miércoles, 4 de diciembre de 2013

Intenciones del santo padre para el mes de diciembre

Intención General: Que los niños abandonados o víctimas de cualquier forma de violencia, encuentren el amor y la protección que necesitan.
Intención Misionera: Que los cristianos, iluminados por el Verbo Encarnado, preparemos la venida del Salvador.

lunes, 25 de noviembre de 2013


El uso del incienso, según los libros litúrgicos vigentes

Lo que aquí se detalla es importante para ser tenido en cuenta por los equipos de liturgia de las parroquias. Ayudará mucho a celebrar digna y competentemente, sobre todo en las iglesias catedrales.
Las normas litúrgicas del uso del incienso presentan no pocas dudas.
No se trata simplemente de "esparcir" humo por doquier. El actual Caeremoniale episcoporum, más explícito que la Institutio Generalis Missalis Romani, en los números relativos a la incensaciòn, especifica lo siguiente:

 84. El rito de incensación expresa reverencia y oración, como se da a entender en el salmo 140,2 y en el Apocalipsis 8,3.

85. La materia que se coloca en el incensario, debe ser o sólo y puro incienso de olor agradable, o si se le agrega algo, procúrese que la cantidad de incienso sea mucho mayor.
86. En la Misa estacional del Obispo se usa el incienso:

       a) durante la procesión de entrada;

       b) al comienzo de la Misa, para incensar el altar;

       c) para la procesión y proclamación del Evangelio;

    d) en la preparación de los dones, para incensar las ofrendas, el altar, la cruz, al Obispo, a los concelebrantes y al pueblo;

       e) en el momento de mostrar la hostia y el cáliz, después de la consagración.

En otras Misas se puede emplear incienso, cuando se juzgue oportuno.(71)

 87. También se usa incienso, como se describe en los libros litúrgicos:

       a) en la dedicación de una iglesia y de un altar;

       b) en la consagración del sagrado crisma, cuando se llevan los óleos benditos;

       c) en la exposición del Santísimo Sacramento con la custodia;

       d) en las exequias de los difuntos.

 88. Además el incienso se emplea de ordinario, en las procesiones de la Presentación del Señor, del Domingo de Ramos, de la Misa en la Cena del Señor, de la Vigilia pascual, en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; en la solemne traslación de las reliquias, y en general en las procesiones que se hacen con solemnidad.

 89. En Laudes y Vísperas solemnes, se puede incensar el altar, al Obispo y al pueblo mientras se canta el cántico evangélico.

 90. El Obispo, si está en la cátedra, o en otra sede, se sienta para poner incienso en el incensario, de no ser así, pone el incienso estando de pie; el diácono le presenta la naveta (72) y el Obispo bendice el incienso con el signo de la cruz, sin decir nada. (73)

Después el diácono recibe el incensario de manos del acólito y lo entrega al Obispo. (74)

 91. Antes y después de incensar, se hace inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa; se exceptúan el altar y las ofrendas para el sacrificio de la Misa. (75)

 92. Con tres movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento, la reliquia de la Santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas solemnemente, también las ofrendas, la cruz del altar, el libro de los Evangelios, el cirio pascual, el Obispo o el presbítero celebrante, la autoridad civil que por oficio está presente en la sagrada celebración, el coro y el pueblo, el cuerpo del difunto.

Con dos movimientos dobles se inciensan las reliquias e imágenes de los Santos expuestos para pública veneración.

 93. El altar se inciensa con movimientos sencillos de la siguiente manera:

      a) Si el altar está separado de la pared, el Obispo lo inciensa pasando alrededor del mismo.

      b) Si el altar está unido a la pared, el Obispo, mientras va pasando, inciensa primero la parte derecha, luego la parte izquierda del altar.

Si la cruz está sobre el altar o cerca de él, se inciensa antes que el mismo altar, de no ser así, el Obispo la inciensa cuando pase ante ella. (76)

Las ofrendas se inciensan antes de la incensación del altar y de la cruz.

 94. El Santísimo Sacramento se inciensa de rodillas.

 95. Las reliquias y las imágenes sagradas expuestas a la veneración pública se inciensan después de la incensación del altar. En la Misa, sin embargo, únicamente al inicio de la celebración.

 96. El Obispo, tanto en el altar como en la cátedra, recibe la incensación estando de pie, sin mitra, a no ser que ya la tenga.

El diácono inciensa a todos los concelebrantes al mismo tiempo.
Por último, el diácono inciensa al pueblo desde el sitio más conveniente.

Los canónigos que acaso no concelebran, o reunidos en coro, son incensados todos al mismo tiempo con el pueblo, a no ser que la disposición de los lugares aconseje otra cosa.

Lo anterior vale también para los Obispos que acaso estén presentes.

 97. El Obispo que preside, sin que celebre la Misa, es incensado después del celebrante o de los concelebrantes.

El que Preside la Nación, y que viene por oficio a la sagrada celebración, donde existe la costumbre, es incensado después del Obispo.

 98. Las moniciones o las oraciones que han de ser oídas por todos; no las diga el Obispo antes de que termine la incensación.

 Notas:

 71 Cf. Misal Romano Instrucción general, n. 235.

72 Dos acólitos pueden acercarse al Obispo: uno lleva el incensario y el otro la naveta, o también un solo acólito que lleva en la mano izquierda el incensario con carbones encendidos, y en la derecha la naveta con incienso y la cucharilla (cf. Ceremonial de los Obispos, ed. 1886, l, XXlll, 1).

73 Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 236.

El diácono recibe de la mano del acólito la naveta un poco abierta y la cucharilla que está en ella, y la presenta al Obispo. Este toma la cucharilla y saca tres veces incienso de la naveta y otras tantas veces lo echa en el incensario. Terminado esto, y devuelta al ministro la cucharilla, el Obispo hace con la mano el sigo de la cruz sobre el incienso que está en el incensario (cf. Ceremonial de los Obispos, ed. 1886, I, XXIII, 1-2).

74 El diácono "devuelve al acólito la naveta, y recibe de él el incensario, que le entrega al Obispo: la parte superior de las cadenas la coloca en la mano izquierda del Obispo, y el incensario en la derecha" (Ceremonial de los Obispos, ed. 1886, I, lX, 1).

75 El que inciensa "sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior, y con la derecha las mismas, juntas, cerca del incensario y lo sostiene de tal manera que pueda cómodamente moverlo y dejarlo que vuelva hacia él". Advierta que al incensar debe hacerlo con dignidad y decoro, sin mover el cuerpo o la cabeza. Tendrá la mano izquierda -que sostiene la parte superior de las cadenas- firme y estable sobre el pecho; la mano y el brazo derecho las moverá con el incensario en forma cómoda y continua" (cf. Ceremonial de los Obispos, ed. 1886. I, XXlIl. 4 y 8).

76 Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 236. 

 
Particularidades que se desprenden de la normativa vigente:

 
-No existen los golpes triples de turíbulo. Siempre son dos o tres golpes dobles (se llaman técnicamente ductus); o bien, golpes simples, para el Altar (se llaman ictus).

-El incienso se puede usar en cualquier forma de Misa. Las ofrendas también pueden incensarse trazando con el turíbulo una cruz sobre ellas.
 
-El orden de los tres ductus siempre es centro, izquierda y derecha (del turiferario); y el de los dos ductus, izquierda y derecha (del turiferario).

 -El único que coloca incienso en el turíbulo es el que preside la celebración, y nadie más. Lo hace por primera vez en la sacristía, o mejor, si hubiere, en el secretarium (que no es lo mismo que la sacristía), antes de la procesión de entrada. El antiguo Ceremonial sugería que se colocaran siempre tres cucharadas de incienso en el turíbulo, queriendo expresar que todo culto, en definitiva, está dirigido a la Trinidad. El nuevo Ceremonial, como puede apreciarse, conserva esta sugerencia. 

-En la procesión de entrada el turiferario debe ir con el turíbulo humeante, avanzando por el lado derecho de sí, ya que a su izquierda, debe ir otro ministro con la naveta; y en las liturgias episcopales, (la primera de las cuales es la papal), a veces se suma un tercer ministro, que se encargará de lo que se requiera, de acuerdo con la particularidad de los ritos. Los tres ministros (o los dos), deben ir unos pasos adelante del cruciferario, el cual debe ir siempre al centro. El turíbulo humeante se lleva con una sola mano, trazando líneas imaginarias en la misma dirección. La otra mano va al pecho.


 

 

 

 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Intenciones del santo padre para el mes de noviembre

Intención General: Que los sacerdotes que experimentan dificultades sean confortados en su sufrimiento, sostenidos en sus dudas y confirmados en su fidelidad.
Intención Misionera: Que como fruto de la Misión Continental, las Iglesias de América Latina envíen misioneros a otras Iglesias.

martes, 1 de octubre de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de octubre

Intención General: Que quienes se sienten agobiados hasta el extremo de desear el fin de su vida, adviertan la cercanía amorosa de Dios.
Intención Misional: Que la jornada Misionera Mundial nos anime a ser destinatarios y también anunciadores de la Palabra de Dios.

sábado, 14 de septiembre de 2013


Día 15: XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

Meditación del Evangelio de San Lucas: 15,1-32
Es muy oportuno meditar esta página de san Lucas en todo tiempo. Jesús muestra, no sólo a los escribas y fariseos que murmuraban de Él entonces, sino a la humanidad de ahora y de siempre, qué significan los Mandamientos y cómo es el corazón de Dios. De la mano del Santo Padre, Juan Pablo II, meditemos brevemente esta parábola. Asistidos por el Espíritu Santo, concluiremos con el Papa, que Dios es un Padre amantísimo de sus hijos los hombres y que nuestro único verdadero mal es apartarnos de Él.
        "El hombre, todo hombre –afirma Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Reconciliación y Penitencia–, es este hijo pródigo: hechizado por la tentación de separarse del Padre para vivir independientemente la propia existencia; caído en la tentación; desilusionado por el vacío que, como espejismo, lo había fascinado; solo, deshonrado, explotado mientras buscaba construirse un mundo todo para sí; atormentado –incluso–, desde el fondo de la propia miseria, por el deseo de volver a la casa del Padre. Como el padre de la parábola, Dios anhela el regreso del hijo, lo abraza a su llegada y adereza la mesa para el banquete del nuevo encuentro, con el que se festeja la reconciliación".
        Sin embargo, parece que necesitamos reconvencernos una y otra vez de que nuestro Creador y Señor es verdaderamente bueno y digno de toda confianza. Será preciso comprender que si no lo vemos lleno de bondad es posiblemente porque vivimos apegados a nuestras apetencias, fijos los ojos en esos otros bienes que tenemos o que deseamos, pero que ni son Dios ni a Dios conducen. Por el contrario, "hechizados" –según dice gráficamente el Santo Padre– por unos deleites pasajeros, nos desviamos del camino que ha dispuesto nuestro Padre Dios para llegar a Él. Por eso, es muy conveniente que nos sintamos protagonistas de la parábola evangélica encarnando la figura del hijo menor. Es preciso sentirnos aludidos, reconocer que más de una vez nos importó poco el ambiente acogedor de la vida cristiana –que por momentos se nos hacía odioso– y las costumbres de la Iglesia: el hogar en la tierra de nuestro Padre del Cielo.
        A veces, en efecto, nos sucede como al hijo menor de la parábola: soñamos con ideales de vida que son ajenos al querer de Quien nos pensó, y nos dio la existencia y todos nuestros talentos. Nos consta su bondad al vernos en el lugar de privilegio que, según su voluntad, ocupamos en este mundo frente al resto de la creación. Estamos convencidos también, como aquel hijo menor, de que nunca nos faltará lo necesario para ser felices si somos fieles, porque vivimos con un Padre muy bueno. Sin embargo, de cuando en cuando nos ciegan las pasiones y se apodera de nosotros el orgullo: desconfiamos de Dios para hacer nuestro antojo –comodidad, independencia, autonomía, prestigio, fama, riquezas, sensualidad, honores, poder, orgullo, etc.–, que en ese momento preferimos a su voluntad.
        Al poco tiempo –muchos años es también poco tiempo en la historia del mundo– vamos a experimentar necesariamente el hastío. Sucede siempre –sólo nos puede saciar Dios–, que cualquier otro ideal logrado, distinto de Él mismo, nos acaba pareciendo pequeño. Y no es raro que la injusticia propia de las obras sin Dios, se vuelva contra el injusto y acabemos pagando en propia carne las consecuencias de nuestros desvaríos. Así sucede a los egoístas, que son tristes; a los que mienten, que pierden credibilidad; a los orgullosos, que se quedan solos... Como a aquel hijo menor, las consecuencias de los propios pecados nos harán sufrir.
        Que la experiencia de la poquedad la personal, con la tristeza que le acompaña, nos hagan recapacitar, como recapacitó aquel hijo, y que volvamos arrepentidos cada vez que sea preciso al sacramento de la Penitencia. Nuestro Padre Dios nos espera siempre y nuestra Madre se alegra lo indecible con nuestro regreso.
(Fuente: Fluvium.org)

domingo, 1 de septiembre de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de setiembre

Intención General: Que los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a menudo abrumados por el bullicio, redescubran el valor del silencio y sepan escuchar a Dios y a los hermanos.
Intención Misionera: Que los cristianos perseguidos puedan testimoniar el amor de Cristo.

martes, 20 de agosto de 2013

San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia.
 
Nació el año 1090 cerca de Dijon (Francia). Recibió una piadosa educación , y el año 1111 se unió a los monjes del Císter; poco después, fue elegido abad del monasterio de Claraval, cargo que desempeñó con gran provecho para sus monjes. A causa de las divisiones que aquejaban por entonces a la Iglesia, se vio obligado a viajar por Europa, con el objeto de restablecer la paz y la unidad. Escribió mucho sobre teología y ascética. Murió el año 1153.
Oración: "Dios nuestro, que hiciste que el abad san Bernardo, encendido en el celo de tu casa, no sólo ardiera en tu amor, sino que resplandeciera en la Iglesia para iluminarla, concédenos, por su intercesión, que animados de ese mismo espíritu, vivamos siempre como hijos de la luz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

viernes, 2 de agosto de 2013

¿Sabias que...?

 
La creación de cardenales se lleva a cabo por decreto explícito del Romano Pontífice a quienes elige para ser sus principales colaboradores y asistentes.

Intenciones del Santo Padre para el mes de agosto

Intención General: Que padres y educadores ayuden a las nuevas generaciones a crecer con una conciencia recta y en una vida coherente.
Intención Misional: Que las iglesias locales en África, fieles al evangelio, promuevan la construcción de la paz y la justicia.

sábado, 20 de julio de 2013

 
Sabías que...
La forma de paloma era utilizada muy frecuentemente en los antiguos sagrarios donde se reservaba la Eucaristía.

viernes, 19 de julio de 2013

Sabías que...
La palabra "liturgia" viene del vocablo griego que significa "servicio público", y es usada para referirse a las distintas formas de oración de los fieles

lunes, 1 de julio de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de julio

Intención General: Para que la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil anime a todos los jóvenes cristianos a hacerse discípulos y misioneros del Evangelio.
Intención Misional: Que en toda Asia se abran puertas a los mensajeros del Evangelio

miércoles, 19 de junio de 2013

Referencia a San José en las Plegarias Eucarísticas

19 de junio, 2013. (Romereports.com) A partir de ahora en todas las Misas de rito latino, el más extendido de la Iglesia católica, se invocará a San José justo después de la referencia  que ahora se hace a la Virgen María.

La Congregación para el Culto Divino ha aprobado estos cambios en los texto de la Misa. Desde hace tiempo se estaba estudiando la modificación con el beneplácito de Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco la ha refrendado.


Hasta ahora sólo se hacía referencia a San José en el denominado Canon Romano, gracias a introducción que aprobó el beato Juan XXIII durante el Concilio Vaticano II.

Por el momento el Vaticano ha publicado oficialmente el texto que se debe incluir en latín tras la referencia a la Virgen María: 'cum beáto Ioseph, eius Sponso,' (que significa: con San José, su esposo) pero en breve se facilitará una traducción oficial en las diferentes lenguas. Como el cambio es sencillo permite a los sacerdotes incorporar esta modificación de forma inmediata.

TEXTO COMPLETO DEL DECRETO:En el paterno cuidado de Jesús, que San José de Nazaret desempeñó, colocado como cabeza de la Familia del Señor, respondió generosamente a la gracia, cumpliendo la misión recibida en la economía de la salvación y, uniéndose plenamente a los comienzos de los misterios de la salvación humana, se ha convertido en modelo ejemplar de la entrega humilde llevada a la perfección en la vida cristiana, y testimonio de las virtudes corrientes, sencillas y humanas, necesarias para que los hombres sean honestos y verdaderos seguidores de Cristo. Este hombre Justo, que ha cuidado amorosamente de la Madre de Dios y se ha dedicado con alegría a la educación de Jesucristo, se ha convertido en el custodio del tesoro más precioso de Dios Padre, y ha sido constantemente venerado por el pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, como protector del cuerpo místico, que es la Iglesia.

En la Iglesia católica, los fieles han manifestado siempre una devoción ininterrumpida hacia San José y han honrado de manera constante y solemne la memoria del castísimo Esposo de la Madre de Dios, Patrono celestial de toda la Iglesia, hasta tal punto que el ya Beato Juan XXIII, durante el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, decretó que se añadiera su nombre en el antiquísimo Canon Romano.

El Sumo Pontífice Benedicto XVI ha querido acoger y aprobar benévolamente los piadosos deseos que han llegado desde muchos lugares y que ahora, el Sumo Pontífice FRANCISCO ha confirmado, considerando la plenitud de la comunión de los santos que, habiendo peregrinado un tiempo a nuestro lado, en el mundo, nos conducen a Cristo y nos unen a Él.

Por lo tanto, teniendo en cuenta todo esto, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice Francisco, gustosamente decreta que el nombre de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, se añada de ahora en adelante en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición típica del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Bienaventurada Virgen María, como sigue:


- en la Plegaria eucarística II: «ut cum beáta Dei Genetríce Vírgine María, beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»;

- en la Plegaria eucarística III: «cum beatíssima Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»;

- en la Plegaria eucarística IV: «cum beáta Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum Apóstolis».

Por lo que se refiere a los textos redactados en lengua latina, se deben utilizar las fórmulas que ahora se declaran típicas. La misma Congregación se ocupará de proveer, a continuación, la traducción en las lenguas occidentales de mayor difusión; la redacción en otras lenguas deberá ser preparada, conforme a las normas del derecho, por la correspondiente Conferencia de Obispos y confirmada por la Sede Apostólica, a través de este Dicasterio.
No obstante cualquier cosa en contrario.

Dado en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el día 1 de mayo del 2013, memoria de San José Obrero.

ANTONIO, CARD. CAÑIZARES LLOVERA
Prefecto

ARTURO ROCHE
Arzobispo Secretario

lunes, 27 de mayo de 2013

El primer día de la semana

Quizás ya conozcas o hayas escuchado o leído algo referente al domingo, en cuanto día del Señor. Sin embargo siempre es bueno repasar el tema para sacar nuevas orientaciones que nos animen revalorizar el  día domingo. Te invito a leerlo:

«El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho» (Gn 2, 2-3).

«Cuida de santificar el día sábado, como Yavé, tu Dios, te lo manda. Seis días tienes para trabajar y hacer tus quehaceres. Pero el día séptimo es el Descanso en honor de Yavé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu servidor, ni tu sirvienta, ni tu buey, ni tu burro u otro de tus animales. Tampoco trabajará el extranjero que está en tu país. Tu servidor y tu sirvienta descansarán así como tú, pues no olvides que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, de la que Yavé, tu Dios, te sacó actuando con mano firme y dando grandes golpes; por eso Yavé, tu Dios, te manda guardar el día sábado» (Deu 5, 12-15).

Si Dios descansó y el tercer mandamiento dice «Acuérdate del sábado para santificarlo» (Éx 20, 8), ¿por qué los cristianos santificamos el domingo y lo consideramos el día del descanso? Y en todo caso, ¿cuándo ocurrió el cambio?

Ambas preguntas están respondidas en la Carta Apostólica Dies Domini, de 25 de mayo de 1998, en la que Juan Pablo II quiere llamar la atención de la Iglesia acerca del sentido y el valor del domingo. Invito a todos a leerla, y mientras tanto, trataré de resumir las respuestas a ambas cuestiones.

Los cuatro Evangelios coinciden en ubicar la resurrección del Señor en «el primer día de la semana» (Mt 28, 1; Mc 16, 1-2; Lc 24, 1; Jn 20, 1.19)Es notable la insistencia en subrayar que los acontecimientos pascuales tuvieron lugar ese "primer día", "el mismo día": la resurrección de Jesús, la manifestación a los suyos, la aparición a los discípulos de Emaús, el don del Espíritu Santo, e incluso la aparición a Tomás, «ocho días después», es decir, el domingo siguiente... (cf. Jn 20, 19. 26-27; Lc 24, 13).

Para los judíos (y también por supuesto para los cristianos) el primer día era y es el día del inicio de la creación (Gn 1, 1-3). Por lo tanto, Cristo, al resucitar «el primer día», indica que comienza una nueva creación, un mundo nuevo. Así lo testimonian las oraciones que reza el Celebrante en la Solemne Vigilia Pascual: "Dios que de modo maravilloso creaste al hombre y más maravillosamente lo redimiste..." (es decir: 'lo creaste y lo re-creaste'): "que tus redimidos comprendan que la creación del mundo hecha al comienzo, no es obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo... ". Marcos y Mateo señalan que había «pasado el sábado» (Mt 28, 1; Mc 16, 1)Se trata de algo más que una mera indicación cronológica. Es una manera de decir que el mundo "viejo" había pasado, porque la Pascua de Cristo inaugura un mundo "nuevo". Y esa novedad debía manifestarse también en el culto.

La analogía entre el primer día del Génesis y el primer día en que Cristo resucitó se hace aún más profunda si consideramos dos cosas: a) El "sexto día" del Génesis tuvo lugar la creación del hombre, y de la mujer, sacada de su costado mientras aquel dormía; también el "sexto día" ( = Viernes Santo), del costado abierto del Hombre Nuevo, "dormido en la cruz", salió «sangre y agua» (Jn 19, 33-34), que ya los Santos Padres consideraron como un signo admirable de la Iglesia, Esposa de Cristo; b) El "séptimo día" del Génesis, Dios descansó; también el "séptimo día" ( = Sábado Santo) Cristo descansó... en el sepulcro. Pero después del descanso, viene la acción: «Este es el día en que actuó el Señor», canta el salmo 117, que la Iglesia refiere naturalmente al domingo.

Según los testimonios de la Escritura, la Iglesia naciente tuvo conciencia enseguida de que, así como la resurrección de Cristo es el centro de la fe cristiana (cf. 1 Cor 15, 12-25), así también el «primer día de la semana» (1 Cor 16, 2) tiene un significado especial en relación con el culto cristiano. No olvidemos que la Primera Carta a los Corintios data del año 56 ó 57, es decir, es más antigua que los Evangelios.

(Fuente: Mercabá.org)

martes, 14 de mayo de 2013

El altar - lugar central del templo


El altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía, representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo, presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. "¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?", dice S. Ambrosio (sacr. 5,7), y en otro lugar: "El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está sobre el altar" (sacr. 4,7). La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones. Así, la Iglesia de Roma ora en su anáfora:

Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición. (Plegaria Eucarística I).
 
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de mayo

Intención General: Que quienes administran justicia actúen siempre con integridad y recta intención.
Intención Misionera: Que los seminarios, especialmente los que se encuentran en iglesias de misión, formen pastores según el Corazón de Cristo, dedicados por entero al anuncio del Evangelio.

viernes, 5 de abril de 2013

Intenciones del Santo Padre para el mes de abril

Intención General: Que la celebración pública y orante de la fe sea fuente de vida para los creyentes.
Intención Misionera: Que las iglesias locales de los territorios de misión sean signos e intrumentos de esperanza y de resurrección.

martes, 26 de marzo de 2013

Una mirada litúrgica al Jueves Santo


No está de más conocer el significado de los ritos litúrgicos propios de las celebraciones del Jueves Santo. Te invito a conocerlos o recordarlos.

Jueves Santo es el día de los sacerdotes, de los sacramentos, de la Eucaristía, del amor fraterno. Es también el día -la noche, mejor- de la agonía de Getsemaní y comienzo definitivo de la Pasión y de la Pascua.

En principio, el Jueves Santo tiene dos misas: la matinal, que es la Misa Crismal, y la vespertina que es la Misa en la Cena del Señor. No caben otras celebraciones ni se puede cambiar el citado orden. Con todo, dado que la Misa Crismal solo puede oficiarla el obispo y habida cuenta de los otros quehaceres pastorales de ese día, la Misa Crismal puede adelantarse a otra fecha, siempre lo más cercana posible a la Pascua.

La Misa Crismal debe, en principio, oficiarse en la catedral de la diócesis y ser presidida por el obispo diocesano. Es celebración eminentemente sacerdotal y debe visibilizar la comunión del obispo con su presbiterio. También están llamados a participar en ella los fieles, con quienes obispo y sacerdotes comparte el llamado sacerdocio común que se deriva del bautismo.

Se llama Misa Crismal porque el obispo bendice y distribuye por arciprestazgos o zonas pastorales los óleos que consagra antes del ofertorio de esta Eucaristía. Son los óleos sacramentales de los enfermos (sacramento de la Unción), de los catecúmenos (sacramento del Bautismo) y del crisma (sacramento del Orden Sacerdotal). La Misa Crismal es así -por decirlo coloquial y gráficamente- la Misa sacerdotal y sacramental por excelencia.

La Eucaristía ha de ser solemne y participada. En ella, como excepción dentro del tiempo litúrgico de Cuaresma, se canta el Gloria. Los ornamentos sagrados son blancos. Tras la liturgia de la Palabra, homilía incluida en la que el obispo exhorta a los sacerdotes a la fidelidad al ministerio recibido, tiene lugar la renovación de las promesas sacerdotales. El obispo formula tres preguntas a sus presbíteros. En la primera, pregunta sobre la voluntad de renovar, en general, las promesas sacerdotales; en la segunda, sobre la identificación con Jesucristo; y en la tercera sobre el ejercicio presbiteral de los oficios de enseñar, regir y santificar confiados por la ordenación a los sacerdotes. El rito de la renovación de las promesas sacerdotales concluye con unas oraciones y preces dialogadas entre el obispo y la asamblea.

Otro elemento propio y de gran belleza y significado de esta celebración de la Misa Crismal es el prefacio. En él se expresa el paralelismo entre el sacerdocio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y la vida y ministerios de los presbíteros, prolongadores y servidores de este único sacerdocio. Con la Misa Crismal concluye el tiempo litúrgico de Cuaresma y comienza el interregno al tiempo de Pascua que es el llamado Triduo Pascual.

La Misa de la Eucaristía, la misa de las Misas

La misa vespertina del Jueves Santo es la llamada misa vespertina en la Cena del Señor. Actualiza y conmemora la Ultima Cena de Jesús. Ha de haber en las parroquias y comunidades una única misa de la Cena del Señor. No puede haber celebraciones sin pueblo. La hora de la misma, en la medida de lo posible, se ha ajustar al final de la tarde. Las vestiduras son blancas. Es la misa de la Eucaristía, la misa de las Misas.

Los ejes litúrgicos y bíblicos de la celebración son tres: la evocación de la pascua hebrea, la celebración de la Ultima Cena y la expectación de la cruz. En este sentido, el ritmo celebrativo de la Misa en la Cena del Señor nos va llevando, por este orden, a los misterios que forman parte de su identidad.

Tras los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra -con tres lecturas más salmo responsorial- y la homilía, llega el rito del lavatorio de los pies, cuyo relato evangélico joanico  ha sido proclamado en el Evangelio de esta misa. Mediante el lavatorio de pies se expresa una de los legados capitales de la Ultima Cena del Señor: el mandato del amor fraterno. La caridad ha de ser el distintivo esencial del cristianismo. El lavatorio de los pies habla de caridad y de servicio, habla del nuevo orden instituido por Jesucristo. El lavatorio de los pies simboliza el corazón y el alma de la fe y de vida cristiana.

La Eucaristía prosigue su ritmo habitual hasta los ritos finales, hasta el alba de su finalización. La misa no concluye como las demás. Tras la oración de la postcomunión, el sacerdote inciensa las formas consagradas que no han sido consumidas -se ha de prever esta circunstancia en orden a la procesión y reserva eucarísticas y en orden a la distribución de la comunión en los oficios del Viernes Santo- y procede a trasladarlas solemnemente hasta el llamado monumento, en sagrario o en capilla adicional preparada al efecto. Esta procesión eucarística ha de estar acompañada de cánticos apropiados. Es la exaltación de la Eucaristía y la preparación a la vigilia del Viernes Santo. Mediante esta procesión, el pueblo fiel rememora y hace suyo el camino jerosolimitano de Jesús desde el monte Sion donde celebró la Ultima Cena hasta el monte de olivos, donde se retiró en oración y en agonía.

Este preludio ya inmediato del Viernes Santo es conmemorado habitualmente con la praxis de la Hora Santa u otras celebraciones y vigilias similares, transidas del rico contenido ya vivido y celebrado del Jueves Santo y con la mirada dirigida hacia el Calvario, hacia la Cruz.

(Fuente: Revista Ecclesia)

 

jueves, 21 de marzo de 2013

Algo sobre la Misa Crismal


 

En la recta final del camino cuaresmal, al aproximarse ya el Triduo Pascual, resulta oportuno compartir esta reflexión sobre la Misa Crismal, que si bien no forma parte del Triduo Pascual, por su significación, descubriremos la incidencia que tiene en la vida de cada Iglesia particular. Lamentablemente esta celebración no suele tener, por diversos motivos, la repercusión que se merece, en las vidas y costumbres del pueblo de Dios. Valdría la pena que nosotros, podamos disfrutar plenamente la riqueza que ofrece esta Misa y compartirla con los que nos rodean.
1. Haremos un poco de historia.  Esta celebración, como ya dijimos no pertenece al Triduo Pascual y durante siglos había sido característica del Jueves Santo en las Catedrales. En Roma en la liturgia papal, no había una misa especial: el Papa bendecía los óleos y consagraba el crisma en su única Eucaristía, la misa vespertina.
En los últimos siglos prácticamente había desaparecido, ya que la eucaristía del Jueves se celebraba por la mañana, entonces la Crismal no tenía un lugar y la bendición de los óleos se hacía en las catedrales dentro de la única eucaristía.
En el año 1955 al pasar la eucaristía del jueves a la hora de la tarde, quedó de nuevo libre la mañana para restaurar la Misa Crismal.
Esta Misa se ha ido configurando entre los años 1955 y 1970, en varias etapas y con varias dimensiones temáticas:
- La bendición de los óleos.
- La concelebración del clero con su Obispo, en una «fiesta sacerdotal» que incluye la renovación de las promesas sacerdotales.
Estos dos aspectos tienen un significado interesante dentro del conjunto de la vida de la Iglesia, aunque debemos dar mayor relieve a la bendición de los óleos y a la consagración del Crisma, que al segundo aspecto.
La Misa Crismal se puede adelantar a otro día cercano a la Pascua, dado que el jueves resulta a veces difícil reunir a todo el clero.[1][2]
2. Significado de esta Misa: Esta celebración tiene en sus textos diversas resonancias teológicas y eclesiales que solamente la nombraremos, ya que más adelante haremos una breve catequesis.
Las nombramos:
- Los sacramentos emanan de la Pascua del Señor o sea del Resucitado que desde su existencia pascual nos quiere comunicar su vida nueva por esta mediación de los sacramentos, aquí está el sentido profundo del contexto y el momento en el cual se celebra esta Misa.
- Los textos mismos de la Misa nos ofrecen la mejor catequesis sobre el crisma y los óleos como materia de la gracia sacramental. Es decir lo que hace visiblemente el aceite -suavizando, embelleciendo, fortaleciendo, curando- lo haga invisiblemente la gracia del Espíritu en la vida sobrenatural del cristiano.
- En esta celebración se pone de manifiesto que el Obispo es el centro de la vida espiritual de la diócesis. El Obispo es el pastor de la diócesis. El por la plenitud del sacerdocio es quien erige los lugares de culto, el que ordena a los ministros, el que anima y regula la vida sacramental.
- Pablo VI quiso dar a esta Misa un tono sacerdotal, como manifestación de la comunión existente entre el Obispo y sus presbíteros en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo, a esto se añadió en el año 1969 la renovación de las promesas sacerdotales que se hace en esta Misa.
3. Una breve catequesis que espero nos ayude y anime a participar de esta celebración que a veces está como ajena al Pueblo de Dios, nos ayudará también a fortalecer la espiritualidad de comunión eclesial que estamos llamados a vivir. La compartimos:
El miércoles santo es el penúltimo día de Cuaresma y como cada año y en cada Iglesia particular, el Obispo, que tiene la responsabilidad de la mediación sacramental de la Iglesia, se dispone a preparar los sacramentos de la Pascua, para eso nos reunimos los presbíteros, que concelebramos con él, los diáconos y todo el pueblo fiel.
El misterio que celebramos es la unción mesiánica de Jesús, a ella hacen referencia las lecturas, el prefacio, las oraciones de bendición de los óleos. Es Cristo, el Ungido quien nos convoca y centra nuestra atención. Él se apropió de las palabras del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret. Lo vamos a escuchar en la primera lectura y en el evangelio. Movido por el Espíritu, se ofreció al Padre, en una acción sacerdotal plena, no de un rito vacío sino existencial. Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu y la unción de su Espíritu se nos ha comunicado a todos nosotros, quienes somos, por este motivo, casa real, pueblo sacerdotal, profetas de las maravillas de Dios.
Cristo el ungido sigue siendo el protagonista de esta eucaristía y de todos los sacramentos de la Iglesia, así lo quiso, por él somos enviados nosotros, sus ministros; él bautiza cuando uno bautiza; él conforta a los enfermos que el sacerdote unge; él santifica y sella con el Espíritu a los miembros de la Iglesia.
Las unciones son uno de los medios más elocuentes que tiene la Iglesia para significar y comunicar eficazmente a los creyentes la unción de Cristo. El aceite es también uno de los elementos naturales con más riqueza de utilización: alimento, medicina, masajes, embellecimiento. La unción es penetración, integración en la persona.
La tradición bíblica tiene una larga historia del olivo y de las unciones: hoy haremos memoria de ellas. El ramo de olivo le anuncia a Noé el final del diluvio, y así el olivo se convierte en símbolo de retorno a la paz, recuerdo de la primitiva creación. Las unciones han servido tradicionalmente para simbolizar la toma de posesión de una persona por parte de Dios.
Los óleos, sobre los que se invocarán la bendición de Dios, imponiendo las manos como en la invocación eucarística, serán los elementos que se utilizarán para celebrar los sacramentos en toda nuestra arquidiócesis, a partir de la Pascua de este año hasta la próxima. Son, símbolo de la nueva creación que se inicia con Cristo el primer Resucitado entre los muertos.
El óleo da vigor a nuestro cuerpo, el que, en manos del Médico divino, usaremos los sacerdotes, cuando nos llamen los hermanos enfermos. Actualizando entonces la oración de la fe que hoy hacemos junto con nuestro Obispo, para comunicar la gracia del Espíritu, que los va a confortar.
Es el óleo de la agilidad y de la fortaleza en el combate, con el que ungiremos a los catecúmenos para significarles la asistencia desde los comienzos de la lucha de la vida cristiana, para que resplandezca en su vida la victoria pascual de Jesús.
Finalmente, es el crisma, mezcla de aceite y perfume, instrumento de las bendiciones divinas, perfume de fidelidad al evangelio, con el que ungiremos todo lo que tenga que asimilarse al Ungido por el Espíritu, Cristo Jesús.
Podemos afirmar, sin miedo, que participando de esta celebración, nosotros preparamos desde ahora nuestras visitas a los enfermos, nos comprometemos a ayudar a los cristianos en el combate de la fe y nos hacemos colaboradores y ministros de la acción del Espíritu que lo renueva y lo santifica todo.
Finalmente, esta celebración, por voluntad del Papa Pablo VI, se ha convertido en un acontecimiento espiritual para los presbíteros. Es cierto que nosotros, como hermanos entre los hermanos, renovamos nuestra identidad cristiana en la Noche santa de Pascua, haciendo la renuncia y la profesión de fe con todos los fieles. Pero hoy antes de comenzar el Triduo, el Obispo nos pide un particular testimonio público y explícito de nuestra decisión de permanecer fieles al ministerio que se nos ha confiado.
En nuestras comunidades, en la Vigilia Pascual, nosotros seremos los que dirigiremos las preguntas a nuestros hermanos. Hoy, es nuestro Obispo, quien nos pregunta a nosotros, quien nos confía y se confía a sí mismo, a la oración de la comunidad.
En medio de un pueblo, todo él ungido por el Espíritu, nosotros hemos recibido, por la imposición de las manos y la invocación del Espíritu Santo, el carisma del ministerio ordenado. Por él hemos sido puestos en nombre de Cristo ante los hermanos. Esto es lo que compromete nuestras vidas.
4. Para concluir, tratemos de vivir esta eucaristía, cada uno conforme a la vocación a que Dios le llamó en la Iglesia y que se establezca entre nosotros aquella corriente vivificante, que une el sacerdocio ministerial con el sacerdocio común de los fieles, en una alabanza común a Cristo y por Él. Con Él y en Él al Padre misericordioso, en la unidad del Espíritu Santo, que nos penetra a todos en una unción espiritual.
(Fuente: Arquid. de Salta)

 



 

jueves, 14 de marzo de 2013

La primera homilia del nuestro papa Francisco


Texto completo de la primera homilía del Papa Francisco

(Santa Misa por la Iglesia con los cardenales en la Capilla Sixtina)

En estas tres Lecturas veo algo en común: el movimiento. En la Primera Lectura el movimiento es el camino; en la segunda Lectura, el movimiento está en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento está en la confesión. Caminar, edificar, confesar.

Caminar. Casa de Jacob: “Vengan, caminemos en la luz del Señor”. Esta es la primera cosa que Dios dijo a Abraham: “Camina en mi presencia y sé irreprensible”. Caminar: nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, la cosa no funciona. Caminar siempre, en presencia al Señor, a la luz del Señor, tratando de vivir con aquel carácter irreprensible que Dios pide a Abraham, en su promesa.

Edificar. Edificar la Iglesia, se habla de piedras: las piedras tienen consistencia; las piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la esposa de Cristo, sobre aquella piedra angular que el mismo Señor, y con otro movimiento de nuestra vida, edificar.

Tercero, confesar. Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiríamos en una ONG (Organización No Gubernamental) de piedad, pero no en la Iglesia, esposa del Señor. Cuando no caminamos, nos detenemos. Cuando no se construye sobre la piedra ¿qué cosa sucede? Pasa aquello que sucede a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena, todo se desmorona, no tiene consistencia. Cuando no se confesa a Jesucristo, me viene la frase de León Bloy “Quien no reza al Señor, reza al diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.

Caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es así de fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar a veces hay sacudidas, hay movimiento que no es justamente del camino: es movimiento que nos echa para atrás.

Este Evangelio continúa con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: “Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de Cruz. Esto no cuenta”. “Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz”. Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos Discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.

Quisiera que todos, luego de estos días de gracia, tengamos el coraje – precisamente el coraje – de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que ha sido derramada sobre la Cruz; y de confesar la única gloria, Cristo Crucificado. Y así la Iglesia irá adelante.

Deseo que el Espíritu Santo, la oración de la Virgen, nuestra Madre, conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar Jesucristo. Así sea.