martes, 26 de marzo de 2013

Una mirada litúrgica al Jueves Santo


No está de más conocer el significado de los ritos litúrgicos propios de las celebraciones del Jueves Santo. Te invito a conocerlos o recordarlos.

Jueves Santo es el día de los sacerdotes, de los sacramentos, de la Eucaristía, del amor fraterno. Es también el día -la noche, mejor- de la agonía de Getsemaní y comienzo definitivo de la Pasión y de la Pascua.

En principio, el Jueves Santo tiene dos misas: la matinal, que es la Misa Crismal, y la vespertina que es la Misa en la Cena del Señor. No caben otras celebraciones ni se puede cambiar el citado orden. Con todo, dado que la Misa Crismal solo puede oficiarla el obispo y habida cuenta de los otros quehaceres pastorales de ese día, la Misa Crismal puede adelantarse a otra fecha, siempre lo más cercana posible a la Pascua.

La Misa Crismal debe, en principio, oficiarse en la catedral de la diócesis y ser presidida por el obispo diocesano. Es celebración eminentemente sacerdotal y debe visibilizar la comunión del obispo con su presbiterio. También están llamados a participar en ella los fieles, con quienes obispo y sacerdotes comparte el llamado sacerdocio común que se deriva del bautismo.

Se llama Misa Crismal porque el obispo bendice y distribuye por arciprestazgos o zonas pastorales los óleos que consagra antes del ofertorio de esta Eucaristía. Son los óleos sacramentales de los enfermos (sacramento de la Unción), de los catecúmenos (sacramento del Bautismo) y del crisma (sacramento del Orden Sacerdotal). La Misa Crismal es así -por decirlo coloquial y gráficamente- la Misa sacerdotal y sacramental por excelencia.

La Eucaristía ha de ser solemne y participada. En ella, como excepción dentro del tiempo litúrgico de Cuaresma, se canta el Gloria. Los ornamentos sagrados son blancos. Tras la liturgia de la Palabra, homilía incluida en la que el obispo exhorta a los sacerdotes a la fidelidad al ministerio recibido, tiene lugar la renovación de las promesas sacerdotales. El obispo formula tres preguntas a sus presbíteros. En la primera, pregunta sobre la voluntad de renovar, en general, las promesas sacerdotales; en la segunda, sobre la identificación con Jesucristo; y en la tercera sobre el ejercicio presbiteral de los oficios de enseñar, regir y santificar confiados por la ordenación a los sacerdotes. El rito de la renovación de las promesas sacerdotales concluye con unas oraciones y preces dialogadas entre el obispo y la asamblea.

Otro elemento propio y de gran belleza y significado de esta celebración de la Misa Crismal es el prefacio. En él se expresa el paralelismo entre el sacerdocio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y la vida y ministerios de los presbíteros, prolongadores y servidores de este único sacerdocio. Con la Misa Crismal concluye el tiempo litúrgico de Cuaresma y comienza el interregno al tiempo de Pascua que es el llamado Triduo Pascual.

La Misa de la Eucaristía, la misa de las Misas

La misa vespertina del Jueves Santo es la llamada misa vespertina en la Cena del Señor. Actualiza y conmemora la Ultima Cena de Jesús. Ha de haber en las parroquias y comunidades una única misa de la Cena del Señor. No puede haber celebraciones sin pueblo. La hora de la misma, en la medida de lo posible, se ha ajustar al final de la tarde. Las vestiduras son blancas. Es la misa de la Eucaristía, la misa de las Misas.

Los ejes litúrgicos y bíblicos de la celebración son tres: la evocación de la pascua hebrea, la celebración de la Ultima Cena y la expectación de la cruz. En este sentido, el ritmo celebrativo de la Misa en la Cena del Señor nos va llevando, por este orden, a los misterios que forman parte de su identidad.

Tras los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra -con tres lecturas más salmo responsorial- y la homilía, llega el rito del lavatorio de los pies, cuyo relato evangélico joanico  ha sido proclamado en el Evangelio de esta misa. Mediante el lavatorio de pies se expresa una de los legados capitales de la Ultima Cena del Señor: el mandato del amor fraterno. La caridad ha de ser el distintivo esencial del cristianismo. El lavatorio de los pies habla de caridad y de servicio, habla del nuevo orden instituido por Jesucristo. El lavatorio de los pies simboliza el corazón y el alma de la fe y de vida cristiana.

La Eucaristía prosigue su ritmo habitual hasta los ritos finales, hasta el alba de su finalización. La misa no concluye como las demás. Tras la oración de la postcomunión, el sacerdote inciensa las formas consagradas que no han sido consumidas -se ha de prever esta circunstancia en orden a la procesión y reserva eucarísticas y en orden a la distribución de la comunión en los oficios del Viernes Santo- y procede a trasladarlas solemnemente hasta el llamado monumento, en sagrario o en capilla adicional preparada al efecto. Esta procesión eucarística ha de estar acompañada de cánticos apropiados. Es la exaltación de la Eucaristía y la preparación a la vigilia del Viernes Santo. Mediante esta procesión, el pueblo fiel rememora y hace suyo el camino jerosolimitano de Jesús desde el monte Sion donde celebró la Ultima Cena hasta el monte de olivos, donde se retiró en oración y en agonía.

Este preludio ya inmediato del Viernes Santo es conmemorado habitualmente con la praxis de la Hora Santa u otras celebraciones y vigilias similares, transidas del rico contenido ya vivido y celebrado del Jueves Santo y con la mirada dirigida hacia el Calvario, hacia la Cruz.

(Fuente: Revista Ecclesia)

 

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