Lo que encontrarás a continuación lo vi publicado al recorrer algunos de los tantos y buenos blogs católicos, en este caso "Espiritualidad Ignaciana", y por supuesto como ex alumno de los jesuitas me interesó. Espero que te sirva como guía y apoyo en el camino hacia la santidad.
Una
de las características principales de la espiritualidad ignaciana es la
del discernimiento de la voluntad de Dios en la vida.
Uno de los elementos para realizarla es la pausa o examen diario.
aquí les dejo un pequeño articulo sobre qué es la pausa y como hacerla.
Uno de los elementos para realizarla es la pausa o examen diario.
aquí les dejo un pequeño articulo sobre qué es la pausa y como hacerla.
historia de amor en la espiritualidad ignaciana.[EE 43]
A.- Importancia del exámen diario. En la Primera Semana
de Ejercicios San Ignacio nos enseña a examinar
nuestra vida y a hacernos responsables por ella. Para ello propone diversas formas de orar,
examinar la conciencia y de discernir caminos de libertad para crecer en el
amor y alcanzar así la plenitud para la que fuimos creados.
San Ignacio asignaba gran importancia al
examen por ser la forma más adecuada para ir discerniendo el paso del Señor en
la propia vida. Cuentan que a Pedro
Fabro lo hizo esperar cuatro años antes de darle los Ejercicios, y, mientras
tanto, le pedía que hiciera el examen y lo acompañaba espiritualmente. Examen y acompañamiento espiritual se
complementan. La práctica del examen es
la que va dando materia para el diálogo y discernimiento con el director. Si la persona puede hablar de las
consolaciones y desolaciones que se producen en su vivir, de las mociones que
lo impulsan, de los miedos que lo trancan, del modo cómo trata de manejarse en
cada caso, es posible comenzar un camino espiritual serio. Y es el examen el que irá perfilando y
aclarando los caminos.
San
Ignacio daba tanta importancia al examen que a los jesuitas, mientras estudian,
los libera de largos períodos de oración pero les recomienda que nunca dejen el
Examen dos veces al día. El,
personalmente, lo emplea continuamente como una forma de discernir mociones y
de encuentro con Dios. Su “Diario
Espiritual” es un ejemplo de cómo vinculaba examen y discernimiento en su
propia vida y de la tremenda importancia que daba a esta forma de encuentro con
Dios en su vida corriente.
Porque
la vida corriente es el lugar del encuentro con Dios, del encuentro con Su amor
que nos busca para vivir con nosotros en siempre creciente Alianza de
amor. Dios mismo nos sale al encuentro
en cada momento de la vida, en cada crisis, en cada rutina para que dejen de ser
sólo mías y pasen a ser “lugar de encuentro”, “concreción de Alianza”,
“cercanía del Reino del Padre”. Dios nos
sonríe y alienta desde la vida misma o nos mira con cariño apenado por no saber
discernir los signos de los tiempos. Es
en el momento a momento de la vida corriente donde se juega nuestra fidelidad a
Su amor, a la vida que nos regala y a Su Alianza en Cristo.
El
examen es para discernir la vida: re-conocer y sopesar lo sentido, lo vivido,
las alegrías y los dolores, las esperanzas y los miedos, la acogida a lo
concreto y los rechazos ante la realidad o lo que nos ocurre. Se trata de estar atentos a las fuerzas y los
sentimientos que nos alientan o frenan frente a las realidades del mundo
actual. Se trata de estar atentos a los
deseos de salir al encuentro de esos desafíos y a las tendencias a evadirnos
que experimentamos. Y esto desde dentro
de la vida que Dios nos regala cada día para encontrarse con nosotros.
El
examen es un tiempo de oración para hacernos sensibles a la acción de Dios en
lo íntimo del ser. Sin relación con la contemplación de Dios en la
propia vida, el examen deja de ser oración de discernimiento y se transforma en
un automoldearse para un perfeccionamiento humano y pierde la hondura
espiritual de estar intentando ser fieles a una Alianza. Y la contemplación del actuar de Dios en
nuestra vida, sin el examen de su incidencia en la vida concreta, puede
constituirse en una forma de evasión.
B.
¿Cómo vivir día a día el exámen?
El examinar el nivel de conciencia
cristiana con que vivo mi vida diaria es una forma de oración muy importante. Me ubica en mi identidad de hijo amado del
Padre Dios y por eso hermano de todos los hombres. Me ayuda a recordar el llamado de Jesucristo
a vivir muy unido a El y a llevar buenas noticias a los que me rodean. Reaviva en mi la conciencia de ser templo viviente del Espíritu Santo. San Ignacio la recomienda vivamente a quienes
siguen su camino espiritual. Se trata de
una forma especial de oración, en la que vamos recorriendo, con el Señor y como
tomados de su mano, lo vivido durante la jornada. Por eso se sugiere hacerla en la noche y su
duración promedio puede ser de unos diez minutos. Esto es lo que San Ignacio llama el “examen
general” [EE N° 43], en el que recomienda recorrer 5 momentos, o “puntos” como
los llama él: dar gracias, pedir luz, revisión del día vivido, pedir perdón y
proponer cambios. Veamos estos “puntos”
uno a uno después de calmarme, en
presencia de Alguien, en espera de algo…:
1.-
Introducción: Calmarme…delante de Alguien… en espera de
algo…
2.- Dar gracias a Dios
nuestro Padre por el regalo del día vivido, por tantos beneficios recibidos de
salud, relaciones, sentimientos, trabajo, vitalidad, etc. Recorrer con Él el lado luminoso de mi día,
agradeciendo y alabando.
3.-
Pedir el regalo del Espíritu Santo para poder
reconocer mis infidelidades al amor del Padre; mis faltas de finura con
El, mis rebeldías, frivolidades, faltas
de atención a Sus hijos y sus necesidades…
4.-
Recorrer y examinar, de la mano de Jesús, el lado
oscuro de lo vivido durante el día. Se
trata de revisar, con El, mis actitudes, pensamientos, palabras, acciones y
omisiones en los que se reflejaron criterios de juicio y prioridades no
evangélicas; relaciones no acordes con Su corazón. Mis fallas en profundizar los amores y
superar los desencuentros. Esto hacerlo
conversándolo con Jesús, sin soltarme de su mano, y no como un ejercicio de
superación personal. Esto es importante
porque es en mi vida corriente, de momento a momento, donde se juega mi
fidelidad al amor de Dios y al llamado de Jesús a construir juntos un mundo más
humano y amoroso.
5.-
Pedir perdón a Dios Padre y a Jesús por mis
infidelidades y faltas de amor a ellos y a mis hermanos.
6.-
Pedir luz y fuerza al Espíritu Santo para vivir al día
siguiente en forma más amorosa y coherente con Su amor.
Terminar con un Padre Nuestro.
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