martes, 19 de febrero de 2013

¿Se preparan las homilias en la iglesia?

Estamos transitando el tiempo de Cuaresma, y es oportuno, ¿por qué no?, revisar cuál es la calidad de las homilias en las iglesias. Aquí va un comentario al número 46 de la Exhortación Apostólica Post-Sinodal "Sacramentum Caritatis" del Papa Benedicto XVI, sobre la homilía:
 
“La necesidad de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la importancia de la Palabra de Dios.” Tal vez detrás de esta afirmación del Santo Padre está la pregunta ¿dónde radica la importancia de la homilía? ¿porqué deberíamos prestarle tanta atención? No es que –sabemos muy bien– la homilía sea un elemento indispensable para la celebración de la Santa Misa, ni mucho menos esencial a su naturaleza sacramental.

Pero no se debe de ninguna manera minusvalorar su importancia, ya que ella deriva de la centralidad –esta sí que es esencial– de la Palabra de Dios, la “otra” presencia real de Jesús en su sacramento, y ella debe ser anunciada no sólo a través de la proclamación de los textos inspirados, sino también a través de su presentación y explicación, tarea que compete principalmente a los Obispos y, en unión a ellos, a los presbíteros y a los diáconos.

“En efecto, ésta es parte de la acción litúrgica; tiene como finalidad favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles.” La homilía no es un “añadido” a la acción litúrgica, sino parte de ella; de allí que no se deba prescindir de la misma sin una causa justa o grave, según las circunstancias. Para favorecer su comprensión, se debe procurar adaptarla a los diferentes “tipos” de fieles, a su nivel de profundidad y de conocimiento de los textos sagrados y de la teología. Ello conlleva mucha práctica y entrenamiento por parte de los ministros. Hacer una buena “explicación” de la Sagrada Escritura no siempre es fácil. Requiere de preparación, tanto en el contenido como en la “forma” que se debe dar a su presentación. Por otra parte, se debe apuntar a la “eficacia” de la Palabra en la vida concreta de los fieles. Justamente para que ella sea eficaz y tenga “eco” en las situaciones reales de la vida de personas concretas, debe haber sido antes “apropiada” por el sacerdote, leída, rezada y vivida. Antes de explicarles a los fieles qué dice a ellos la Palabra de Dios, el sacerdote debe preguntarse qué le dice a él, y debe llegar al momento de su exposición, con esta respuesta claramente formulada, que no la agota, ciertamente, pero sí la apropia y manifiesta su eficacia.

“Por eso los ministros ordenados han de preparar la homilía con esmero, basándose en un conocimiento adecuado de la Sagrada Escritura.”Esto casi no requiere de comentario alguno. Debemos recordar que esta es una de las tareas principales de un sacerdote que celebra la Eucaristía. Si alguno no le da en su vida suficiente tiempo a ello por dedicarle demasiado a otras obras –por buenas que sean– debe preguntarse si ha establecido correctamente su orden de prioridades.

“Han de evitarse homilías genéricas o abstractas. En particular, pido a los ministros un esfuerzo para que la homilía ponga la Palabra de Dios proclamada en estrecha relación con la celebración sacramental y con la vida de la comunidad, de modo que la Palabra de Dios sea realmente sustento y vigor de la Iglesia.” Para que “la Palabra de Dios sea realmente sustento y vigor de la Iglesia”, hay dos cosas que debemos poner en práctica: 1. Homilías concretas y trasparentes, no genéricas o abstractas; evitar la especulación teológica, las explicaciones demasiado centradas en lo filológico o en lo contextual, los discursos sin una llegada concreta a la realidad ordinaria; buscar más bien centrarse en una idea muy concreta y que tenga una aplicación a la vida de la gente, considerando los elementos de la realidad actual que la hagan “aplicable” a la propia existencia. 2. Homilías que estén en relación o con las lecturas que se han proclamado –especialmente el Evangelio–, con la celebración correspondiente, o con el tiempo litúrgico, evitando caer en el típico vicio de querer abarcarlo todo, resultando en una homilía confusa y desestructurada; es mejor elegir un punto concreto y prescindir de los que no estén en relación directa con él.

“Se ha de tener presente, por tanto, la finalidad catequética y exhortativa de la homilía. Es conveniente que, partiendo del leccionario trienal, se prediquen a los fieles homilías temáticas que, a lo largo del año litúrgico, traten los grandes temas de la fe cristiana, según lo que el Magisterio propone en los cuatro 'pilares' del Catecismo de la Iglesia Católica y en su reciente Compendio: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana.” Según esto, alguno podría concluir que la homilía podría basarse en un tema que no tenga nada que ver ni con el Evangelio ni con la celebración corriente. Sin embargo, pongamos atención a la frase “partiendo del leccionario trienal”. Es decir que es a partir del leccionario que se está proponiendo esto de las “homilías temáticas”. Recordemos además que los “cuatro pilares” a los que se hace alusión, tienen la suficiente amplitud como para poder encontrar, en muchos pasajes del Evangelio y en muchas lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, puntos de partida diversos que nos conduzcan exactamente al mismo fin. En otras palabras, si se desea acentuar, por ejemplo, la importancia de vivir los sacramentos (2º parte del Catecismo), ello se puede lograr de infinitas maneras, sin comprometer necesariamente el contenido del Evangelio propuesto por la Liturgia o la celebración corriente.

Finalmente, hacemos un especial hincapié en lo que se refiere al carácter “exhortativo” de la homilía, según se afirma en el último párrafo. Una de las finalidades esenciales de la homilía es “mover” a los fieles a la conversión, a vivir más intensamente y en profundidad el misterio de Cristo y su pertenencia a la Iglesia. Ello se puede lograr de muchas maneras, incluso no tan explícitas, pero debe ser un objetivo siempre presente en la mente y en el corazón del sacerdote que “prepara” sus homilías y “se prepara” para ellas.
(Fuente: Arte de Predicar)

 

lunes, 18 de febrero de 2013

La Cuaresma

Hola amigos: hemos entrado en el tiempo Cuaresmal, para el que nos preparamos desde el miércoles de la semana pasada al que llamamos "Miércoles de Ceniza". Entonces, quizás sea bueno repasar algunos conceptos acerca de este tiempo, su importancia, su origen, etc. Aquí les acerco algo al respecto.

1. ¿CUÁL ES SU ORIGEN?:
“La cuaresma nació como desarrollo pedagógico de un aspecto central del misterio cristiano celebrado en el triduo pascual. Destaca la perspectiva que se refiere a la muerte de Jesucristo.
La duración de este tiempo está fundada en el simbolismo de la cuarentena bíblica: Moisés, Elías y Jesucristo estuvieron cuarenta días por las montañas; cuarenta fueron también los años que pasó el pueblo de Israel en el desierto.
La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo. Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la de imitar el ayuno previo del Señor al comienzo de su ministerio apostólico. De este modo, el cristiano y la comunidad cristiana se preparan a las fiestas de la pascua. En la Iglesia de la Edad Antigua, el tiempo de cuaresma era aprovechado además para la intensificación de la iniciación y preparación doctrinal y moral de los candidatos al bautismo, que precisamente recibían este sacramento en la noche santa de la gran vigilia pascual”.
2.- ¿CUÁLES SON SUS NOTAS LITÚRGICAS?:
Constitución
Número 109: “Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por consiguiente:
a) Se use con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal, y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior.
b) Dígase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que detesta el pecado en cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores.
Número 110: “La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles”.
“Los formularios litúrgicos de la cuaresma tienen un claro sentido bautismal y penitencial. La revisión cristiana ha de hacerse siempre alrededor de un punto de referencia: la opción bautismal en la que orientamos nuestra vida según la palabra de Dios. Si hubiéramos roto esa opción, no tendríamos otro camino que volver a recomponerla por la penitencia realizada en la Iglesia. El camino de la conversión es siempre camino penitencial”.
“Cada día de este tiempo cuenta con formularios litúrgicos propios, riquísimos en contenido. Por ello van desfilando todos los acontecimientos de la historia de la salvación, desde la creación hasta la pasión de Cristo, pasando por el pueblo de Israel, el éxodo, la peregrinación por el desierto, la alianza, el exilio, el profetismo
3.- ¿CUÁL ES SU SENTIDO?:
“La cuaresma está pensada para intensificar ese aspecto de la vida que exige superación, esfuerzo, reconstrucción, purificación, transformación. Imágenes de la cuaresma son el camino, la soledad, la prueba, la austeridad, el desprendimiento, la oración, el ayuno… Y todo ello para facilitar el encuentro transformador y transfigurador con Dios a través de Jesucristo, el auténtico cuaresmal.
Para ello, la Iglesia nos propone recorrer durante la cuaresma el camino de la propia conversión. Todos los días del año y especialmente en estos días de cuaresma, Cristo nos interpela desde los acontecimientos, desde nuestra propia conciencia, desde la vida cotidiana, desde la Palabra de Dios, desde los hombres nuestros hermanos: “¡Conviértanse! ¡Hagan penitencia! ¡Cambien de vida! Está cerca el Reino de Dios”.
4.- ¿CUÁLES SON SUS SÍMBOLOS?:
“Toda la liturgia de la cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la misma liturgia de la palabra, está transida de hermosísimos símbolos que ayuden y hagan visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son:
– DESIERTO. Con toda su carga simbólica y metafórica de sequedad, soledad, austeridad, rigor, peligros, tentaciones. El desierto es protagonismo escénico en los evangelios el I domingo de cuaresma
– LUZ, como se pone de evidencia, por ejemplo, en el evangelio del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41. Domingo IV ciclo A). Es el tránsito de las tinieblas a la luz. Jesucristo es la luz del mundo.
– SALUD. Este símbolo se evidencia en textos como la curación del paralítico (Jn. 5, 5-10. Martes de la IN Semana) o la sanación del hijo del centurión (Jn. 4,43-54).
– LIBERACIÓN, TRIUNFO. Algunas figuras bíblica, que sufren graves peligros y vencen en la prueba, son José -Gn. 37-, la casta Susana -Dan. 13, 1 y ss.-, Ester -Est. 14, 1-14- o Jesús, tentado y transfigurado.
– AGUA. De la sed al agua viva: el agua de Moisés al pueblo de Israel o de Jesús a la mujer samaritana.
– PERDÓN. La historia de Jonás y de Nínive y, sobre todo, la parábola del hijo pródigo, son ejemplos de ello.
– CRUZ. Signo y presencia permanente durante la cuaresma. Prefigurada en el Antiguo Testamento y patentiza por Jesucristo como condición de cargar con ella para el seguimiento.
– RESURRECCIÓN. Es la luz definitiva del camino cuaresmal. La escena de la transfiguración de Jesús, siempre presente en el evangelio del II domingo de cuaresma. Es la verificación de aquella máxima “por la cruz a la luz”.
5.- ¿QUÉNES SON SUS PERSONAJES DE REFERENCIA?:
– José hijo de Jacob, Ester, la casta Susana, Jeremías, el ciego de nacimiento, el hijo pródigo, el padre del hijo pródigo, la samaritana, la mujer adúltera y arrepentida, Zaqueo, el buen ladrón… y, sobre todo, Jesús de Nazaret.
(Fuente Revista Ecclesia Digital)
 

viernes, 1 de febrero de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de febrero

Intención General: Para que las familias de migrantes, en particular las madres, sean sostenidas y acompañadas en sus dificultades.
Intención Misionera: Para que las poblaciones que experimentan las guerras y conflictos puedan ser protagonistas de la construcción de un porvenir en paz.