Los púlpitos en las iglesias posterior al Concilio Vaticano II quedaron fuera de uso.
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Con
pedido de publicación, a lo cual accedemos, el embajador Miguel Ángel
Espeche Gil escribió un artículo en el que plantea la necesidad de
volver a utilizar los púlpitos en las iglesias que los tienen, y que
tras la reforma de la liturgia posterior al Concilio Vaticano II
quedaron fuera de uso, pero que permanecen allí, a la vista de todos,
como mudos testigos de un tiempo que fue. El texto de la nota, en la
que el autor expone sus razones, y a la que él mismo puso el título del
acápite, es el siguiente:
Hace un tiempo un lector puso de manifiesto lo que se repite en los
templos cuando la reverberación en columnas molduras y artesonados
impide oír correctamente la predicación emitida a través de micrófonos,
amplificadores y altoparlantes por la incompatibilidad de estos
artefactos con la acústica de los recintos. Este inconveniente es
sufrido no sólo -aunque sí especialmente- por quienes tienen
limitaciones auditivas.
¿Por qué y para qué están en muchas iglesias los hoy abandonados
púlpitos? (“Púlpito: plataforma pequeña que hay en las iglesias para
predicar, entonar cánticos y hacer otros ejercicios religiosos). Esas
construcciones diseñadas para que desde ellas se digan de viva voz las
homilías en ámbitos cuyas condiciones acústicas originales aseguraban
una perfecta audición, cuando no había micrófonos ni amplificadores.
Los púlpitos de las iglesias antiguas son obras de artistas y artesanos
dirigidos por arquitectos que sabían de acústica y por eso los
colocaron en el lugar y la altura exacta permitiendo a todos los
asistentes una audición perfecta. ¿Qué designio hizo que se los dejara
de lado: tal vez prejuicios que endilgaban injustamente a los que los
habían usado una supuesta pretensión de superioridad sobre la
feligresía?.
El haber abandonado los púlpitos, lejos de ser señal de humildad, fue
un gesto impensado de menosprecio a los pastores que durante siglos los
utilizaron y hacia quienes los construyeron pensando en las
generaciones que se sucederían escuchando el Evangelio desde ellos.
Deberíamos instar a nuestros obispos y párrocos a que vuelvan a
predicar desde los púlpitos para oírlos bien, ahorrándose y
ahorrándonos la parafernalia de micrófonos y parlantes que trasmiten
más ruidos que palabras. Miguel Ángel Espeche Gil.+
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