El altar, en torno al cual la
Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía, representa los dos
aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y
esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo,
presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima
ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da.
"¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de
Cristo?", dice S. Ambrosio (sacr. 5,7), y en otro lugar:
"El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está
sobre el altar" (sacr. 4,7). La liturgia expresa esta unidad del
sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones. Así, la Iglesia de Roma ora
en su anáfora:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada
a tu presencia hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que
cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este
altar, seamos colmados de gracia y bendición. (Plegaria Eucarística I).
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)
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