sábado, 12 de abril de 2008

El Calendario Litúrgico

El domingo En el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual. Así pues, el domingo ha de ser considerado como el día festivo primordial (NUALC, núm. 4). Puesto que el día del Señor es el núcleo y el fundamento del año litúrgico por medio del cual la Iglesia despliega todo el misterio de Cristo, el domingo solamente cede su celebración a las solemnidades y a las fiestas del Señor; pero los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades. Las solemnidades que coincidan en estos domingos han de celebrarse el lunes siguiente (v. gr. San José, Anunciación del Señor, Inmaculada Concepción). Cuídese que el domingo se presente e inculque a la piedad de los fieles como el día festivo primordial, de tal manera que también sea día de alegría y de liberación del trabajo (cf SC 106).

martes, 8 de abril de 2008

¿Cómo celebrar la cincuentena pascual?

Para dar una respuesta a los Equipos Parroquiales de Liturgia que se hacen esta pregunta, transcribo nuevamente, actualizándolo, parte del artículo editado el 26 de marzo pasado.

En la antigua tradición cristiana, los cincuenta días de Pascua eran vistos como un solo día, un único día de fiesta, en el que se decía que no estaba bien arrodillarse ni ayunar: nada que pudiera sonar a penitencia tenia sentido en esa larga fiesta.

Nosotros no vivimos esta cincuentena tan intensamente. La Cuaresma, por ejemplo, consigue siempre mucha más intensidad. Y si se piensa fríamente, no es demasiado razonable que la preparación para la Pascua (la Cuaresma) tenga más éxito que la celebración de la Pascua misma.

Una de las causas debe que nuestra tradición cristiana, a lo largo de los siglos, se ha ido centrando más en la preocupación por el pecado y la condenación, que en la victoria de Jesús que ha destruido el poder del mal. Y ahora, que ya no hablamos tanto del pecado ni de la condenación, esta tradición, quizás, se traduce más en preguntarnos “qué tenemos que hacer nosotros”, en lugar de descubrir “lo que Jesús hace por nosotros y descubrir la vida que nos da”.

Pero también existen otras causas. Una puede ser que así como la Cuaresma tiene un objetivo final (la Semana Santa y el Triduo Pascual), la Pascua no tiene ningún objetivo hacia donde caminar. Es un tiempo que parece plano, monótono, que se va acabando sin más, como deshilachándose: cuesta mantener la tensión en un tiempo largo sin objetivo final.

Otra puede ser que en nuestra parroquias el tiempo pascual coincide con el comienzo de muchas actividades, como catequesis, encuentros de distintas instituciones, etc. A pesar de todos estos inconvenientes valdrá la pena intentar celebrar tanto como se pueda este tiempo. A tal efecto pueden ayudarnos algunos elementos sencillos.

Por ejemplo, la ornamentación del templo. Durante todo el tiempo de Pascua el templo debería estar bien adornado con luces y flores, y hay que evitar que esta ornamentación decaiga a medida que pasan las semanas. Y, el último día, el domingo de Pentecostés, aumentar el clima festivo celebrando la culminación del tiempo, y no como una festividad separada de la Pascua.

Igualmente, resaltar los signos litúrgicos propios de este tiempo: el cirio pascual, bien adornado y colocado en un lugar bien visible, debe ser encendido antes del comienzo de la celebración de la eucaristía de todos los días. La aspersión con el agua en el comienzo de la misa. El canto frecuente del Aleluya, por ejemplo, que todos los domingos la respuesta al salmo responsorial sea el Aleluya, en este caso se deberá cantar otro Aleluya al comienzo del evangelio. También introducir elementos diversos que resalten el sacramento del bautismo, la vida comunitaria, y que hagan descubrir la fuerza del Espíritu en el mundo.

Finalmente, para la espiritualidad personal, en este tiempo puede ayudar mucho leer cada día, de manera contemplativa, las lecturas de la Misa. La primera lectura va siguiendo todo el libro de los Hechos de los Apóstoles, y los evangelios son fragmentos del evangelio de Juan que nos hacen sentir muy cerca de Jesús.

martes, 1 de abril de 2008

Vivir la Pascua

DAR EL PASO

Pascua es siempre paso. Ya en la Pascua de Navidad celebrábamos el paso de un Dios que se revela en la Palabra a un Dios que se hace carne: ahora, contemplamos y celebramos el paso de un Dios torturado y ejecutado, a un Dios resucitado y vivo entre nosotros.

Seguro que esto lo sabemos desde hace tiempo. Seguro que también nos podemos remontar a la Pascua judía; al paso del mar rojo, o a la travesía del desierto, y quizá sepamos el significado profundo de todo ello. Ya.

Todo esto, el conocimiento de los sucesos, es importante, fundamental diría más bien, pero ¿es algo decisivo para nuestras vidas'? ¿Qué cosas cambian en nosotros? ¿Cuales son nuestras actitudes, nuestros pasos?

Sin duda, cualquier momento es oportuno para hacernos estas preguntas, más todavía lo será en este tiempo en que celebramos dichos misterios.

Que cada cual examine sus "actitudes pascuales", su grado de transformación, de conversión; sus "pasos". A mi se me ocurre exponer tres tipos de comportamientos (sin duda habrá mucho más, y de estos tres se derivarán muchos otros): serían estos. Los que "Pasan de Pascua". No les interesa porque el asunto de la muerte y resurrección es muy serio. Algunas veces lo han intuido y han visto que aquello podría "meterlos en líos", desinstalarlos de sus comodidades, comprometerlos, y... ¡quita, quita! yo estoy con lo "mío" y me basta.

Los que "ven pasar la Pascua". Y no me refiero a los que ven pasar las procesiones, aunque a lo mejor también; me refiero a los "contemplativos" que disfrutan con los "cirios litúrgicos", con la estética de las celebraciones, y que incluso llegan a sentir una especie de arrobo o "calorcillo" en sus entrañas en estos días tan señalados. Esperan estas fechas con agrado, estrenan ropa, e incluso llegan a conmoverse de tanta cruz y tanto sufrimiento y a alegrarse de la resurrección porque "gracias a Dios" los días de ayuno y luto han pasado. Acaban incluso siendo felices porque el Señor vence, y porque el año que viene vencerá de nuevo.

Los que "celebran la Pascua". Los que tratan de abrirse al acontecimiento Pascual, y se dejan inundar por su misterio. Rememorando y conmemorando, celebrando en definitiva el paso como un presente que estamos hoy actuando, llevando a cabo. Junto a la perplejidad y el asombro, se puede y se debe "dar el paso", esto es, incorporarse al acontecimiento y al sentido de la Pascua.

Desde esta perspectiva el "dar el paso" significa convertirse, incorporarse a una vida nueva que supera toda muerte, lo cual nos urge a cambiar nuestro punto de vista, nuestro compromiso con los demás, vencer nuestras limitaciones y cobardías e incorporarnos a la utopia de Aquel que venció a la muerte. No sé. Cada uno sabrá los pasos que debe dar, pero en definitiva no hay Pascua sin paso, sin un paso decisivo por nuestra parte que transforme nuestra realidad y en consecuencia nuestro entorno, en una vida y un mundo de Resucitados.