domingo, 25 de julio de 2010

Eucaristía: sacramento de la unidad y del amor fraterno.

La recepción de Jesucristo sacramentado bajo las especies de pan y vino en la sagrada Comunión significa y verifica el alimento espiritual del alma. Y así, en cuanto que en ella se da la gracia invisible bajo especies visibles, guarda razón de sacramento. Jesús al instituir la Eucaristía le confiere intrinsecamente el valor sacramental pues a través de ella Él nos transmite su gracia, su presencia viva. Por ello, la Eucaristía es el más importante de los sacramentos, de donde salen y hacia el que van todos los demás, centro de la vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión cristiana.

Sacramento de Unidad. Al referirnos a la Eucaristía como Comunión, estamos proclamando nuestra unión entre todos los cristianos y nuestra adhesión a la Iglesia con Jesús. Por ello, la Eucaristía es un sacramento de unidad de la Iglesia, y su celebración sólo es posible donde hay una comunidad de creyentes.

Sacramento del amor fraterno. La misma noche que Jesús instituyó la Eucaristía, instituyó el mandamiento del amor. Por lo tanto, la Eucaristía y el amor a los demás tienen que ir siempre juntos. Jesús instituye la Eucaristía como prueba de su inmenso amor por nosotros y pide a los que vamos a participar en ella, que nos amemos como El nos amó. Y, en este sentido, la Eucaristía tiene que estar necesariamente atencedido por el Sacramento de la Reconciliación pues el recibir el "alimento de vida eterna" exige una reconciliación constante con los hermanos y con Dios Padre.
El misterio eucarístico, desgajado de su propia naturaleza sacrificial y sacramental, deja simplemente de ser tal. No admite ninguna imitación "profana", que se convertiría muy fácilmente (si no incluso como norma) en una profanación. Esto hay que recordarlo siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo en el que observamos una tendencia a brrar la distinción entre "sacrum" y "profanum", dada la difundida tendencia general (al menos en algunos lugares) a la desacralización de todo.

En tal realidad la Iglesia tiene el deber particular de asegurar y corroborar el "sacrum" de la Eucaristía. En nuestra sociedad pluralista, y a veces también deliberadamente secularizada, la fe viva de la comunidad cristiana -fe consciente incluso de los propios derechos con respecto a todos aquellos que no comparten la misma fe- garantiza a este "sacrum" el derecho de ciudadanía. El deber de respetar la fe de cada uno es al mismo tiempo correlativa al derecho natural y civil de la libertad de conciencia y de religión.
Los ministros ordinarios de la Eucaristía deben por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados por la plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y cumplir todo lo que forma parte de su ministerio sacerdotal, por voluntad de Cristo y de su Iglesia.
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)



lunes, 12 de julio de 2010

Un tema para recordar:

El altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía, representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo, presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. "¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?", dice S. Ambrosio (sacr. 5,7), y en otro lugar: "El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está sobre el altar" (sacr. 4,7). La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones. Así, la Iglesia de Roma ora en su anáfora:

"Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición" (Plegaria Eucarística I  -  Canon Romano).



domingo, 11 de julio de 2010

Tema de meditación



Meditaciones sobre el evangelio

Charles de Foucauld (1858-1916) ermitaño en el Sahara, declarado “venerable” por Juan Pablo II el 24 de abril 2001.
Oeuvres spirituelles – Ed. Seuil 1958 – pag. 174

¡Oh Dios, cuán divinamente bueno eres! Si hubieras llamado primero a los ricos, los pobres no se hubieran atrevido acercarse a ti, se habrían visto obligados a quedar a distancia a causa de su pobreza, te habrían mirado de lejos, dejando que los ricos se acercaran a ti. Pero...tú has llamado a todos: a los pobres, mostrándoles así, hasta el final de los tiempos, que ellos son los primeros, los favorecidos, los privilegiados; a los ricos, porque, por una parte no son tímidos, por otra, empero, depende de ellos de hacerse pobres como los pastores. En un instante, si ellos quieren, si tienen el deseo de asemejarse a ti, si temen que las riquezas los aparten de ti, pueden hacerse perfectamente pobres.
¡Que bueno eres! ¡Cómo sabes reunir en torno a ti a todos tus hijos de una vez, a todos, sin excepción! Y qué consuelo has depositado en el corazón de los pobres, los pequeños, los despreciados del mundo, hasta el final de los tiempos, mostrándoles desde tu nacimiento que ellos son tus privilegiados, tus favoritos, los primeros: los que siempre están llamados a estar contigo, tú que has querido ser uno de ellos y rodeado de ellos desde tu cuna y durante toda tu vida.





jueves, 1 de julio de 2010

Intenciones del Santo Padre para el mes de julio

Intención General: Para que en todas las naciones del mundo las elecciones de los gobernantes se realicen según la justicia, transparencia y honestidad, respetando las decisiones libres de los ciudadanos.
Intención Misionera: Para que los cristianos se comprometan a ofrecer en todas partes, especialmente en los grandes centros urbanos, una contribución válida a la promoción de la cultura, de la justicia, de la solidaridad y de la paz.