jueves, 30 de abril de 2009

Intenciones del Santo Padre para el mes de mayo 2009

Intención General: Para que los laicos y las comunidades cristianas se responsabilicen de la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Intención Misionera: Para que las Iglesias católicas de reciente fundación, agradecidas al Señor por el don de la fe, estén dispuestas a participar en la misión universal de la Iglesia, ofreciendo su disponibilidad a predicar el Evangelio en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI explica el sentido de las imágenes en la Iglesia. Que lindo es leer estos aportes que el Papa Benedicto hace en sus catequesis de los días miércoles. Realmente enriquecen y ensanchan nuestro conocimiento y aportan elementos necesarios para crecer en la fe. ¡Gracias Santo Padre por entregarnos tantas riqueza de conocimientos, expresados con la sencillez de un excelente pedagogo! VATICANO, 29 Abr. 09 (ACI).- Al presidir la Audiencia General de los miércoles, el Papa Benedicto XVI explicó que "las santas imágenes nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los seres humanos". El Santo Padre dedicó su catequesis de hoy al patriarca San Germán de Constantinopla, que tuvo "un papel significativo en la compleja historia de la lucha por las imágenes durante la llamada crisis iconoclasta y supo resistir a la presión de un emperador iconoclasta como León III".

El Papa señaló que hay tres cosas que San Germán puede decir todavía a la humanidad contemporánea. En primer lugar, la necesidad de reconocer "la visibilidad de Dios en el mundo y en la Iglesia", porque "Dios creó al hombre a su imagen, pero esa imagen se cubrió de la suciedad del pecado" y el Creador "casi no se percibía. Así, el Hijo de Dios se hizo hombre y, en Cristo la imagen verdadera de Dios, podemos aprender a ser también nosotros imagen suya". Si para contrarrestar la idolatría y el peligro de las imágenes paganas Dios prohibió a los israelitas construir imágenes suyas, "cuando Dios se hizo visible en Cristo mediante la Encarnación, fue legítimo reproducir el rostro de Cristo" y "las santas imágenes nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los seres humanos", indicó el Pontífice.

En segundo lugar, San Germán enseña "la belleza y la dignidad de la liturgia", que se debe celebrar "con la conciencia de la presencia de Dios y con la belleza y la dignidad que dejan entrever el esplendor de Dios". El tercer punto, señaló, es "amar a la Iglesia". "Quizá en la Iglesia, como en nosotros, vemos el pecado, lo negativo, pero con la ayuda de la fe podemos hoy y siempre volver a descubrir en la Iglesia la belleza divina. En la Iglesia, Dios se nos ofrece en la Eucaristía, habla con nosotros, nos perdona y nos enseña a perdonar. Recemos para que Dios nos enseñe a ver en la Iglesia su presencia y su belleza, a ver su presencia en el mundo y para que nos ayude, haciéndonos transparentes con su luz".

Sobre San Germán El Papa explicó que "durante el patriarcado de Germán (715-730) la capital del imperio bizantino, Constantinopla, fue asediada por los sarracenos. En esa ocasión (717-718) se organizó una solemne procesión con la ostensión de la imagen de la Madre de Dios y la reliquia de la Santa Cruz para invocar del cielo la defensa de la ciudad. Efectivamente Constantinopla fue liberada del asedio". Después de ese hecho el patriarca "se convenció de que la intervención de Dios debía considerarse una aprobación evidente de la piedad mostrada por el pueblo hacia los iconos sagrados", pero "el emperador León III que subió al trono en el 717 empezó a manifestar cada vez más la convicción de que la consolidación del imperio debía partir de la reordenación de las manifestaciones de la fe, refiriéndose en particular al peligro de idolatría al que, a su parecer, el pueblo estaba expuesto con motivo del excesivo culto de los iconos". "De nada sirvieron las referencias del patriarca Germán a la tradición de la Iglesia y a la eficacia de algunas imágenes que eran reconocidas por unanimidad "milagrosas". El emperador fue inamovible en la aplicación de su proyecto reformador.

Germán no quiso doblegarse a su voluntad en cuestiones que creía determinantes para la fe ortodoxa. En consecuencia se vio obligado a dimitir como patriarca y se recluyó en un monasterio donde murió en el olvido. Pero su nombre fue ensalzado en el segundo Concilio de Nicea (787), donde se reconocieron sus méritos". De San Germán se conservan "diversas homilías de argumento mariano, entre las cuales algunas han marcado profundamente la piedad de enteras generaciones de fieles en Oriente y Occidente" y algunos textos como el que el Papa Pío XII "engastó como una perla en la constitución apostólica "Munificentissimus Deus" (1950)" dedicada a la Asunción de María. El Papa Benedicto XVI recordó que el santo ofreció una "gran aportación" a la tradición bizantina, donde "el decoro de la forma retórica en la predicación y todavía más en los himnos o composiciones poéticas es tan importante en la celebración litúrgica como la belleza del edificio sagrado donde se desarrolla". Fuente: AciPrensa.

miércoles, 29 de abril de 2009

¿Y POR CASA COMO ANDAMOS?

Siento haber estado ausente unos días, hecho que debo cargarlo a un problema en la configuración de mi computadora, pero ¡Gracias a Dios! ya está subsanado. El domingo pasado leí en el semanario "Cristo Hoy" (excelente publicación de amplia circulación en mi país Argentina, y también en Paraguay y Ecuador), una nota tomada de CISA - Catholic Information Service for Africa - la que transcribo a continuación: Monseñor Buti Tlaghale, de Sudáfrica, se refirió a la práctica eucarística entre algunos sacerdotes y fieles. * La Eucaristía hace efectivamente presente la Muerte y Resurrección de Jesucristo, con todo, hay evidencias que algunos católicos no muestran fe en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento, dijo el arzobispo africano de Johannesburgo (Sudáfrica), Buti Tlaghale, en su homilía del Jueves Santo. "Muchos entran a la iglesia y no hacen el signo de la cruz con agua bendita. Muchos ya no hacen genuflexión, ni siquiera una reverencia que reconozca la presencia de Cristo en el tabernáculo", dijo el arzobispo. "Nuestras iglesias son como un mercado antes y después de la misa, en parte porque hemos movido el tabernáculo a un cuarto separado, o simplemente porque hemos perdido el sentido de la presencia de lo sagrado. Hemos abandonado el silencio y una atmósfera devota en la iglesia". Recomendaciones El prelado recomendó, en donde sea posible, que sean restauradas la centralidad del tabernáculo y la práctica de la genuflexión, y que se avive el silencio. "La ley de la Iglesia nos pide que ayunemos una hora antes de la Eucaristía. El mascar chicle durante la misa es simplemente desagradable", expresó el arzobispo. "El llevar la comunión a los enfermos a menudo deja mucho que desear. Usualmente, las Hostias consagradas son distribuídas a los ministros laicos después de la Comunión. Y el sacerdote pregunta: ¿cuántas?. ¿Cuántas qué? No suena como un lenguaje de personas que reconocen la presencia del Señor". Los ministros laicos que llevan la Comunión a los enfermos a menudo se detienen para charlar con los amigos en el camino. "A veces van rápido de compras antes de ir a los enfermos. No es inusual para algunos quedarse con las Hostias consagradas en casa porque no encontraron a la persona enferma o porque a su regreso, encontraron la iglesia cerrada". El arzobispo animó la práctica de que los sacerdotes oren con los acólitos en la sacristía antes y despues de la misa, pero lamentó que "algunas sacristías son como un mercado. No se hacen oraciones". Deafió a los sacerdotes, como custodios de la Eucaristía, a promover la adoración y a asegurarse de que los documentos papales y vaticanos sobre la Eucaristía sean bien conocidos por los cristianos. (Catholic Information Service for Africa - (CISA).

miércoles, 22 de abril de 2009

Formación Litúrgica

FIESTAS DEL SEÑOR

Las fiestas del Señor son aquellas dedicadas a la celebración de algunos misterios o títulos del Señor, fiestas que no entran en los grandes misterios celebrados en los tiempo litúrgicos de adviento, navidad o pascua.

Estas se pueden catalogar en:

  • Fiestas del ciclo mistérico del Señor: Anunciación del Señor y Presentación del Señor.
  • Fiestas de origen teológico devocional: Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón de Jesús, Cristo Rey.
  • Fiestas de origen oriental: Transfiguración del Señor; Exaltación de la Cruz.

* LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (CANDELARIA): Es actualmente una festividad del Señor y así la ha retomado últimamente la liturgia, aunque su componente mariano (Purificación de la Virgen a los cuarenta días del parto) ha tenido bastante peso y era considerada así, antes de la reforma litúrgica. Es también una de las más antiguas celebrándose en Jerusalén a fines del S. IV y en Occidente se celebra desde el S. VII introducida por el papa Sergio I. La Purificación ya se celebraba en el rito judío a los 40 días del parto. Ese día, para cumplir la Ley Mosaica, los varones primogénitos debían ser ofrecidos a Dios y presentados en el Templo. Jesús lo fue ante el anciano Simeón. La fecha cristiana es la del 2 de febrero (40 días después de Navidad) y conjuntamente recordamos la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen (hay que entender esta purificación en lo referido a María como un trámite puramente "legal" para cumplir con la ley mosaica). Es la fiesta de la Candelaria, así llamada por la velas que se encienden ritualmente ese día para indicar que "Cristo es la luz de las naciones".

* LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR: El 25 de marzo (nueve meses antes del parto, que será el 25 de diciembre) es hoy solemnidad del Señor, habiendo sido antes fiesta de la Virgen, pero con una gran contenido mariano. La Iglesia ha celebrado este misterio en Adviento, fijándolo posteriormente, por razones cronológicas, nueve meses antes del Nacimiento y así se celebra ya desde fines del S. VII. Actualmente la solemnidad se llama Anunciación del Señor. El contenido de esta fiesta hace referencia al momento de la concepción divina de Jesús en el seno de María.

* LA SANTÍSIMA TRINIDAD: Siete días después de Pentecostés, o sea, el domingo posterior a Pentecostés se celebra esta solemnidad (extendida por Juan XXII en 1334 a toda la Cristiandad). Es una solemnidad de tipo teológicoque pretende llevarnos al umbral mismo del principal misterio de la teología.

* CORPUS CHRISTI: Al jueves siguiente, hasta hace poco, la Iglesia celebraba la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, ahora pasada al domingo siguiente, fiesta de origen claramente medieval. Hay dos hechos que influyeron en la creación de esta fiesta: las revelaciones de la beata Juliana de Lieja y el milagro eucarístico acaecido en Bolsena (que resumido consiste en la caída milagrosa de la Sagrada forma de gotas de sangre al dudar un sacerdote de la presencia real de Cristo en la Eucaristía al oficiar misa junto al lago de Bolsena) lo cual hizo aumentar mucho el fervor eucarístico que se produce a partir del S. XII. El papa Urbano IV mediante la BulaTransiturus” el 11 de agosto de 1264 la extiende a toda la Iglesia centrándola en un culto popular.

* SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: El viernes posterior al domingo II después de Pentecostés celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fiesta de origen devocional y popular desde el S. XVII, extendida a toda la iglesia en 1856 por Pío IX y dándole Pío XI la máxima categoría litúrgica en 1928. Los pilares de esta fiesta la ponen las monjas benedictinas Santa Gertrudis y Santa Matilde al propagar la devoción a las llagas de Cristo en la época medieval pero es Santa Margarita María de Alacoque la que da un impulso definitivo a esta devoción con sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús. Su significado teológico tiene como telón de fondo la caridad y el amor de Cristo a los hombres simbolizados en su corazón.

* CRISTO REY: También la celebramos como solemnidad del Señor en el último domingo del tiempo ordinario y como conclusión del año litúrgico. Esta solemnidad la instituyó Pío XI en 1925 mediante la EncíclicaQuas primas” para afirmar en nuestra sociedad secularizada la soberanía de Cristo y tuvo sus detractores entre círculos liturgistas por considerarla superflua ya que a Cristo se le honra como rey del Universo a lo largo de todo el año litúrgico.

* LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ: La celebramos el 14 de septiembre, y nos recuerda el día en que el emperador Heraclio trasladó la Cruz a Jerusalén tras haberla recuperado del poder de los persas que la tenían en su poder, derrotando al rey Cosroes II en el año 630. Al suprimirse la fiesta de la Invención de la Cruz (Invención en el sentido etimológico de hallazgo), es actualmente la única fiesta dedicada a la veneración de la Cruz.

* LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. Fue el Papa valenciano Calixto III quien la extiende a toda la Iglesia en 1457 como acción de gracias por la victoria contra los turcos en Belgrado del año anterior, Se celebra cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el 6 de agosto, día en que la noticia de la victoria llegó a Roma.

Fiestas suprimidas han sido la del Dulce Nombre de Jesús, hoy celebrada como memoria libre el 3 de enero y la de su Preciosísima Sangre, antes el 1 de julio.

sábado, 18 de abril de 2009

Tomen nota los sacristanes

Un blog que sigo "La Buhardilla de Jerónimo", tiene siempre "post" verdaderamente actualizados que son ricos en información. He aquí uno de ellos:

El Custodio de las cosas sagradas

Un importante aunque poco conocido colaborador del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice es aquel que tiene la función de Custodio del Sagrario Apostólico. Hace algunos meses ha sido nombrado un nuevo Custodio que, en una entrevista concedida hoy a L’Osservatore Romano, ha hablado acerca de la historia del cargo, sus funciones, y los objetos litúrgicos de valor que se conservan en la Sacristía Pontificia. Ofrecemos nuestra traducción.

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Una función que se remonta al siglo XIV, un servicio constante y fiel al Papa en todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas, una presencia atenta y discreta a la que se le ha confiado tesoros de gran valor religioso, artístico e histórico. Es la figura del Custodio del Sagrario Apostólico, que desde 1352 es elegido del interior de la Orden de San Agustín. Una vida en estrecho contacto con todo cuanto concierne a los objetos litúrgicos reservados al Papa: casullas, estolas, capas pluviales, cálices, patenas, cruces, mitras. El reciente nombramiento del padre Paolo (Pavel) Benedik es una ocasión para redescubrir esta figura que, a lo largo de los siglos, ha tenido roles y tareas importantes. Hemos pedido al religioso agustino eslovaco que ilustre las funciones actuales.

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¿Nos explica la figura y las funciones del Custodio del Sagrario Pontificio dentro del Palacio Apostólico?

Debemos remontarnos a 1352, cuando Clemente VI eligió a su sacristán de entre la Orden de San Agustín. En 1497, Alejandro VI con la Bula Ad sacram confió esta tarea exclusivamente a los agustinos y Clemente VIII en 1595 elevó el cargo de sacristán a la dignidad episcopal. Sucesivamente, León XII estableció que el sacristán fuera también párroco de los Palacios Apostólicos y camarlengo de los párrocos de Roma. En 1929, con la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Pío XI estableció que el sacristán pro tempore fuese también el Vicario general. Pablo VI, con el motu proprio Pontificalis domus del 28 de marzo de 1968, definió el oficio de sacristán, llamado también comúnmente “el párroco del Papa”: cuidar el culto divino y las capillas pontificias en el palacio apostólico, en la Casa Pontificia y en Castel Gandolfo; ocuparse del buen funcionamiento de la sacristía pontificia, de la lipsanoteca y del tesoro litúrgico, y ocupar el cargo de Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, con excepción de algunos documentos papales y de lo publicado por L’Osservarore Romano.

El cargo de varios siglos terminó el 14 de enero de 1991 cuando Juan Pablo II, con un quirógrafo, suprimió la figura del sacristán como había sido concebida hasta entonces. El cuidado espiritual del Estado de la Ciudad del Vaticano fu confiada al Arcipreste pro tempore de la Basílica de San Pedro, mientras que la jurisdicción sobre el Palacio lateranense pasaba al cardenal vicario para la diócesis de Roma. El oficio de sacristán quedaba suprimido y sus funciones confiadas al Maestro de las celebraciones litúrgicas. La parroquia de Santa Ana continuaba siendo atendida por los agustinos, mientras que los religiosos en servicio en la sacristía pontificia pasaban a depender del Maestro y uno de ellos sería nombrado Custodio del Sagrario apostólico, es decir, de las reliquias y objetos preciosos que allí son conservados. El último sacristán fue el agustino holandés Pietro Canisio van Lierde.

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Ésta es la historia. ¿Y sus tareas específicas?

Lo explica la misma palabra: custodio de las cosas sagradas. Su deber principal es el de custodiar los ornamentos litúrgicos que el Papa necesita para las celebraciones en la basílica de San Pedro, para las capillas papales del Palacio Apostólico o en Roma, y en los viajes apostólicos. Preparamos los purificadores, los manutergios, los cálices, las patenas, las estolas, etc. Ésta es nuestra tarea. Muchos de estos objetos litúrgicos tienen una historia de santidad, porque han sido usados por diversos Papas luego canonizados. Otra ocasión en la que se necesita nuestra ayuda es cuando llaman del apartamento papal porque el Pontífice debe celebrar una liturgia. En ese caso, nos ocupamos de preparar lo necesario y lo llevamos directamente a la capilla. Durante el pontificado de Juan Pablo II, si había Misas semi-públicas en el apartamento papal o en la capilla Redemptoris Mater, preparábamos todo para la Misa.

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Dada la historia de tantos siglos de la sacristía pontificia, ¿tienen vestiduras litúrgicas muy preciosas?

No ha quedado tanto porque cuando Napoleón Bonaparte ocupó Roma se llevó muchísimas cosas: cálices, cruces, báculos. Sus soldados quemaron muchas vestiduras litúrgicas para aprovechar el oro que éstas contenían. Además, cuando fue acordado el tratado de paz de Tolentino en 1797, el Papa debió vender muchos objetos preciosos para pagar el resarcimiento de guerra a Napoleón. El emperador se burló también de Pío VI: le donó una tiara muy bella y preciosa repleta de esmeraldas pero en su interior llena de madera y que, por lo tanto, no podía ser utilizada. Esto fue para hacerle entender que su reino había terminado. Después de esta expoliación, en la sacristía han quedado algunas vestiduras de Urbano VIII y de Pablo V, y algunos cálices góticos que son los más antiguos. Entre los más preciosos, sin embargo, conservamos el de Pío IX, usado por primera vez para celebrar la Misa en el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Hay también objetos de valor de León XIII y de Benedicto XV, san Pío X y Pío XI. Entre los objetos preciosos, hay también una tiara donada por Isabel II de España y la mitra ofrecida a León XIII por Guillermo II, emperador de Alemania, con ocasión del septuagésimo aniversario de sacerdocio.

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¿Estos objetos preciosos aún son utilizados?

Algunos objetos se usan todavía, como las mitras y las capas pluviales. En la elección de cuáles se utilizarán, nos ponemos de acuerdo con el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Las vestiduras más antiguas, como las de Pablo V, son difíciles de utilizar; las de Urbano VII no las ponemos más. Hay otros objetos litúrgicos, en cambio, como la capa pluvial de Benedicto XV y la de Juan XXII que Benedicto XVI ha usado el año pasado para el Te Deum de acción de gracias de fin de año. Entre los ornamentos de valor, hay una casulla romana roja que se remonta al siglo XVI. Desde el punto de vista estético, tal vez las vestiduras más bellas son aquellas de Pablo VI que mandó realizar él mismo. También durante el Año santo del 2000, Juan Pablo II encargó muchas otras. Respecto a los cálices, en cambio, los usamos todos.

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¿Quién se ocupa del lavado y de la limpieza de los ornamentos sagrados?

Las hermanas agustinas oblatas del Niño Jesús lavan, planchan y remiendan todo lo que es utilizado para la Misa por el Papa y por los concelebrantes cuando preside el Pontífice.

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¿Cuál es vuestro trabajo particular durante las Misas presididas por el Papa?

Nos ocupamos de lo necesario para liturgia, comenzando por las vestiduras, las píxides, los cálices, las patenas, para los cardenales, los obispos, los prelados y para cuantos distribuyen la Comunión. Pero sólo cuando preside el Papa o celebra un cardenal en nombre del Pontífice.

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Entre estos objetos, ¿cuál es la más antigua cruz pectoral que se conserva en la sacristía pontificia?

Se remonta a Pío IX y es también la más valiosa.

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¿Por quién está compuesta vuestra comunidad agustina en servicio en el Palacio Apostólico?

Somos tres religiosos. Es una comunidad internacional que depende directamente del Prior general de la Orden. Yo soy eslovaco, de la región de Kosice; luego está el padre Edward Daleng, de Nigeria, y Fray Einer Tocto, originario de Perú. También colaboran con nosotros, a tiempo completo, tres laicos. Vivimos junto a la sala ducal en el Palacio Apostólico. La propuesta del nombramiento como Custodio del Sagrario es enviada por nuestro Prior general al Maestro de las celebraciones litúrgicas. Yo estoy aquí en el Vaticano desde hace tres años y en Italia desde 1984.

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Vosotros estáis también al servicio de las celebraciones que se desarrollan en la Capilla Sixtina. ¿Es usada regularmente para las liturgias?

Hay celebraciones en Adviento y en Cuaresma, presididas por el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Cada año, en enero, durante la fiesta del Bautismo de Jesús, son administrados los bautismos. Durante el sínodo sobre la Palabra de Dios, la Capilla ha sido sede de un evento histórico: allí se celebraron las vísperas en presencia del Patriarca ecuménico Bartolomé. Algunas veces allí se realizan conciertos. El deseo de muchos es que, en el futuro, la Capilla sea utilizada para las celebraciones litúrgicas. Sobre todo, la Capilla Sixtina es famosa en el mundo porque allí tiene lugar el cónclave.

Fuente: L’Osservatore Romano

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

viernes, 17 de abril de 2009

"Mirarán al que traspasaron"

El texto que sigue, ha sido tomado del excelente blog "La buhardilla de Jerónimo". Si bien tiene unas semanas de publicado, tratándose de un tema específico relativo a la liturgia, me ha parecido importante incluirlo en nuestro blog, sobre todo teniendo en cuenta que en las celebraciones presididas por Benedicto XVI se observa esta iniciativo de colocar la cruz en el centro del altar.

Ofrecemos nuestra traducción de un interesante artículo, publicado por L’Osservatore Romano, sobre la centralidad del crucifijo en la celebración litúrgica. Su autor es el Padre Mauro Gagliardi, uno de los nuevos consultores (nombrado por el Papa en septiembre de 2008) de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

En este tiempo de Cuaresma, no podemos dejar de pensar en el gran misterio del Sacro Triduo que, al término de estos cuarenta días, nos hará volver a meditar y revivir, en el hoy de la Liturgia, la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Una ayuda para este proceso de conversión proviene de la meditación sobre la centralidad de la Cruz en el culto y, en consecuencia, en la vida del cristiano. Las lecturas bíblicas de la Misa de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) presentan, entre otros, el tema de "mirar a". Los israelitas deben mirar a la serpiente de bronce levantada sobre un asta para ser sanados del veneno de las serpientes (cfr. Números 21, 4b-9). Jesús, en la página evangélica de esa fiesta litúrgica, dice que Él debe ser levantado en alto como la serpiente mosaica para que quien cree en Él no muera sino que tenga vida eterna (cfr. Juan 3, 13-17). Los israelitas miraban a la serpiente de bronce pero debían realizar un acto de fe en el Dios que sana; para los discípulos de Jesús, en cambio, hay una perfecta convergencia entre “mirar a” y creer: para obtener la salvación, se debe creer en Aquel al cual se mira, el Crucificado Resucitado, y vivir de un modo coherente con esta mirada fundamental.

Ésta es la intuición fundamental del uso litúrgico tradicional según el cual el ministro y los fieles dirigen juntos su mirada hacia el crucifijo. En el momento en que entró en uso la práctica de celebrar versus populum, surgió el problema de la posición del sacerdote en el altar, ya que ahora estaba de espaldas al tabernáculo y al crucifijo. Inicialmente, en diversos lugares, fue establecido el tabernáculo (a cassetta) puesto sobre el altar separado de la pared: el tabernáculo se encontraba así entre el sacerdote y los fieles de modo que, aún encontrándose uno frente a otros, tanto el ministro como los fieles podían mirar hacia el Señor durante la liturgia eucarística. Este recurso, sin embargo, fue superado pronto, sobre todo en base a la convicción de que esta ubicación del tabernáculo generaría un conflicto de presencias: no se podría reservar el Santísimo Sacramento sobre el altar de la celebración porque contrastaría con las diversas formas de presencia de Cristo en la liturgia. Finalmente se resolvió colocar el tabernáculo en una capilla lateral. Quedaba aún el crucifijo, al cual el sacerdote seguía dando la espalda, dado que por norma aún permanecía en el centro. Se resolvió aún mas fácilmente estableciendo que podía ser colocado también a un lado del altar. De este modo, ciertamente, el ministro no le daba más la espalda pero la representación del Señor crucificado perdía su centralidad y, de todos modos, no se resolvía el problema consistente en el hecho de que el sacerdote continuaba sin poder “mirar al Crucificado” durante la liturgia.

Las normas litúrgicas establecidas para la actual forma ordinaria del rito romano permiten colocar el crucifijo y el tabernáculo en posiciones alejadas; sin embargo, esto no impide que se continúe discutiendo sobre la mayor oportunidad de que sean colocados al centro, como se indica para el altar. Esto vale principalmente para la representación del Crucificado. La instrucción “Eucharisticum mysterium”, de hecho, afirma que “en razón del signo” (ratione signi, n. 55), conviene que sobre el altar en el que se celebra la Misa no sea colocado el tabernáculo porque la presencia real del Señor es el fruto de la consagración y como tal debe aparecer. Esto no excluye que el tabernáculo puede normalmente permanecer en el centro del edificio litúrgico, sobre todo donde se cuente con la presencia de un altar más antiguo que ahora se encuentra detrás del nuevo el altar (véase el n. 54, que afirma que es lícita la colocación del tabernáculo sobre el altar dirigido al pueblo). Si bien se trata de una cuestión compleja y que requeriría profundizaciones, se puede reconocer que el desplazamiento del tabernáculo fuera del altar de la celebración versus populum (o nuevo altar) tiene más argumentos a su favor ya que no se basa sólo en el argumento del conflicto de presencias sino también en el de la verdad de los signos litúrgicos. Sin embargo, no puede decirse lo mismo respecto al crucifijo. Eliminada la centralidad del crucifijo, la comprensión común del sentido de la liturgia corre el riesgo de ser trastocada.

Es evidente que el mirar no puede ser reducido a un mero gesto exterior, realizado con la simple orientación de los ojos. Se trata principalmente de una actitud del corazón que puede y debe ser mantenida, cualquiera sea la orientación asumida por el cuerpo del orante y la dirección dada a la mirada durante la oración. Sin embargo, en el Canon romano, también en el misal de Pablo VI, está la rúbrica que prescribe al sacerdote elevar los ojos al cielo poco antes de pronunciar las palabras consecratorias sobre el pan. La orientación del espíritu es más importante pero la expresión corpórea acompaña y sostiene el movimiento interior. Si es cierto, entonces, que mirar al Crucificado es un acto del espíritu, un acto de fe y adoración, sigue siendo cierto que mirar la imagen del Crucificado durante la liturgia ayuda y sostiene muchísimo el movimiento del corazón. Tenemos necesidad de signos y gestos sagrados que sostengan, sin sustituirlo, el movimiento del corazón que anhela la santificación: también esto significa obrar litúrgicamente ratione signi. Sacralidad del gesto y santificación del orante no son elementos contrarios sino dos aspectos de una única realidad.

Por lo tanto, si el uso de celebrar versus populum tiene aspectos positivos, es necesario, sin embargo, reconocer también sus límites: en particular el riesgo de que se cree un círculo cerrado entre el ministro y los fieles que ponga en segundo plano precisamente a Aquel al cual todos deben mirar con fe durante el culto litúrgico. Es posible evitar estos riesgos restituyendo a la oración litúrgica su orientación, en particular en lo referente a la liturgia eucarística. Mientras la liturgia de la Palabra tiene su desarrollo más adecuado si el sacerdote está dirigido hacia el pueblo, parece teológica y pastoralmente más oportuno aplicar la posibilidad – reconocida por el misal de Pablo VI en sus diversas ediciones - de continuar celebrando la Eucaristía hacia el crucifijo; esto puede realizarse concretamente en diversos modos, también colocando la representación del Crucificado en el centro del altar en la celebración versus populum, de modo tal que todos, sacerdotes y fieles, puedan mirar al Señor durante la celebración de su santo Sacrificio. En el prefacio al primer volumen de su Opera Omnia, Benedicto XVI se ha mostrado feliz por el hecho de que se esté siguiendo cada vez más una propuesta que él había realizado en su Introducción al espíritu de la liturgia. Ésta, como ha escrito el Papa, consistía en la sugerencia de “no proceder a nuevas transformaciones sino poner simplemente la cruz en el centro del altar, a la que miran juntos el sacerdote y los fieles, para dejarse así conducir hacia el Señor, al cual todos juntos oramos”.

Fuente: L’Osservatore Romano

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

lunes, 13 de abril de 2009

QUE ES LA PASCUA

En el texto que sigue encontrarás una explicación breve y sencilla, del significado y de la importancia de este tiempo particular e importante en la Iglesia Católica. 1- La Pascua Judía Originariamente, sin duda, fiesta semítica del retorno primaveral de la vegetación, común a todas las civilizaciones primitivas, la pascua, por la providencial coincidencia de su celebración con la liberación de Egipto, llegará a ser para Israel el memorial de esta liberación (cf. Éx 12 y 2 Re, 23, 21-23). Se supone generalmente que su nombre viene de pasah, "pasar" en el sentido de dispensar (cf. Éx 12, 23), aludiendo a que el Señor pasa sin herir con sus plagas delante de las cases marcadas con la sangre del cordero inmolado por los hebreos. Más tarde, a la idea de este paso del Señor para rescatar a su pueblo de la esclavitud, se unirá la idea del paso del pueblo mismo que se va llevar tras de si fuera de Egipto hacía el país de la promesa, en el que Israel estará en su casa al estar en la casa de su Dios. Así, en la reflexión religiosa de Israel, la pascua, con el memorial que pervive en su celebración, evocará la intervención redentora típica por la que Dios ha salvado y reconstruido a su pueblo. Habiéndose hecho inseparables la pascua y el éxodo salvador, el retorno del exilio será descrito como un nuevo éxodo, una nueva pascua (cf. Os 2, 16 ss; Is 63, 7 ss). Cuando reflexionamos el significado de la celebración pascual judía donde Dios salva y reconstruye a su pueblo, vemos claramente una anticipación de la figura del Salvador, del Mesías que viene a salvar a los hombres y a reconstruir el pueblo, instaurando el Pueblo de Dios. 2 - Pascua Cristiana En el Nuevo Testamento, san Lucas describirá el anuncio hecho a los discípulos de la muerte de Jesús, en la transfiguración, como su éxodo que debía cumplirse en Jerusalén (9, 31, cf. Jn 13, I al hablar de su paso de este mundo al Padre, en el momento de la pascua). Es probable también que la imagen del cordero inmolado, en Is 53, 7, implicaba desde el principio una referencia pascual. En todo caso, san Pablo describirá la pasión salvadora de Cristo diciendo: "Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado" (I Cor 5, 7). Así, por una parte, la celebración pascual se convertirá para los cristianos en la celebración de la muerte y de la resurrección del Salvador, y la pascua judía, con todo lo que había significado para los judíos en la primera alianza, será para ellos la fuente principal de su interpretación de la pasión. Ya en la primera epístola de san Pedro vemos superponerse a este tema e1 del bautismo, celebrado de antiguo con preferencia en la noche pascual. Pasado Él mismo de este mundo a su Padre por la cruz, Cristo nos transporta tras Él, no ya simplemente del Egipto material a una tierra prometida que no lo era menos, aunque uno y otra estuvieran ya llenos de evocaciones espirituales, sino "del reino de las tinieblas al reino del Hijo" (Cal 1, 13), que es lo mismo que la entrada en participación de "la heredad de los santos en la luz" (v. 12). Así el misterio de Cristo, tal como lo explicará san Pablo y como lo celebrará toda la liturgia de la antigua Iglesia, es el misterio pascual, es decir, el que se cumplió en la pascua, que la pascua cristiana conmemora, y que constituye la pascua definitiva de la nueva y eterna alianza. La parusía de Cristo será finalmente descrita a su vez como el definitivo cumplimiento de esta pascua en la eternidad (cf Lc 22, 16 y Mt 26, 29). 3 - La Pascua en la Iglesia Católica La Pascua es la fiesta principal, corazón y punto álgido del calendario litúrgico, la llamada "Fiesta de Fiestas" opaca incluso a la Navidad, pues en si en la natividad nació el Salvador y nos llenó de gozo su venida, aún mayor alegría nos causa el cumplimiento de las promesas de Dios al enviarnos a un Salvador que rescatara a la humanidad entera del pecado. 4 - La fecha de la pascua La Pascua cambia cada año debido a la relación que tiene con la pascua judía y las diferencias entre el calendario judío y el nuestro. Los judíos comen el cordero pascual la víspera del 15 de Nisan (el primer mes del calendario judío). Jesús celebró la pascua (la última cena) según la costumbre judía, o sea, el 14 de Nisan, murió en la cruz el 15 de Nisan y resucitó el domingo siguiente, que ese año fue el 17 de Nisan. El calendario judío es lunar, y el nuestro solar, lo cual complica bastante las cosas. Por ejemplo, el calendario tiene 354 días. Para hacer un ajuste, judíos insertan un mes a su calendario, por orden del Sanedrín (no por algún método definido). Esto dio lugar a numerosas controversias sobre la fecha para la celebración de la pascua. En los primeros tiempos, los cristianos de origen judío continuaron usando el calendario judío para la pascua: El viernes santo lo celebraban el 15 de Nisan y la pascua de resurrección el 17 de Nisan (fuese o no domingo). En el resto del imperio romano, sin embargo, se tomó en consideración que Jesús históricamente resucitó el domingo y todos los domingos se celebra a la fiesta de la Resurrección. Por eso se optó por celebrar La Pascua el primer domingo después de la primera luna llena después del equinoccio de primavera. El Primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana debe observarse en toda la Iglesia. Los ortodoxos celebran la pascua otra fecha porque siguen el calendario Juliano (ortodoxo ruso). La fecha de la fiesta de Pascua católica fluctúa entre el 22 de Marzo y el 25 Abril. En referencia a ella se calculan las otras fiestas movibles del calendario litúrgico. 5 - El tiempo de Pascua Explicado La pascua se celebra por 50 días. Es la fiesta más importante d ela liturgia. Comienza el Domingo de Resurrección y termina en Pentecostés. La cuaresma termina en la tarde del Jueves Santo con la liturgia de la Cena del Señor que da comienzo al Triduo Pascual. El Viernes Santo se hace el "ayuno pascual" que se continúa el sábado santo, preparatorio a la gran celebración pascual . El triduo culmina en la Vigilia Pascual del sábado por la tarde. Los primeros ocho días de la pascua constituyen la octava y se celebran como solemnidades del Señor. El agua bendecida en la Vigilia pascual se usa para los bautismo en toda la temporada de pascua. En el día 40 de la pascua se celebra la ascensión del Señor y los 9 días de la ascensión a Pentecostés (la novena original) son días de intensa preparación para la venida del Espíritu Santo. (Fuente: encuentra.com)

domingo, 12 de abril de 2009

CRISTO RESUCITÓ, ¡ALELUYA!

Filipenses 2, 5-11

CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Formación Litúrgica

EL TIEMPO PASCUAL

Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo pascual . Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:

* OCTAVA DE PASCUA: Son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua. En un tiempo se lo llamó domingo “in albis”, porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado en la Vigila pascual deponían las vestiduras blancas que había llevado toda la octava.

* TIEMPO PASCUAL HASTA LA ASCENSIÓN.

* TIEMPO PASCUAL DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN:

En este tiempo celebramos:

* La Ascensión del Señor: A los cuarenta días de Pascua, hoy pasada al domingo VII de Pascua.

* Pentecostés: Se celebra a los cincuenta días de la Pascua. Es el colofón del ciclo pascual.

Ya los judíos celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí. La Iglesia, en el Concilio de Nicea reunido el año 325 dispuso que la Pascua se celebrase el domingo que hubiese tras el primer plenilunio del equinoccio de primavera, (en el hemisferio norte), o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección, la Pascua Florida que es como se la llama en España, es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Podemos en cierto modo decir que así se unen los dos calendarios: el lunar (de tradición hebrea) y el solar.

En la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad, debe siempre haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces, música). El cirio pascual debe encenderse en todas las celebraciones de la Eucaristía, para subrayar la unidad de la cincuentena pascual. En las lecturas, durante la cincuentena se omiten las del Antiguo Testamento, leyéndose el libro de los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas se lee el de San Juan y las apariciones del Resucitado según el ciclo del año litúrgico correspondiente.

La cincuentena pascual es el tiempo fuerte por excelencia del año litúrgico y la alegría debe ser la nota dominante. Es tiempo de frecuentar los sacramentos principalmente la Reconciliación y la Eucaristía. El Código de derecho canónico obliga a comulgar al menos una vez al año y este precepto debe cumplirse en tiempo pascual, salvo que por causa justa se haga en otro tiempo (CDC 920). También es precepto confesar los pecados graves al menos una vez al año, aunque no necesariamente en tiempo pascual. El color de las vestiduras de los ministros es el blanco.