Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho “Sin Mí, nada pueden hacer.”

Tercer Hábito: Quince minutos de lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual.

En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.

Cuarto Hábito: Participar en la Santa Misa y Recibir la Santa Comunión en estado de gracia

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día.

Este es el acto más íntimo, posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America “La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega” (n°35).

Quinto Hábito: Rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli

El quinto hábito es rezar cada día el Angelus o Regina Coeli, invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.

Sexto Hábito: El rezo del Santo Rosario cada día

El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

Séptimo Hábito: Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área, la cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contrición por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.

Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día.

Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más, gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?

¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor “para servir y no para ser servido.” Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos.

Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

(Fuente: Aleteia.org)

martes, 1 de septiembre de 2015

Intenciones del santo padre para el mes de setiembre

Intención Universal: Para que crezcan las oportunidades de formación y de trabajo para todos los jóvenes.
Intención por la Evangelización: Para que la vida toda de los catequistas sea un testimonio coherente de la fe que anuncian.

sábado, 8 de agosto de 2015

Intenciones del santo padre para el mes de agosto

Intención Universal: Para que quienes colaboran en el campo del voluntariado se entreguen con generosidad al servicio de los necesitados.
Intención por la Evangelización: Para que, saliendo de nosotros mismos, sepamos hacernos prójimos de quienes se encuentran en las periferias de las relaciones humanas y sociales.

sábado, 1 de agosto de 2015

Intenciones del Santo Padre para el mes de agosto

Intención Universal: Para que quienes colaboran en el campo del voluntariado se entreguen con generosidad al servicio de los necesitados.
Intención para la Evangelización: Para que, saliendo de nosotros mismos,, sepamos hacernos prójimos de quienes se encuentran en las periferias de las relaciones humanas y sociales.

miércoles, 1 de julio de 2015

Intenciones del Santo Padre para el mes de julio

Intención Universal:  Para que la responsabilidad política sea vivida a todos los niveles como una forma elevada de caridad.
Intención para la Evangelización: Para que, ante las desigualdades sociales, los cristianos de América Latina, den testimonio de amor a los pobres y contribuyan a una sociedad más fraterna

martes, 16 de junio de 2015

El texto que sigue a continuación corresponde a una de las catequesis del Papa emérito Benedicto XVI. Su contenido expresa con claridad el significado y la importancia de la Liturgia en nuestra vida cristiana, y cómo a través de ella se va impregnando nuestra personalidad para ser verdaderos misioneros en los ambientes en que nos toca actuar.

¿Qué es la liturgia? - Si abrimos el Catecismo de la Iglesia Católica—subsidio siempre valioso, diría e indispensable— leemos que originariamente la palabra «liturgia» significa «servicio de parte de y en favor del pueblo» (n. 1069). Si la teología cristiana tomó este vocablo del mundo griego, lo hizo obviamente pensando en el nuevo pueblo de Dios nacido de Cristo que abrió sus brazos en la Cruz para unir a los hombres en la paz del único Dios. «Servicio en favor del pueblo», un pueblo que no existe por sí mismo, sino que se formó gracias al misterio pascual de Jesucristo. De hecho, el pueblo de Dios no existe por vínculos de sangre, de territorio, de nación, sino que nace siempre de la obra del Hijo de Dios y de la comunión con el Padre que él nos obtiene.
El Catecismo indica además que «en la tradición cristiana (la palabra “liturgia”) quiere significar que el pueblo de Dios toma parte en la obra de Dios» (n. 1069), porque el pueblo de Dios como tal existe sólo por obra de Dios.
Esto nos lo ha recordado el desarrollo mismo del concilio Vaticano II, que inició sus trabajos, hace cincuenta años, con la discusión del esquema sobre la sagrada liturgia, aprobado luego solemnemente el 4 de diciembre de 1963, el primer texto aprobado por el concilio. El hecho de que el documento sobre la liturgia fuera el primer resultado de la asamblea conciliar, tal vez fue considerado por algunos una casualidad. Entre tantos proyectos, el texto sobre la sagrada liturgia pareció ser el menos controvertido, y, precisamente por esto, capaz de constituir como una especie de ejercicio para comprender la metodología del trabajo conciliar. Pero sin ninguna duda, lo que a primera vista puede parecer una casualidad, se demostró la elección más justa, incluso a partir de la jerarquía de los temas y de las tareas más importantes de la Iglesia. En efecto, comenzando con el tema de la «liturgia», el Concilio destacó muy claramente el primado de Dios, su prioridad absoluta. Dios primero de todo: precisamente esto nos dice la elección conciliar de partir de la liturgia. Donde la mirada sobre Dios no es determinante, todo lo demás pierde su orientación. El criterio fundamental para la liturgia es su orientación a Dios, para poder así participar en su misma obra.

Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿cuál es esta obra de Dios a la que estamos llamados a participar? La respuesta que nos ofrece la constitución conciliar sobre la sagrada liturgia es aparentemente doble. En el número 5 nos indica, en efecto, que la obra de Dios son sus acciones históricas que nos traen la salvación, culminante en la muerte y resurrección de Jesucristo; pero en el número 7 la misma constitución define precisamente la celebración de la liturgia como «obra de Cristo». En realidad estos dos significados están inseparablemente relacionados. Si nos preguntamos quién salva al mundo y al hombre, la única respuesta es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado. Y, ¿dónde se hace actual para nosotros, para mí, hoy, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta es: en la acción de Cristo a través de la Iglesia, en la liturgia, en especial en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, que nos redimió; en el sacramento de la Reconciliación, donde se pasa de la muerte del pecado a la vida nueva; y en los demás actos sacramentales que nos santifican (cf. Presbyterorum ordinis, 5). Así, el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo es el centro de la teología litúrgica del Concilio.

Demos otro paso hacia adelante y preguntémonos: ¿de qué modo se hace posible esta actualización del misterio pascual de Cristo? El beato Papa Juan Pablo II, a los 25 años de la constitución Sacrosantum Conciliumescribió: «Para actualizar su misterio pascual, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas. La liturgia es, por consiguiente, el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien él envió, Jesucristo (cf. Jn 17, 3)» (Vicesimus quintus annus  n. 7). En la misma línea leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica «Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y de palabras» (n. 1153). Por tanto, la primera exigencia para una buena celebración litúrgica es que sea oración, coloquio con Dios, ante todo escucha y, por tanto, respuesta. San Benito, en su «Regla», hablando de la oración de los Salmos, indica a los monjes: mens concordet voci, «que la mente concuerde con la voz». El santo enseña que en la oración de los Salmos las palabras deben preceder a nuestra mente. Habitualmente no sucede así, antes debemos pensar, y, luego, aquello que hemos pensado se convierte en palabra. Aquí, en cambio, en la liturgia, es al revés, la palabra precede. Dios nos dio la palabra, y la sagrada liturgia nos ofrece las palabras; nosotros debemos entrar dentro de las palabras, en su significado, acogerlas en nosotros, ponernos en sintonía con estas palabras; así nos convertimos en hijos de Dios, semejantes a Dios. Como recuerda la Sacrosantum Concilium, para asegurar la plena eficacia de la celebración «es necesario que los fieles accedan a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma de acuerdo con su voz y cooperen con la gracia divina para no recibirla en vano» (n. 11). Elemento fundamental, primario, del diálogo con Dios en la liturgia, es la concordancia entre lo que decimos con los labios y lo que llevamos en el corazón. Entrando en las palabras de la gran historia de la oración, nosotros mismos somos conformados al espíritu de estas palabras y llegamos a ser capaces de hablar con Dios.

En esta línea, quiero sólo hacer referencia a uno de los momentos que, durante la liturgia misma, nos llama y nos ayuda a encontrar esa concordancia, ese conformarnos a lo que escuchamos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. Me refiero a la invitación que formula el celebrante antes de la plegaria eucarística: «Sursum corda», elevemos nuestro corazón fuera del enredo de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, el interior de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental.
Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón está como apartado de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y se eleva interiormente hacia lo alto, hacia la verdad, hacia el amor, hacia Dios. Come recuerda el Catecismo de la Iglesia católica: «La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar» (n. 2655): altare Dei est cor nostrum.

Queridos amigos, sólo celebramos y vivimos bien la liturgia si permanecemos en actitud orante, no si queremos «hacer algo», hacernos ver o actuar, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al misterio de Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a rezar, afirma san Pablo (cf. Rm 8, 26). Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de las sagrada liturgia y en la misma celebración eucarística. Pidamos al Señor ser cada día más conscientes del hecho de que la liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo y de nosotros, totalmente dirigida al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre (cf.Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2564). Gracias.

(Fuente: conoceréis deverdad.org)

jueves, 11 de junio de 2015

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


¿Usted todavía no lleva un “Detente”?

¿Quienes insisten  en  presentarnos  la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús como algo anticuado? Pues  dos tipos de personas, los enemigos de la Fe por un lado y los “católicos” tibios por el otro. 
La devoción al Detente del Sagrado Corazón de Jesús  es más actual y necesaria que nunca para obtener de Dios, por mediación de María Santísima, aquello que hace 2000 años todos los verdaderos cristianos piden cuando rezan: 
“Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad así 
en la Tierra como en el Cielo”

El Beato Papa Pío IX (1846-1878) fue muy claro al expresar su firme esperanza en esta devoción:"La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza sino en el Sagrado Corazón de Jesús, es Él quien curará todos nuestros males. Pregonad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón, ella será la salvación del mundo”.
Esa práctica piadosa, en otros tiempos muy difundida entre los católicos, es un modo simple, pero espléndido, de manifestar  siempre  nuestra gratitud y amor al Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados. Y al mismo tiempo, recibimos de Él innumerables beneficios y una protección extraordinaria. 

Es un poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición, a fin de protegernos contra los más diversos peligros que enfrentamos todos los días. Para eso, basta llevarlo consigo, sin necesidad de hacerlo bendecir, pues el Beato Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes.

El Detente, el Escudo del Sagrado Corazón de Jesús es un emblema con la imagen del Sagrado Corazón y la divisa: "¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros Tu Reino!"

El uso del Detente es un medio de  manifestar  nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús; señal de nuestra confianza en su protección contra los ataques  del demonio y los peligros de todo tipo. 

Además, el Detente nos ayuda a recordar  las promesas del Sagrado Corazón de Jesús; es un símbolo de nuestra confianza en la protección divina, una señal de nuestra  súplica y fidelidad a Nuestro Señor y una petición para que Él haga nuestros corazones semejantes al suyo.
Origen del Escudo del Sagrado Corazón de Jesús o Detente. 

La piadosa práctica de llevar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús bajo la forma de escapulario, fue recomendada por santa Margarita María de Alacoque . El Señor desea que se le mande hacer una lámina con la imagen de su Sagrado Corazón, a fin de que todos cuantos quieran rendirle sus homenajes , puedan tenerlas en sus casas, y otras pequeñas para llevarlas encima.
En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas: 

1- Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. 
2- Les daré paz a sus familias.
3- Las consolaré en todas sus penas.
4- Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
5- Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6- Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
7- Las almas tibias se volverán fervorosas.
8- Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9- Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10- Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
11- Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
12- Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

El Santo Padre,el Papa Pio IX, bendijo el Detente con estas palabras : «Doy mi bendición a este Corazón de Jesús y quiero que todo lo que se haga conforme a este modelo reciba esta misma bendición sin que tengan necesidad de ninguna otra
El «Detente» significa: ¡«Detente»! Satanás, tentación, pasión, peligro, enemistad, tristeza, penas, infierno, que el Corazón de Jesús, mi Dios, mi Redentor, mi amor, mi esperanza, mi todo, está conmigo.

Vivimos en medio de una sociedad no cristiana , rodeados de tentaciones interiores y exteriores, pero tenemos el ”Detente “ para salir victoriosos.
(Fuente: conocereisdeverdad.org

jueves, 4 de junio de 2015

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Éxodo 24, 3-8; Hebreos 9, 11-15; Marcos 14, 12-16. 22-26

La cercanía de la fiesta de Corpus Christi merece una reflexión que nos lleve a interiorizar como es nuestra relación con tan grande Sacramento. El texto que sigue puede ayudarnos para ello.

¡En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis!
Creo que lo más necesario que hay que hacer en la fiesta del Corpus Domini no es explicar tal o cual aspecto de la Eucaristía, sino reavivar cada año el estupor y maravilla ante el misterio. La fiesta nació en Bélgica, a principios del siglo XIII; los monasterios benedictinos fueron los primeros en adoptarla; Urbano IV la extendió a toda la Iglesia en 1264.

¿Qué necesidad había de instituir una nueva fiesta? ¿Es que la Iglesia no recuerda la institución de la Eucaristía el Jueves Santo? ¿Acaso no la celebra cada domingo y, más aún, todos los días del año? De hecho, el Corpus Domini es la primera fiesta cuyo objeto no es un evento de la vida de Cristo, sino una verdad de fe: la presencia real de Él en la Eucaristía. Responde a una necesidad: la de proclamar solemnemente esa fe; se necesita para evitar un peligro: el de acostumbrarse a tal presencia y dejar de hacerle caso, mereciendo así el reproche que Juan Bautista dirigía a sus contemporáneos: «¡En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis!». 

Esto explica la extraordinaria solemnidad y visibilidad que esta fiesta adquirió en la Iglesia católica. Por mucho tiempo la del Corpus Domini fue la única procesión en toda la cristiandad, y también la más solemne. 

En las procesiones, permanece intacto el sentido profundo de la fiesta y el motivo que la inspiró: mantener despierto el estupor ante el mayor y más bello de los misterios de la fe. La liturgia de la fiesta refleja fielmente esta característica. Todos sus textos (lecturas, antífonas, cantos, oraciones) están penetrados de un sentido de maravilla. Muchos de ellos terminan con una exclamación: «¡Oh sagrado convite en el que se recibe a Cristo!» (O sacrum convivium), «¡Oh víctima de salvación!» (O salutaris hostia). 

Si la fiesta del Corpus Domini no existiera, habría que inventarla. Si hay un peligro que corren actualmente los creyentes respecto a la Eucaristía es el de banalizarla. En un tiempo no se la recibía con tanta frecuencia, y se tenían que anteponer ayuno y confesión. Hoy prácticamente todos se acercan a Ella... Entendámonos: es un progreso, es normal que la participación en la Misa implique también la comunión; para eso existe. Pero todo ello comporta un riesgo mortal. San Pablo dice: «Quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual a sí mismo y después coma el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo». 

Considero que es una gracia saludable para un cristiano que no deje de repetir, como Juan Bautista: «¿Y Tú vienes a mí?» (Mateo, 3,14). Nosotros no podemos recibir a Dios sino como «Dios», esto es, conservándole toda su santidad y su majestad. ¡No podemos domesticar a Dios! 

La predicación de la Iglesia no debería tener miedo --ahora que la comunión se ha convertido en algo tan habitual y tan «fácil»-- de utilizar de vez en cuando el lenguaje de la epístola a los Hebreos y decir a los fieles: «Vosotros en cambio os habéis acercado a Dios juez universal..., a Jesús, Mediador de la nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una nueva sangre que habla mejor que la de Abel» (Hebreos 12, 22-24). En los primeros tiempos de la Iglesia, en el momento de la comunión, resonaba una advertencia a la asamblea: «¡Quien es santo que se acerque, quien no lo es que se arrepienta!». 

Uno que  habla de la Eucaristía siempre con conmovido estupor era San Francisco de Asís. «Que tema la humanidad, que tiemble el universo entero, y el cielo exulte, cuando en el altar, en las manos del sacerdote, está el Cristo Hijo de Dios vivo... ¡Oh admirable elevación y designación asombrosa! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, que el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, tanto se humille como para esconderse bajo poca apariencia de pan!».

Pero no debe ser tanto la grandeza y la majestad de Dios la causa de nuestro estupor ante el misterio eucarístico, cuanto más bien su condescendencia y su amor. La Eucaristía es sobre todo esto: memorial del amor del que no existe mayor: dar la vida por los propios amigos. 
(Fuente: conocereisdeverdad.org)

lunes, 25 de mayo de 2015

Domingo 31 de mayo - Solemnidad de la Santísima Trinidad

Tal como Jesús ha prometido, el Espíritu Santo guía a la verdad plena. Después de celebrar la solemnidad de Pentecostés, la Liturgia nos invita a celebrar el misterio central de la fe y de la vida cristiana: el misterio de la Santísima Trinidad. En este domingo, la Iglesia pone una petición en nuestros labios: pedimos al Padre que nos conceda profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Tres acciones nos introducen en el Misterio: profesión de fe, conocimiento de la Gloria y adoración del Único Dios. En el Evangelio de este día, el mismo Jesús nos ayuda a poner en práctica estas acciones.

Profesa la fe quien la confiesa, es decir, quien la declara con los labios como expresión de lo que lleva en el corazón. La profesión de fe es respuesta a la Palabra de Dios. Dios ha hablado al hombre en su propio lenguaje, mediante palabras y obras, desvelando su misterio y su plan de salvación. Enviando al Hijo, la Revelación alcanza su plenitud. El Padre queda como mudo (san Juan de la Cruz), porque en Él nos lo ha dicho todo. El Hijo habla lo que oye al Padre. Es mucho lo que desea seguir comunicando, pero el corazón humano no es capaz de acogerlo todo. El Espíritu Santo, que el Padre envía por petición del Hijo, prepara nuestro corazón, capacitándolo para acoger y comprender las palabras de Jesucristo. Por eso, no es posible confesar la verdad de Dios sin la ayuda del Espíritu Santo. La debilidad nuestra, que impide cargar con las palabras del Hijo, es socorrida por el Espíritu que congrega en la Iglesia. Confesar la fe en la Trinidad implica entonces entrar en el coloquio amoroso de las Personas divinas desvelándonos su misterio y el nuestro. La confesión de la fe es siempre un acto eclesial. En la Profesión de fe trinitaria está la proclamación de lo que Dios realiza en favor nuestro: nos crea, nos redime, nos santifica. En la Profesión está el reconocimiento de nuestra dignidad: creados capaces de Dios, redimidos por su amor misericordioso, llamados a compartir la misma vida divina. Inquieto estará nuestro corazón mientras no descanse en Dios.

Conoce la Gloria quien entra en trato con el Hijo. Jesucristo nos llama a imitarle, a seguirle y a permanecer en Él. El Espíritu Santo glorifica al Hijo porque de Él recibe lo que nos comunica. El Hijo glorifica al Padre porque todo lo recibe de Él. El Padre es glorificado por la entrega del Hijo. Misterio admirable de donación y acogida, que permite distinguir a las Personas en la Unidad de Dios. Conoce la Gloria de la Trinidad quien es introducido en los lazos amorosos de la comunión trinitaria. «Ves la Trinidad si ves el amor» (san Agustín). ¡Bendita Gloria que nos vivifica! ¡Bendita vida que nace del conocimiento de Dios! ¡Benditos lazos de amor que nos hacen verdaderamente libres!

Adora al único Dios verdadero quien, iluminado por su Palabra, reconoce su propia estatura ante Él y se postra. La adoración de Dios dignifica al ser humano porque le sitúa ante su propia verdad. Él es el Creador y nosotros somos sus criaturas. Plasmado a su imagen, dotado de dignidad personal, capacitado por la gracia para ser morada de la Trinidad, el ser humano reconoce en el Amor de la Santísima Trinidad su origen y su meta. Celebrar la Trinidad es vivir en la verdad plena.
Mons. José Rico Pavés
(Fuente: conocereisdeverdad.org)

sábado, 16 de mayo de 2015

Ascensión, plenitud de la Pascua y motivo de esperanza

La Ascensión, plenitud de la Pascua. Los textos litúrgicos presentan esta solemnidad como la plenitud de la glorificación (victoria, triunfo) de Cristo. No puede separarse la Ascensión de la resurrección del Señor. Ambas constituyen como dos "momentos" del mismo misterio de glorificación de Jesús. Por la Ascensión Jesús nos precede "como cabeza nuestra... en su Reino" (Prefacio I). Jesús sube al cielo como "el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte... mediador entre Dios y los hombres... juez de vivos y muertos" (Ibid.).
Pero la Ascensión del Señor es plenitud pascual también de los cristianos, porque "es ya nuestra victoria" (Colecta). Por ella tiene lugar un nuevo "intercambio": nuestra humanidad, en Cristo, sube al cielo y participamos de su divinidad (Ofrendas). Por eso "mientras vivimos aún en la tierra, nos das ya parte de los bienes del cielo" (Poscomunión). Por este misterio "nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria" (Ibid.).
La Ascensión culmina el misterio pascual en Cristo y en los cristianos, su Cuerpo.
ESPERANZA: -La Ascensión, motivo de esperanza. Esta solemnidad comporta un fuerte anhelo de plenitud cristiana. El que ha subido al cielo llevando con él algo nuestro, "volverá como le habéis visto marcharse" (Hch/01/11). Jesús nos precede en el cielo como "la cabeza de la Iglesia", pero todos estamos llamados hacia allí por ser miembros de su Cuerpo (Colecta). Por eso la vida del cristiano está marcada por un vivo deseo de "estar junto a Cristo, en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida" (Poscomunión).
Nuestra existencia es un "ya" en fe, pero es un "todavía no", porque vivimos "con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (Prefacio I). Esta tensión nos obliga a salir de una contemplación pasiva y de una pasividad infructuosa. Ahora comienza la tarea de la Iglesia:
"Partid frente a la aurora
Salvad a todo el que crea
Vosotros marcáis mi hora
Comienza vuestra tarea"


(Fuente: Conoceréis de verdad.org.)

jueves, 14 de mayo de 2015

 

EN LA ASCENSIÓN

¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

A aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay! Nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!

Tú llevas el tesoro
que sólo a nuestra vida enriquecía,
que desterraba el lloro,
que nos resplandecía
mil veces más que el puro y claro día.

¿Qué lazo de diamante,
¡ay, alma!, te detiene y encadena
a no seguir tu amante?
¡Ay! Rompe y sal de pena,
colócate ya libre en luz serena.

¿Que temes la salida?
¿Podrá el terreno amor más que la ausencia
de tu querer y vida?
Sin cuerpo no es violencia
vivir; más es sin Cristo y su presencia.

Dulce Señor y amigo,
dulce padre y hermano, dulce esposo,
en pos de ti yo sigo:
o puesto en tenebroso
o puesto en lugar claro y glorioso.
 
FRAY LUIS DE LEÓNAgustino, catedrático de Salamanca (1527-1591)
 

* Fray LUIS DE LEÓN, en la Ascensión de 1572, poco después de su arresto. El poema es bellísimo, pero está conducido más por el sentimiento que por la teología.
 
(Fuente: canceréis de verdad. org)

San Matías - Fiesta 14 de mayo

San Matías, apóstol (s. I) Los Apóstoles, guiados por el Espíritu Santo, eligieron a Matías de entre los testigos de la Resurrección del Señor y después de la Ascensión, para ocupar el puesto de Judas y completar el número de los Doce. Predicó el Evangelio en Etiopía y murió mártir.-