En la recta final del camino
cuaresmal, al aproximarse ya el Triduo Pascual, resulta oportuno compartir
esta reflexión sobre la Misa Crismal, que si bien no forma parte del Triduo
Pascual, por su significación, descubriremos la incidencia que tiene en la
vida de cada Iglesia particular. Lamentablemente esta celebración no suele
tener, por diversos motivos, la repercusión que se merece, en las vidas y
costumbres del pueblo de Dios. Valdría la pena que nosotros, podamos
disfrutar plenamente la riqueza que ofrece esta Misa y compartirla con los
que nos rodean.
1. Haremos un poco de
historia. Esta celebración, como ya
dijimos no pertenece al Triduo Pascual y durante siglos había sido
característica del Jueves Santo en las Catedrales. En Roma en la liturgia
papal, no había una misa especial: el Papa bendecía los óleos y consagraba el
crisma en su única Eucaristía, la misa vespertina.
En los últimos siglos
prácticamente había desaparecido, ya que la eucaristía del Jueves se
celebraba por la mañana, entonces la Crismal no tenía un lugar y la bendición
de los óleos se hacía en las catedrales dentro de la única eucaristía.
En el año 1955 al pasar la
eucaristía del jueves a la hora de la tarde, quedó de nuevo libre la mañana
para restaurar la Misa Crismal.
Esta Misa se ha ido
configurando entre los años 1955 y 1970, en varias etapas y con varias dimensiones
temáticas:
- La bendición de los óleos.
- La concelebración del
clero con su Obispo, en una «fiesta sacerdotal» que incluye la renovación de
las promesas sacerdotales.
Estos dos aspectos tienen un
significado interesante dentro del conjunto de la vida de la Iglesia, aunque
debemos dar mayor relieve a la bendición de los óleos y a la consagración del
Crisma, que al segundo aspecto.
La Misa Crismal se puede
adelantar a otro día cercano a la Pascua, dado que el jueves resulta a veces
difícil reunir a todo el clero.[1][2]
2. Significado de esta Misa:
Esta celebración tiene en sus textos diversas resonancias teológicas y
eclesiales que solamente la nombraremos, ya que más adelante haremos una
breve catequesis.
Las nombramos:
- Los sacramentos emanan de la Pascua del Señor o sea del
Resucitado que desde su existencia pascual nos quiere comunicar su vida nueva
por esta mediación de los sacramentos, aquí está el sentido profundo del
contexto y el momento en el cual se celebra esta Misa.
- Los textos mismos de la Misa nos ofrecen la mejor catequesis sobre el
crisma y los óleos como materia de la gracia sacramental. Es decir lo que
hace visiblemente el aceite -suavizando, embelleciendo, fortaleciendo,
curando- lo haga invisiblemente la gracia del Espíritu en la vida
sobrenatural del cristiano.
- En esta celebración se
pone de manifiesto que el Obispo es el
centro de la vida espiritual de la diócesis. El Obispo es el pastor de la
diócesis. El por la plenitud del sacerdocio es quien erige los lugares de
culto, el que ordena a los ministros, el que anima y regula la vida
sacramental.
- Pablo VI quiso dar a esta
Misa un tono sacerdotal, como
manifestación de la comunión existente entre el Obispo y sus presbíteros en
el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo, a esto se añadió en el
año 1969 la renovación de las promesas sacerdotales que se hace en esta Misa.
3. Una breve catequesis que
espero nos ayude y anime a participar de esta celebración que a veces está
como ajena al Pueblo de Dios, nos ayudará también a fortalecer la
espiritualidad de comunión eclesial que estamos llamados a vivir. La
compartimos:
El miércoles santo es el
penúltimo día de Cuaresma y como cada año y en cada Iglesia particular, el
Obispo, que tiene la responsabilidad de la mediación sacramental de la Iglesia, se dispone a preparar los
sacramentos de la Pascua, para eso nos reunimos los presbíteros, que
concelebramos con él, los diáconos y todo el pueblo fiel.
El misterio que celebramos es la unción mesiánica de Jesús, a ella
hacen referencia las lecturas, el prefacio, las oraciones de bendición de los
óleos. Es Cristo, el Ungido quien nos
convoca y centra nuestra atención. Él se apropió de las palabras del
profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret. Lo vamos a escuchar en la primera
lectura y en el evangelio. Movido por el Espíritu, se ofreció al Padre, en
una acción sacerdotal plena, no de un
rito vacío sino existencial. Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu y
la unción de su Espíritu se nos ha comunicado a todos nosotros, quienes
somos, por este motivo, casa real, pueblo sacerdotal, profetas de las
maravillas de Dios.
Cristo el ungido sigue siendo el protagonista de esta eucaristía y de
todos los sacramentos de la Iglesia, así lo quiso, por él somos
enviados nosotros, sus ministros; él bautiza cuando uno bautiza; él conforta
a los enfermos que el sacerdote unge; él santifica y sella con el Espíritu a
los miembros de la Iglesia.
Las unciones son uno de los
medios más elocuentes que tiene la Iglesia para significar y comunicar
eficazmente a los creyentes la unción de Cristo. El aceite es también uno de
los elementos naturales con más riqueza de utilización: alimento, medicina,
masajes, embellecimiento. La unción es penetración, integración en la
persona.
La tradición bíblica tiene
una larga historia del olivo y de las unciones: hoy haremos memoria de ellas.
El ramo de olivo le anuncia a Noé el final del diluvio, y así el olivo se
convierte en símbolo de retorno a la paz, recuerdo de la primitiva creación.
Las unciones han servido tradicionalmente para simbolizar la toma de posesión
de una persona por parte de Dios.
Los óleos, sobre los que se invocarán
la bendición de Dios, imponiendo las manos como en la invocación eucarística,
serán los elementos que se utilizarán para celebrar los sacramentos en toda
nuestra arquidiócesis, a partir de la Pascua de este año hasta la próxima. Son, símbolo de la nueva creación que se
inicia con Cristo el primer Resucitado entre los muertos.
El óleo da vigor a nuestro
cuerpo, el que, en manos del Médico divino, usaremos los sacerdotes, cuando
nos llamen los hermanos enfermos. Actualizando entonces la oración de la fe
que hoy hacemos junto con nuestro Obispo, para comunicar la gracia del
Espíritu, que los va a confortar.
Es el óleo de la agilidad y
de la fortaleza en el combate, con el que ungiremos a los catecúmenos para
significarles la asistencia desde los comienzos de la lucha de la vida
cristiana, para que resplandezca en su vida la victoria pascual de Jesús.
Finalmente, es el crisma,
mezcla de aceite y perfume, instrumento de las bendiciones divinas, perfume
de fidelidad al evangelio, con el que ungiremos todo lo que tenga que
asimilarse al Ungido por el Espíritu, Cristo Jesús.
Podemos afirmar, sin miedo,
que participando de esta celebración, nosotros preparamos desde ahora
nuestras visitas a los enfermos, nos comprometemos a ayudar a los cristianos
en el combate de la fe y nos hacemos colaboradores y ministros de la acción
del Espíritu que lo renueva y lo santifica todo.
Finalmente, esta celebración, por voluntad del
Papa Pablo VI, se ha convertido en un acontecimiento
espiritual para los presbíteros. Es cierto que nosotros, como hermanos
entre los hermanos, renovamos nuestra identidad cristiana en la Noche santa
de Pascua, haciendo la renuncia y la profesión de fe con todos los fieles.
Pero hoy antes de comenzar el Triduo, el Obispo nos pide un particular
testimonio público y explícito de nuestra decisión de permanecer fieles al
ministerio que se nos ha confiado.
En nuestras comunidades, en
la Vigilia Pascual, nosotros seremos los que dirigiremos las preguntas a
nuestros hermanos. Hoy, es nuestro Obispo, quien nos pregunta a nosotros,
quien nos confía y se confía a sí mismo, a la oración de la comunidad.
En medio de un pueblo, todo
él ungido por el Espíritu, nosotros hemos recibido, por la imposición de las
manos y la invocación del Espíritu Santo, el carisma del ministerio ordenado.
Por él hemos sido puestos en nombre de
Cristo ante los hermanos. Esto es lo que compromete nuestras vidas.
4. Para concluir, tratemos
de vivir esta eucaristía, cada uno
conforme a la vocación a que Dios le llamó en la Iglesia y que se establezca
entre nosotros aquella corriente vivificante, que une el sacerdocio
ministerial con el sacerdocio común de los fieles, en una alabanza común
a Cristo y por Él. Con Él y en Él al Padre misericordioso, en la unidad del
Espíritu Santo, que nos penetra a todos en una unción espiritual.
(Fuente: Arquid. de Salta)
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"Destilad, cielos, el rocío de lo alto y que las nubes lluevan al Justo, ábrase la tierra y brote al Salvador. Los cielos cantan la gloria de Dios y el firmamento pregona cuán grandes son las obras de sus manos".
jueves, 21 de marzo de 2013
Algo sobre la Misa Crismal
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