He leído en L’ Osservatore Romano del viernes 30 de enero pasado, una entrevista al nuevo Prefecto de la Congregación para el culto divino y disciplina de los Sacramentos, el cardenal Antonio Cañizares, que contiene expresiones suyas concretas y claras, relativas a la importancia de la formación litúrgica , cuyo contenido destaco y transcribo a continuación.
“¿Dónde está el futuro del hombre sino en la adoración de Dios? El Papa nos está insistiendo en ello por activa y por pasiva; no hace falta más que leer su precioso libro “El espíritu de la Liturgia”, que es mi programa de acción al frente de la Congregación. La adoración es el ofrecimiento a Dios, es el reconocimiento de Dios como centro de todo.....Y ante Él el hombre sólo puede decir: “Aquí estoy, me ofrezco en todo lo que Tú me has dado”, que es precisamente, la persona de Jesucristo. A través de la liturgia Cristo se hace presente en la Iglesia, que no es simplemente una sociedad que continúa la “causa de Jesús”, sino que es Jesús mismo presente en ella y actuando en ella. En la liturgia nos sentimos transformados, porque lo vemos todo desde Dios y, consiguientemente, transfigurados por su amor, que se realiza en la Eucaristía. En la liturgia Dios sale al encuentro del hombre, Dios habla al hombre como amigo, le descubre su intimidad, le hace que entre dentro de su secreto y de su verdad.”
Luego quien lo entrevista lo lleva al terreno de la Tradición, haciéndole notar que Benedicto XVI refleja constantemente este pensamiento en sus catequesis y homilías, y el cardenal Cañizares, responde:
“La Eucaristía es fundamentalmente Tradición, entrega de lo único que tiene la Iglesia y constituye la Iglesia, que es Jesucristo. Y la Iglesia de Jesucristo ha sido y será siempre Tradición, nunca ruptura con el legado anterior. Algunos pretendieron que la reforma conciliar era ruptura con la liturgia anterior; pero en realidad era todo lo contrario: se trataba de entregar aquello que se había recibido, con fidelidad y, por supuesto, con la natural actualización que necesiten algunas de las formas.....
La liturgia es memoria, pero memoria no de un pasado inerte, sino de algo que está realizándose ante nosotros y que todavía está por cumplirse en toda su plenitud.
Pregunta: ¿No le parece que los católicos hemos convertido con frecuencia esa memoria viva en letra muerta? Cuando un católico dice, por ejemplo, en la misa “Ven, Señor Jesús” ¿cree que tiene plena conciencia de lo que está diciendo?
Card. Cañizares: “Desgraciadamente hemos perdido conciencia de que al decir “¡Ven Señor Jesús!”, estamos repitiendo el marana-thá del libro del Apocalipsis; ni siquiera lo vinculamos con la expresión del padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino”. Hemos “rutinizado” y convertido en fórmula las palabras litúrgicas. Ese “¡Ven Señor Jesús!” es el de una comunidad que está sufriendo dificultades y anhela el regreso de su Salvador. Y, claro, si eso lo dijésemos con toda la verdad que ahí está contenida, estaríamos expresando también todo lo que es “el espíritu de la liturgia”, porque estaríamos pidiendo que lo que está aconteciendo allí se haga realidad histórica y visible para los hombres y que santifique también el futuro del hombre: la vida eterna. Es necesario superar la “rutinización”; es necesario llevar a cabo una gran formación en la liturgia.
Acotación del entrevistador: O sea, una catequesis litúrgica.
Card. Cañizares: En efecto. Y también que toda la catequesis conduzca a la liturgia. Se han separado mucho liturgia y catequesis; y si embargo, el Catecismo de la Iglesia católica las une plenamente. Para volver al “¡Ven, Señor Jesús!”, que antes citaba usted... Si tomamos materiales catequísticos y observamos como tratan esas realidades últimas, comprobaremos que muchas veces no se tratan o, si se tratan, es como una especie de utopía o de escatología social. Ha desaparecido lo que es la resurrección de la carne (esto ha afectado incluso a la traducción misma del Credo), lo que es la vida eterna, lo que es la retribución personal, lo que es el estar con Dios verdaderamente. Y así la fe se convierte en un secularismo más o menos espiritualista. Una ausencia similar descubrimos si miramos cómo esos materiales catequéticos tratan la creación. Y, si no hay creación, no hay vida eterna: el hombre es simplemente de este mundo, pudo inmanentismo.
Esta desvirtuación de los dogmas de la fe ha cristalizado en la presentación del “Jesús de los valores”, el Jesús que sirve como mero modelo moral de imitación; así, hasta la misma crucifixión puede presentarse, como se ha publicado en algún libro, como una especie de accidente laboral. Se pierde el valor del sacrificio, el valor de redención, el valor de expiación, el valor de reconciliación, el valor de la misericordia que nos salva del pecado y del abismo de la muerte y del infierno. Tampoco de habla del infierno; por cierto, otra realidad que está ausente; como lo está el pecado original. Y así la fe se convierte en un moralismo fácilmente sustituible por cualquier otro”.
Hasta aquí las declaraciones del Cardenal Antonio Cañizares; que nos sirvan para “mirar adentro de casa” y ver como andamos.
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