miércoles, 20 de febrero de 2008

EL LECTOR - PROCLAMADOR DE LA PALABRA

Como te lo había anticipado, te presento este trabajo que he utilizado con éxito en muchos encuentros de preparación de lectores para la celebraciones litúrgicas. Espero que te sea de utilidad al momento de servir a tus hermanos en el ministerio del lector. 1. Proclamación de la Palabra. ¿Cómo debo leer la Sagrada Escritura en público? ¿Cómo mantengo mi seguridad y sinceridad al proclamar? ¿Cómo puedo leer naturalmente y, a la vez, proyectar la voz hacia toda la asamblea? La bendición que el obispo y el sacerdote da al diácono antes que éste proclame el evangelio, puede servir como respuesta a las preguntas anteriores. “El Señor esté en tu corazón y en tus labios para que anuncies digna y competentemente su santo evangelio” 2. Lee las tres lecturas. El evangelio nos da muy a menudo una idea de cómo debe leerse la primera lectura. Lee también los comentarios que tengas a mano. En estos encontrarás ideas para ayudarte a interpretar mejor lo que vas a leer. Cada vez que reces en la semana, relaciona tu oración con las lecturas que proclamarás el domingo. Recuerda que proclamar la Palabra es un ministerio. 3. Hazte transparente. Estos apuntes quieren ayudarte a fin de afirmar y resaltar tu capacidad interpretativa. Pero esto no quiere decir que la atención del oyente en la asamblea ha de estar dirigida hacia ti, porque lo más importante es la Palabra que proclamas. Como la música bella, la proclamación bien hecha es un arte. Los mejores actores aspiran a la “transparencia”, es decir, a perderse detrás del papel que interpretan. El mejor actor se destaca de los demás en cuanto que, durante su actuación, el público no le ve a él sino al personaje que interpreta, a esto se refiere el término “transparencia”. Y esa debe ser tu actitud como lector, meta que alcanzarás si empleas correctamente las técnicas de la interpretación, en vez de ignorarlas. Un lector tedioso o desaliñado, incapaz de diferenciar entre los personajes que interpreta, que lee con un ritmo demasiado acelerado o lento, desganado, que no sabe resaltar las descripciones más hermosas de un pasaje, que adopta un tono “monótono”, sin variar la voz para culminar una inflexión descendente o seguir adelante con un tono ascendente cuando es necesario, que no hace las pausas adecuadas, ese lector llama la atención hacia si mismo, ese lector es como una pared. La asamblea ve exclusivamente su persona y no puede ver más allá, en cambio, el lector verdaderamente comprometido, que emplea las técnicas más efectivas para darle vida a la lectura, es una ventana por la cual la asamblea puede ver más allá de lo inmediato. La asamblea puede seguir viendo la presencia del lector pero se olvida de ella y entra en el mundo que éste, con su voz, ha dibujado para ella. 4. El énfasis. No todas las palabras tienen el mismo valor. Algunas son más importantes que otras. Ciertas palabras expresan un sentimiento con mayor intensidad o están cargadas de emoción. Debes descubrir las palabras clave de una oración, las que trasmiten el significado de una frase. Estas expresan la acción y el efecto o resultado de algo. Los sustantivos son de suma importancia. Los adjetivos y los adverbios son palabras descriptivas que aportan color a la frase. En castellano ponemos más énfasis en los adjetivos, que ayudan a resaltar el sentido de la frase y aclarar el mensaje del autor. El contexto de la frase determina dónde se pone el énfasis, pero también es importante que se siga el ritmo natural de la frase y que se dé a las palabras un énfasis acorde con el ritmo natural. Ejemplo: “Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón”, sigue el ritmo natural de la frase y respeta la variedad. Las preposiciones no reciben énfasis por lo general, a menos que se esté tratando de subrayar una dirección o marcar un tiempo. Puedes modificar el énfasis cuando consideres necesario, pero asegúrate de entender bien lo que estás haciendo. Es verdad que no existe una manera exclusiva de acentuar un texto. Proclamarás con más éxito cuando respetes la intención del autor, dándole actualidad a las palabras y preservando, a la vez, su significado original. 5. Palabras cuyo sonido refleja el significado. Estas palabras exigen un énfasis especial. El sonido de ciertas palabras, como: “brotará”, “se burlaron”, “desolado”, refleja su significado; el autor las ha elegido para expresar con más fuerza cierto sentimiento particular. Respeta la función de estas palabras. No se lee de la misma manera: “para enfrentar esta angustia”, que para enfrentar esta preocupación”. 6. Unidades de pensamiento. Muchas oraciones expresan más de una idea. Cuando se juntan muchas palabras, es fácil que el sentido de la oración se vuelva borroso y que las ideas no se puedan distinguir unas de otras. La puntuación guía el ojo del lector, no el oído, y a veces no indica correctamente qué palabras han de leerse en grupo y qué palabras o frases hay que separar con una pausa. Como lector, debes fijarte en esas unidades de pensamiento y emplear la voz de manera que se note la diferencia entre ellas. El oyente depende totalmente de ti y de la manera que organizas las ideas. 7. Pausas. Todas las pausas no tienen el mismo valor. Las pausas no son momentos “muertos”. Hay pausas que sirven para crear anticipación, crean un silencio que dice: “algo va a pasar”. Las pausas te ofrecen la oportunidad de conectar lo que acabas de leer con el pensamiento que sigue. Cuando llegues a una pausa, piensa que en su lugar hay una palabra o frase conjuntiva, como: “y entonces” o “sin embargo” u otra frase que se aplique al contexto. Sólo la práctica te permitirá determinar cómodamente la extensión de las pausas y llenarlas correctamente. Más pausas de las necesarias resultan una lectura irregular, cortada, mientras que pocas pausas provocan amontonamiento de palabras que pueden resultar incomprensivas. Haz siempre una pausa alargada después de decir: “Lectura de….”, y lo mismo al finalizar el texto y antes de decir “Palabra de Dios”. Esta última frase es muy importante y debe decirse con la mayor expresividad. 8. Alargamiento y continuación. Normalmente, al final de la frase, se hace una pausa que va acompañada de una entonación descendente, es decir: se baja la voz en un tono que indica final o conclusión: p.ej. “En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: escuchen esta comparación del Reino de Dios”. Sin embargo, a veces, se requiere un tono ascendente al final de la frase, se tal forma que se suba un poco el tono de la voz y se dé lo que se llama “alargamiento”. El alargamiento requiere que la palabra se extienda y que se dé una conexión sutil entre dos frases: la de la palabra de alargamiento y la que sigue: p.ej. “Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas”. 9. Los personajes. La mayor parte de las Escrituras están pobladas de diversos personajes que se destacan por su personalidad y comentarios. Como cada personaje es distinto, cada uno tiene su voz individual y al interpretarlo debes comunicar esa individualidad. Cuando ensayas cada lectura, familiarízate con los pensamientos y sentimientos de esos personajes y con aquello que los motiva a actuar de una manera determinada. El lector más eficaz es capaz de transmitir el carácter individual de cada personaje y no confundirlos todos. 10. El narrador. El narrador es muy a menudo el eje de la lectura. La voz que le pones, el timbre, tono, ritmo y fuerza pueden evocar diferentes sentimientos, y hasta darle otros sentidos a sus palabras. En algunos casos el narrador es objetivo: capaz de desaparecer emocionalmente de la situación que describe, p.ej. “dijo Jesús a sus discípulos”. Pero lo más común es que el narrador exprese un punto de vista subjetivo y comunique un interés emocional y personal respecto a los acontecimientos y personajes: p.ej. “Al ver Jesús el llanto de María y de todos los judíos que estaban con ella, se conmovió hasta el alma”. Haz tuyo el punto de vista del narrador, y analiza por qué él desea contar cierta historia. 11. Citas indirectas. Algunos trozos narrativos adoptan el carácter de un diálogo. El narrador puede estar transmitiendo a los oyentes las palabras de un personaje sin citarlas directamente. Cuando ocurra esto, lee esas citas indirectas, no desde la perspectiva del narrador sino desde la perspectiva del personaje que las dijo. Ejemplo, cuando el evangelio dice: “Debido a eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo”, puedes mostrar enojo y perturbación con tu voz al leer: “lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo”, tal como lo haría Pedro. 12. El comienzo y el final. Cada lectura tiene tres momentos críticos: el comienzo, el momento culminante y el final. Al comenzar es muy importante que mires a la asamblea y establezcas contacto visual con ella, respires hondo, y luego sí, digas: “Lectura de….”. Inmediatamente te detienes por dos o tres segundos y comienzas con la lectura. Al llegar a las últimas palabras del texto, prepara su culminación disminuyendo el ritmo de lectura, de modo que sea evidente su conclusión. Al terminar la lectura establece nuevamente contacto visual con la asamblea mirándola fijamente. Luego de dos o tres segundos pronuncia, de memoria, la frase: “Palabra de Dios”. Estas palabras nunca deben tomar por sorpresa a la asamblea. Sigue mirando atentamente a la asamblea hasta que haya pronunciado la respuesta: “Te alabamos, Señor”. Luego, sí, baja tranquilamente del ambón. 13. Contacto visual. Por medio del contacto visual estableces una conexión con los oyentes. Cuando los miras, ellos están confiados que reconoces su presencia y de que estas allí por y para ellos. El contacto visual confirma que estás consiente de los oyentes y les comunicas tu deseo de compartir la Palabra de Dios con ellos. Esta acción de bajar la vista al texto y subirla mirando a la asamblea, jamás debe parecer automática, exagerada o incómoda. Es preferible mirar a la asamblea con menos frecuencia pero con más fijeza, que mirar a menudo pero sin uniformidad. 14. Ritmo. ¿Cómo se determina el ritmo? ¿Cuándo se acelera o se retarda la lectura? Todo depende de lo que lees, a quienes y donde. Mientras más grande sea el templo, más lleno de fieles, y más complicada sea la lectura, más importante será leer lento. Si te equivocas, es preferible leer a paso lento que acelerado. Recuerda que los oyentes no han estudiado el texto y que para ellos es algo nuevo. Leerás mesuradamente si lees ideas y conceptos y no meras palabras, si compartes imágenes y no sólo oraciones. Piensa las ideas (como si lo hicieras por primera vez) y mira las imágenes con tu propia mente antes de compartirlas con la asamblea. Cuando conversas con una persona, no te pones a recitar ciegamente una lista de ideas o argumentos que apoyan tu posición. Más bien, surgen una por una en tu mente, y este proceso requiere tiempo. Así, por tanto, has de leer las ideas de Jesús o las discusiones de Pablo, con calma. Asimismo, debido a que el diálogo es una imitación de una conversación verdadera, usualmente se lee a paso más acelerado que el que se usa en la parte narrativa de la historia. Si el sistema acústico amplificador del templo produce eco, tendrás que retardar el ritmo más de lo normal. Ten muy presente lo que sigue: el ritmo es un elemento indispensable para la comprensión del texto que se proclama; es la manifestación externa del dinamismo interno del pasaje. De ahí que sea necesario equilibrar diversos movimientos en una lectura. El lector, desde la primera frase, debe imponer atención por medio de una voz sosegada y firme, que anuncia y transmite un mensaje. Una lectura demasiado rápida se hace incomprensible, pues obliga a hacer un esfuerzo mayor. Por el contrario, la excesiva lentitud provoca apatía y somnolencia. La estructura del texto es la que impone el ritmo, pues no todo tiene la misma importancia dentro del conjunto. Se puede leer más aprisa un pasaje que tiene menor importancia, y dar un ritmo más lento a las frases que merecen un mayor interés. La puntuación debe ser escrupulosamente respetada. Las pausas del texto permiten respirar al lector, y ayudan al auditorio a comprender plenamente lo que se está leyendo. 15. Articulación y tono. La lectura debe llegar a la asamblea sin que se pierda una palabra o una sílaba. Al leer se debe abrir la boca lo suficiente para que se escuchen perfectamente todas las vocales, y para que las consonantes se hagan sentir con nitidez. Las frases o palabras que forman grupo, deben ser leídas sin interrupción para no romper el sentido del conjunto. Al texto hay que darle vida. Aunque la lectura se haga con claridad, se puede caer en la monotonía. Esto se evita con el tono y el ritmo que se den a la lectura. Es preciso huir de la voz monocorde y del “tonito”. Las interrogaciones y los paréntesis en el texto son una buena ocasión para subir o bajar la voz. Por otra parte, la acústica del templo impone ciertas condiciones al lector. Tan molesta puede resultar una voz hiriente, que grita, en un templo pequeño, como una voz apagada y mortecina en un templo grande. 16. Leer con expresión. El lector debe identificarse con lo que lee, para que la palabra que transmite surja viva y espontánea, captando a los oyentes, y penetre en el corazón del que escucha. Para que la lectura sea expresiva, el lector tiene que procurar leer con: Sinceridad: es decir, sin condicionamientos, hinchazón, o artificios. Claridad y precisión: conduciendo al oyente hacia el contenido, sin detenerse en las palabras. Recogimiento y respeto: como corresponde a una acción sagrada. 17. La pronunciación. Antes de leer frente a la asamblea, debes ensayar a solas frente al espejo. Practica la pronunciación varias veces recordando que el idioma castellano es silábico, es decir, que cada sílaba se pronuncia claramente distinguiendo las vocales. Si te resulta difícil de pronunciar una palabra, divídela en sílabas y empieza a pronunciar desde la final hacia el principio. P.ej. Tesalonicenses: Dí: “sences” (tres veces); “ni-cen-ces” (tres veces); “sa-lo-ni-cen-ces” (tres veces); “Te-sa-lo-ni-cen-ses” (tres veces o más); Repite despacio cada parte hasta que te sientas cómodo diciendo la palabra a ritmo normal. 18. Errores comunes. Si por alguna razón te pierdes en un versículo, pronuncias mal alguna palabra o interrumpes la lectura, haz una pausa corta, tranquilízate y repite el texto pronunciado mal. 19. Tu presencia. Vístete con recato, ya que no deseas llamar la atención hacia tu manera de vestir, sino hacia la Palabra que vas a proclamar. Tu figura o la disposición de tu cuerpo es parte integrante de la proclamación. Asegúrate de que tu presencia refleje lo que proclamas, porque al hablar, tu persona y la Escritura se convertirán en uno. No dejes que tu postura en el ambón o tu figura contradigan las buenas noticias que proclamas. 20. Estudia las lecturas que vas a proclamar. • Medita sobre las lecturas, durante la semana, antes de proclamarlas. • Profundiza en el conocimiento del texto que proclamarás. Consulta un comentario bíblico para entenderla mejor. • Acompaña este estudio con la oración. • Toma en cuenta el género literario del texto. Es importante saber si es profético, lírico, narrativo, meditativo, o si es una súplica. • No trates de imponer tus propios sentimientos en la lectura; intenta manifestar el contenido del texto según la intención del autor. • Practica en tu vida diaria, las enseñanzas de la lectura. 21. Al momento de la lectura. Antes que te toque leer, escucha al otro lector, pon atención en su manera distinta de proclamar; imagina que eres tu el que habla. Cuando el otro lector termina de leer, respira profundamente y cálmate. Al llegar al micrófono, asegúrate que esté a la altura de tu boca y frente a ella. No lo soples ni lo golpees. Ajústalo con cuidado. Párate derecho/a frente a él sin inclinarte hacia adelante, y distribuye tu peso sobre ambos pies. No te muevas de un lado al otro. Después de dar una mirada confiada a la asamblea, comienza la lectura con voz firme y que capte la atención de todos. Recuerda lo que dijimos al hablar del “comienzo y el final” (Nº 12). 22. Puntos para recordar.  Ensaya siempre antes la lectura en tu casa, y si es posible, también en el templo vacío.  Identifícate con lo que lees. Recuerda las imágenes mientras proclamas la lectura.  Al leer, acuérdate de proyectar la vez desde el pecho, y no dejes que sólo salga de la garganta o por la nariz.  Familiarízate con el micrófono y colócalo al nivel de tu boca, donde la voz adquiere más amplitud. 23. Si te preparas de la manera que te sugerimos aquí, podrás no sólo proclamar la Palabra con dignidad, sinceridad y claridad, sino también orar y celebrar de manera más plena, consciente y activa con toda tu comunidad. Tu participación en la celebración eucarística será fructuosa y tu ministerio de lector será un verdadero servicio a Dios y a la comunidad. Ciertamente podrás decir: “Dios está en mi corazón y en mis labios, y así puedo anunciar dignamente su Palabra”. Para ser un buen lector: Prepara bien la lectura Y sube con compostura Desde tu asiento al ambón. La Palabra que proclamas, Mensaje de Salvación, No es una palabra humana, ¡Es Palabra del Señor! Proclama con alegría, Proclama con buena voz, Dale sentido, pon vida, No defraudes al Autor. Mira al libro y al oyente, Pronuncia con claridad, No corras, que hay mucha gente Que oye con dificultad. Proclama con emoción; Fíjate bien lo que lees, Que se note que tu crees, Ese mensaje de amor.

sábado, 16 de febrero de 2008

EL LECTOR - PROCLAMADOR DE LA PALABRA

Próximamente publicaremos un trabajo relacionado con la preparación de Lectores para las celebraciones litúrgicas. Por ahora, si tienes que leer la Palabra de Dios, ten en cuenta las siguientes indicaciones: * Lee antes toda la lectura. * Fíjate que palabras debes enfatizar. * Distingue los personajes, comunicándoles su individualidad al leer. * Evita al tono monocorde. * Usa la intensificación de la voz para expresar alguna emoción. * Aprende a usar el ritmo para marcar también alguna emoción. (acelerado o lento, según el contexto). * Cada palabra tiene parámetros distintos de: intensidad, ritmo, cadencia, tono, según el lugar que ocupa en la frase. * En un pasaje largo se deben hacer notar las variaciones de ritmo, de tono, e intensidad de la voz para lograr el efecto deseado. * Las palabras clave, aquellas que transmiten el significado de una frase, deben ser descubiertas por el lector al preparar la lectura. Estas deben destacarse por el énfasis al leerlas. * Cuando una oración expresa más de una idea, cada una de éstas deberá ser destacada empleando la voz. * Las pausas tienen distinta duración; muchas pausas hacen una lectura irregular, pocas pausas la hacen incomprensible. * Articular las palabras, sus vocales y consonantes. * Las palabras que forman un grupo se deben leer sin interrupción para no romper el sentido. * ¿Cómo dar vida a la lectura?, con el ritmo, y el tono; de otra manera una lectura puede tener claridad pero ser tediosa y monótona. Entonces, tener en cuenta: Pausas. Énfasis - Intensidad de la voz. Ritmo de lectura. Inflexiones de la voz. Darle expresividad a la lectura: sinceridad, claridad, originalidad, recogimiento y respeto. En el material que publicaremos, encontrarás desarrolladas todas las indicaciones que anteceden y mucho más, con lo que lograrás ser un sincero PROCLAMADOR DE LA PALABRA. Espero tus comentarios.

lunes, 4 de febrero de 2008

APORTES PARA LA MEJOR COMPRENSIÓN Y PARTICIPACIÓN EN LA SAGRADA LITURGIA

1. La comunidad celebrante.

2. El Proclamador de la Palabra.

3. El guía - Los guiones - La oración de los fieles.

4. El equipo de liturgia - El canto en la liturgia.

LITURGIA: ¿Qué se entiende cuando decimos Liturgia? ¿Se puede definir?

Primero veamos qué no es la Liturgia: No es un espectáculo sagrado.

No es el cumplimiento legal de unos ritos.

No es un acto de culto privado.

No es la expresión externa del sentimiento religioso natural.

¿Qué es, entonces, la Liturgia?: Concepto general: Conjunto de gestos y signos que hacen presente

la acción de Dios, y llevan a El las oraciones de la Iglesia.

En este sentido, la liturgia es el punto de encuentro entre Dios y el

hombre.

El Concilio Vaticano II, después de una introducción que sustenta admirablemente la posición teológica de la Liturgia, la define así: “Con razón, entonces, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro”. (SC6).

A partir de allí el Concilio va a poder decir que “la liturgia es la cumbre a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor” (SC10).

“Por tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cuál las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.” (SC10).

De todo lo anterior se deduce también que la liturgia:

· Tiene su idioma o lenguaje: el de los signos, símbolos y gestos.

· Que requiere una clave para su comprensión: la fe y el conocimiento religioso.

· Lo cual supone: la evangelización - el kerigma, la catequesis y la mistagogia.

· ¡CUIDADO, un peligro del lenguaje litúrgico!: la mera exterioridad - el divorcio:

liturgia - vida.

Si el idioma de la liturgia es el de los signos, símbolos y gestos, os obvio decir algo al respecto.

De hecho, toda palabra oral o escrita es un signo. Al decir o escribir mamá o papá, entendemos que significan algo preciso. Pero, además de las palabras, en la liturgia se emplean muchos otros signos y símbolos. Pero cuidado, signo y símbolo no son lo mismo.

El SIGNO: es una señal sensible (es decir que se percibe por los sentidos) que nos trae a la mente otra señal clara, definida, comprensible; por ejemplo las palabras antes mencionadas; las señales de tránsito; el semáforo.

El SIMBOLO: Es un elemento sensible que hace presente una realidad de otro orden, de otro nivel, más intuitivo que racional. (Imagen, figura o divisa con el que se representa un concepto, por alguna semejanza o correspondencia que el entendimiento percibe entre ambos. p.ej. El Ave Fénix = resurrección).

En la liturgia entramos en contacto con realidades trascendentes, como el sentido de la vida, la relación con Dios, la presencia de Cristo, etc. Todo esto está más allá de lo que podamos razonar. Ese es el motivo por cual tenemos que utilizar símbolos, elementos como el agua, el incienso, la luz.

El GESTO: entra también en el concepto del símbolo, como la imposición de manos, unciones, procesiones, etc.

PARTICIPACION.

Asumiendo lo anteriormente aprendido, podemos asumir ahora la realidad de nuestra participación litúrgica. ¿Cómo debe ser esa participación?

El concilio viene en nuestra ayuda, y en diversas oportunidades del documento SC puntualiza que esa participación debe ser: interior, exterior, personal, comunitaria, plena, consciente, activa, fructuosa.

Interior: Enraizada en la fe y obediencia a Dios.

Exterior: Cantos, gestos, actitudes.

Personal: Personalmente convencido.

Comunitaria: Disponibilidad para unirse a los demás.

Plena: Total, con todos los sentidos y capacidades.

Consciente: Comprendiendo.

Activa: Participando

Fructuosa: Con disposición interior para recibir y producir frutos, asumiendo compromisos.

LA ASAMBLEA QUE CELEBRA.

Cada domingo los cristianos nos reunimos para celebrar la Santa Misa o Cena del Señor (1Cor.11,20). Necesitamos reunirnos para reponer fuerzas y nutrirnos de las mesas de la Palabra y del Pan.

“La celebración de la Misa es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, tanto universal como local y para todos los fieles individualmente. En ella, en efecto, culmina la acción por la que Dios, en Cristo, santifica la mundo, y el culto que los hombres tributan al Padre , adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios en el Espíritu Santo”( Misal Romano Nº16).

Esta convocatoria no es: Un cuestión de precepto.

Una devoción privada.

Una cuestión sentimental

Es la convocatoria de quienes comparten la misma fe, y son conscientes que en la celebración de la Misa se perpetúa el sacrificio de la Cruz y que Cristo está realmente presente en la misma asamblea reunida en su nombre, en la persona del sacerdote que preside, en su Palabra, y sustancial y permanentemente, bajo las especies eucarísticas.

La Asamblea Litúrgica: Es la comunidad celebrante que presupone la fe, la cual se manifiesta y se robustece participando de la misma celebración. Esta fe supone ser conscientes de que:

· Es Dios quien convoca a la celebración.

· Él está presente.

· Dios actúa a través de la liturgia.

La asamblea Litúrgica, está por encima de las tensiones que se produzcan en la comunidad y de los valores humanos propios de la misma.

La Asamblea Litúrgica es a la vez, signo de la Iglesia local y universal y de la unidad del Cuerpo Místico de Cristo.

La Asamblea Litúrgica tiene por fin: celebrar la pascua de Cristo, que es fuente de santificación para los participantes y motivo de adoración y acción de gracias al Padre.

La celebración eucarística.

“La Misa se puede decir que consta de dos partes, la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística, tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto. En efecto, en la Misa se prepara la mesa tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles se instruyen y alimentan. Otros ritos inician y concluyen la celebración”. (Misal Romano28).

Ritos iniciales: canto de entrada; beso al altar; incensación del altar; signación; saludo del presidente; monición; acto penitencial; gloria; oración colecta.

Finalidad de estos ritos: (MR46) * Constituir la comunidad.

* Disponerla a escuchar convenientemente la palabra de Dios.

* Celebrar dignamente la Eucaristía.

La participación de la asamblea durante estos ritos es variada. Se pone de pié al comenzar la procesión de los ministros hacia el altar. Se une al canto de toda la comunidad, continuando con ese canto mientras se inciensa el altar. Se signa en nombre de la Santísima Trinidad y responde al saludo del presidente. Es invitada a reconocer sus faltas y pedir perdón. Glorifica a Dios Uno y Trino con el Gloria, y por medio del presidente eleva al Padre por Cristo en el Espíritu Santo sus intenciones, en la oración colecta.

La liturgia de la palabra: Lecturas; AT; Salmo responsorial; Carta del apóstol o narración de los Hechos de los apóstoles; Canto del Aleluya u otro canto previo al Evangelio; Proclamación del Evangelio; Homilía; Credo; Oración de los fieles.

A través de las lecturas bíblicas (MR 55)

· Dios habla a su pueblo.

· Hace presente el misterio de la redención y salvación.

· Brinda el alimento espiritual.

· Cristo se hace presente en medio de su pueblo.

Actitud de la asamblea: una actitud de escucha atenta y veneración a la palabra.

Participación de la asamblea: En el momento de la celebración de la palabra, la asamblea participa a través de: gestos (sentados, de pié); diálogos; cantos; aclamaciones a las lecturas; interviene con el salmo; proclama públicamente la fe; realiza la oración de los fieles con su aclamación a cada una de las intenciones que se proponen.

Todo lo desarrollado hasta aquí corresponde a la intervención de los fieles en la primera parte de la Misa. La segunda parte la desarrollaremos separadamente, con el fin de dar oportunidad para tratar el tema de la preparación de los lectores. Este tema, un tanto descuidado, aportará grandes beneficios para una mejor participación de la asamblea en la celebración litúrgica.

LA ORACIÓN DE LOS FIELES.

El primer documento al que debemos recurrir para iniciar este tema, es la Constitución Litúrgica “Sacrosantum Concilium”, ya conocido por ustedes, el que textualmente dice: “Restablézcase la “oración común” o “de los fieles” después del evangelio y de la homilía, principalmente los domingos y fiestas de precepto, para que, con la participación del pueblo, se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero.(1ªTim.2,1-2)” (SC 53).

En el texto trascripto hemos de destacar tres cosas; en primer lugar habla de restablecer, con que entendemos que ya existía antes en la liturgia. En efecto, a mediados del siglo II San Justino nos describe que después de las lecturas y la homilía “hacemos las oraciones comunes por nosotros mismos, por el que ha sido iluminado (el recién bautizado) y por todos los otros que hay por otras partes…” (Apología I, 65).

Otro texto antiguo llamado “Constituciones apostólicas” que data del siglo II nos ofrece una larga fórmula plenamente desarrollada de la oración de los fieles, que sirvió de modelo a todas las liturgias orientales, que la han conservado fielmente hasta nuestros días.

Cuándo y por qué en la liturgia romana fue abandonada esta oración de los fieles no lo sabemos, se supone que esto aconteció alrededor del siglo V. No obstante es de notar que en la liturgia del Viernes Santo siempre prevaleció una forma de oración de los fieles en la llamada “Oración Universal”.

En cuanto a los nombres se la conoce por “Oración Común”: según lo ya visto en San Justino. “Oración de los Fieles”: por oposición a los catecúmenos que, en la antigüedad eran despedidos luego de las lecturas y la homilía, y “Oración Universal” según el Misal Romano (IGMR 69). Este nombre apunta a su carácter de oración por la Iglesia y la humanidad.

El segundo aspecto a destacar es el carácter propuesto por el Concilio referido a la participación del pueblo. Dios nos ha manifestado su Palabra y su voluntad de salvación para todos. A continuación el pueblo cristiano pide en su oración que este plan de salvación alcance efectivamente a toda la humanidad y a la Iglesia en las circunstancias concretas de la historia que están viviendo. La oración universal es como el fruto de la acción de la Palabra en el ánimo de los fieles; movidos y renovados por ella, el pueblo ora por toda la humanidad y ven la historia desde la perspectiva de Dios, que se ha mostrado en las lecturas y la homilía.

Así lo expresa el Misal Romano: “En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, en cierto modo responde a la Palabra de Dios recibida con fe y, ejerciendo la función de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos…” (IGMR 69).

En tercer lugar son de observar los temas que la SC propone como específicos de esa oración y el orden en que se expresan. Así también lo expresa el Misal en el número apuntado: “Conviene que esta oración se haga normalmente en todas las Misas con asistencia del pueblo para que se eleven suplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por lo que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación del mundo entero”

De tal manera que el orden es: * Por la Iglesia.

* Por los gobernantes.

* Por quienes sufren alguna necesidad.

* Por toda la humanidad.

Participación de la asamblea: Esta oración tiene el sentido teológico y litúrgico que le asigna el Nº 69 de la IGMR: “el pueblo ejerciendo la función de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos”

Es un momento importante en que los cristianos nos hacemos puente (pontífices) entre Dios y la humanidad. Lo hacemos como pueblo sacerdotal, y por eso nos ponemos de pié. Algo así como la intercesión de Abraham por los habitantes de las ciudades pecadoras (Gen.18) o la de Moisés por su pueblo (Ex.32). Y sobre todo, nos incorporamos al oficio mediador de Cristo que sigue intercediendo ante el Padre por todos y ahora lo hace en compañía de su comunidad creyente. (Ef.6,18).

En nuestras celebraciones hay oraciones de alabanza, penitenciales, de súplicas por nosotros mismos, pero ésta en especial es una oración de intercesión por los demás, ya que no se refiere a nosotros, sino que es mediación sacerdotal. Es conveniente respetar la identidad de esta oración, es oración de intercesión, no de acción de gracias, ni de peticiones por nosotros mismos. Es la oración de intercesión sacerdotal por los demás.

Ahora bien, por el hecho de que con esta oración se concluye la celebración de la Palabra, no hace necesario que sus intenciones se refieran necesariamente a la temática de las lecturas del día. La oración universal tiene una identidad propia e independiente: pedir la salvación para el mundo, sea cual sea el mensaje de las lecturas, tal como sucede en las oraciones solemnes del Viernes Santo. Para la aplicación de la lecturas a la vida ya está la homilía, la oración de los fieles tiene otra finalidad.

La oración de los fieles tiene una estructura determinada. En primer lugar el que preside invita a la comunidad a orar, y lo hace con palabras claras y sencillas marcando el tono de oración universal y de raíz sacerdotal: p.ej. “Hagamos nuestras las preocupaciones de la Iglesia y de la humanidad y oremos por ellas ante Dios”; “confiados en la bondad de Dios, presentémosle nuestras peticiones por la humanidad”.

Luego el diácono u otro ministro va proponiendo las diversas intenciones por las que interceder ante Dios. Como se ha visto la temática de las peticiones se refiere a (IGMR 70):

a. Por las necesidades de la Iglesia: (los viajes del Papa; las reuniones de los Obispos; las vocaciones; los hechos diocesanos o universales).

b. Los gobernantes y por la salvación del mundo entero: (los problemas de la paz y la justicia; los acontecimientos sociales principales…)

c. Los que sufren cualquier dificultad: (física o espiritual; los enfermos; los marginados; los desocupados; las víctimas de desgracias naturales; los chicos de la calle…)

d. La comunidad local (sus acontecimientos tristes o alegres; sus iniciativa; asambleas; retiros; instituciones…)

Sin embargo, en algunas celebraciones particulares como Confirmación, Matrimonio, Exequias, el orden de las intenciones puede considerar más de cerca esa ocasión particular. (IGMR 70).

Después de cada intención, el pueblo, de pié, expresa su súplica con una invocación común o bien con la oración en silencio (IGMR 71). Nótese que la Ordenación para las Lecturas de la Misa agrega que dicha invocación puede, también, ser cantada por el pueblo. (OLM 31)

Definitivamente podríamos decir que la intervención de la asamblea es lo más importante de la oración universal, ya que la auténtica “oración de los fieles” ante Dios es la respuesta de todos.

Podría agregarse que no hace falta que sean varios los que anuncien las intenciones, basta que las diga uno. Es la respuesta del pueblo la que verdaderamente hace que la participación sea comunitaria, no el anunciar las peticiones.

Como preparar la oración de los fieles:

Conociendo ya los lineamientos de este momento de la Liturgia de la Palabra, es el momento de abocarse a preparar las intenciones de la oración de los fieles.

En primer lugar destaquemos dos gestos por los que la liturgia destaca la importancia del momento de la oración de los fieles,

a) Si está presente el diácono, le corresponde a él hacer las invocaciones.

b) Puede hacerse desde el ambón.

En consecuencia no es lo mejor que la proclame el guía desde su lugar. El Misal Romano dice al respecto: “Serán proferidas desde el ambón u otro lugar adecuado, por el diácono o un cantor o un lector o un fiel laico” (IGMR 71).

La Oración de los fieles es una oración de “petición”, por lo que normalmente no se la debe utilizar para agradecer.

Estas intenciones o invocaciones, normalmente no van dirigidas a Dios. No son “oración”, sino moniciones que pretenden sugerir a los fieles los grandes motivos por los cuales orar, e inducirlos a que recen en común. Los fieles, sí, dirigen su oración a Dios al proferir su aclamación.

Las intenciones han de ser concisas, claras, simples, concretas. Hay que evitar las fórmulas “kilométricas”, también la tentación de “predicar o hacer catequesis”, se trata simplemente de pedir.

La Oración Universal puede tener tres formas.

1. Completa - Se nombra el destinatario y la intención: “Oremos porpara que...

2. Parcial 1 - Se nombra sólo el destinatario: “Oremos por…”

3. Parcial 2 - Se nombra sólo la intención: “Oremos para que…”

Ninguna forma es mejor que otra, las circunstancias indicarán cuál de ellas preferir. Téngase siempre en cuenta que las intenciones han de ser cuidadosamente elegidas.

¿Cuál es la mejor respuesta a la petición? La creatividad del equipo de liturgia buscará la mejor. Quizás “Te lo pedimos, Señor”, o simplemente “Amén” o alguna que convenga al tiempo litúrgico: “Ven, Señor Jesús” (Adviento), o “Por María, te lo pedimos Señor” (Fiestas de María), o “Señor, aumenta nuestra fe” (Tema de la fe). Las posibilidades de armar una respuesta son ilimitadas:

Téngase presente que la respuesta puede ser cantada, para dar relieve al sentido colectivo de la oración.

Finalmente el sacerdote dice la oración conclusiva.

Para cerrar este capítulo sobre La Oración de los Fieles, conviene sintetizar algunos conceptos que nos van educando en las grandes actitudes de la fe, si lo hacemos bien, a saber:

a) Nos ayuda a ser universales, es decir “católicos”, abiertos al mundo, a la Iglesia.

Estamos muy acostumbrados a rezar por nosotros mismos. Aquí se nos propone rezar por los

demás y sentirnos miembros de la Iglesia y de la humanidad.

b) Nos educa a ser sensibles y leer lo que sucede alrededor nuestro desde la mirada de Dios, y convertir nuestra historia en oración. Así lo diario se convierte en oración: lo enfermos, los desocupados, la realidad eclesial, las iniciativas humanas, los viajes del Papa, etc.

c) Nos educa a abrirnos a Dios, porque a la vez que recordamos las urgencias de la humanidad, reconocemos que es Dios quien nos concede los bienes y el que conduce la historia. Toda salvación es don de El.

d) Oración que es también compromiso. En definitiva pedimos que se extienda el Reino de Dios. La oración de petición no es un recurso de huída o una súplica para que Dios haga milagros. Es una manifestación de compromiso de que nosotros también queremos trabajar en la misma dirección en que pedimos su ayuda. Si oramos por la paz del mundo, de alguna manera estamos expresando nuestra decisión de hacer algo por la paz alrededor nuestro.

EL GUÍA Y LA CONFECCIÓN DE GUIONES.

El Misal Romano al referirse a los oficios y ministerios en la celebración de la Misa, en el número 105, dice: “Ejercen también una función litúrgica… El guía, que según las circunstancias propone a los fieles breves explicaciones y admoniciones, para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor. Al cumplir su función el guía permanece de pié en un lugar adecuado frente a los fieles, pero no en el ambón.” (IGMR Nº 105 b).

También el leccionario expresa: “También el comentador ejerce un verdadero ministerio litúrgico, cuando, desde un lugar adecuado, propone a la comunidad de los fieles explicaciones y moniciones oportunas, claras, diáfanas por su sobriedad, cuidadosamente preparadas, normalmente escritas y aprobadas con anterioridad por el celebrante.” (OLM 57).

Lo primero que debe hacerse notar es que el guía cumple un ministerio es decir: un servicio, a favor de la asamblea y la comunidad toda. Por lo tanto requiere que sea una persona capaz, es decir con total conocimiento de la función que desempeña. Entiéndase con esto que el guía deberá conocer la estructura de la celebración eucarística, sus partes, al mismo tiempo que poseer cualidades que lo hagan hábil para presentarse delante de la asamblea y expresar adecuadamente las moniciones correspondientes en cada caso. Está demás agregar que deberá ser una persona de fe y cuya actitud de vida cristiana sea reconocida por la comunidad.

En consecuencia, entonces, es función del guía: a) introducir a los fieles en la celebración (prepararlos, animarlos), y b) disponerlos a entender mejor (explicaciones, aclaraciones). ¿De qué manera lo hará?

Téngase en cuenta que no es un simple lector de guiones. es el animador de la celebración. Debe tener el don de la comunicatividad, es decir no debe ser frio, distante, impersonal. Con su intervención ha de crear un clima acogedor, fraterno y familiar. Pero, ojo, no debe ser un SHOWMAN o una SHOWWOMAN.

Es conveniente, casi necesario, haber participado de la reunión celebrada oportunamente por el equipo de liturgia, de modo de haber establecido contacto con el presidente y los demás ministros, para que la celebración sea armónica.

Debe evitar en su actuación llamar la atención y eclipsar a quien preside, ya que él es el verdadero animador y guía de la asamblea. El guía no actúa de guía sino que participa de la celebración. Es modelo de piedad de modo que la asamblea pueda aprender a participar de manera “plena, consciente, activa y fructuosa”.

No debe ser él quien lea las lecturas, ni tampoco es conveniente que proclame la Oración de los Fieles. Si está presente el diácono le corresponde a él hacerlo, si no, es bueno que otro fiel lo haga.

Debe evitar el apuro o la lectura monótona de los textos que tiene preparados, respetando cuidadosamente los signos de puntuación y las pausas que hagan comprensible lo que lee.

No debe “tapar” a la asamblea gritando frente al micrófono sus respuestas o sus cantos. Quizás, a veces, deberá sostener o estimular las respuestas o cantos, pero no “taparlos”.

Intervenciones del guía.

INDICATIVAS: indica las posturas corporales; señala la manera de organizar una procesión: ofrendas, comunión...

EXPLICATIVAS: al introducir las lecturas; o al explicar el significado de algún rito, p.ej. la aspersión con agua bendita o la incensación; o de algún gesto, p.ej. la postración; o de algún signo, p.ej. los colores litúrgicos; el encendido de las velas.

EXHORTATIVAS: cuando se señala la actitud espiritual que la asamblea debe asumir, p.ej. en la liturgia de la palabra; en el silencio después de la comunión.

Como se hace un guión.

En primer lugar hay que conocer bien la celebración, informarse bien sobre la festividad que se celebra, y que elemento la caracteriza. Por ejemplo si se celebra al patrono, qué rasgo característico sobresale en su vida. Leer los textos litúrgicos y las lecturas correspondientes. Esto es también válido para cualquier domingo durante el año u otro tiempo litúrgico. Cada celebración tiene su propia significación espiritual, y el guión debe destacarla.

Introducción: Aquí se presenta el tema central del día y su significado para la comunidad.

Liturgia de la Palabra: Aquí se busca estimular a la asamblea a escuchar y comprender. Puede hacerse un guión general, o bien, una monición para cada lectura. En este caso habrá que destacar la motivación central de cada una. Respecto del Salmo Responsorial, deberá hacerse notar que es una respuesta a la Palabra escuchada.

Oración de los Fieles: Dada su importancia este tema se ofrece por separado.

Presentación de los dones: En una sola frase, destacar el profundo nexo entre los dones para el sacrificio eucarístico y el ofrecimiento de nosotros mismos.

Comunión: Resaltar la comunión eucarística como alimento y fortaleza para el trabajo común con los hermanos.

Los libros de guiones: ¿Pueden usarse?, si, pero para adaptándolos y actualizándolos a las características y necesidades propias de la comunidad, así como a las experiencias o situaciones de vida del momento.

Bibliografía: Instrucción General del Misal Romano.

Ordenación de las Lecturas de la Misa

José Aldazábal - Ministerios de Laicos - CPL - Barcelona - 1993

José Aldazábal - La Comunidad Celebrante - CPL - Barcelona - 1989

Equipo de redacción de El Domingo - Guiones Litúrgicos - San Pablo - Bs.As - 2004