jueves, 23 de febrero de 2023

 Vamos con la tercera parte de este trabajo preparado para ustedes.

4. LAS ACLAMACIONES DE LA ASAMBLEA EN LA EUCARISTÍA

Las aclamaciones eucarísticas son un tema que debe ser muy destacado, pues hace a la participación activa de los fieles que componen la asamblea. En la antigüedad cristiana, las primeras comunidades se expresaban participativamente a través de las aclamaciones, así el primer documento, fuera del NT, llamado Didajé, comenta la celebración eucarística a través del Amén, aclamado por el pueblo en la asamblea eucarística.

Del mismo modo la OGMR en los números 34 y 35 se refiere a ellas en relación a la participación de los fieles en la celebración de la Misa; así en el Nº 34 dice: “Como la celebración de la Misa es por naturaleza “comunitaria”, los diálogos entre el celebrante y los fieles reunidos, también las aclamaciones, tienen una gran fuerza: no sólo son signos externos de la celebración común, sino que favorecen y realizan la comunión entre el sacerdote y el pueblo”. Y en el Nº 35: “Las aclamaciones y las respuestas a los saludos del sacerdote y a las oraciones constituyen ese grado de participación activa que se pide a los fieles reunidos, en cualquier forma de Misa, para que quede expresada y se favorezca la acción de toda la comunidad”.

No está demás destacar, como se ha dicho más arriba, la insistencia del Concilio a través de la constitución Sacrosantum Concilium respecto de la participación que se espera de la Asamblea, así es como en el Nº 14 anota: “La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano...” Este deseo está expresado en múltiples lugares de dicha Constitución conciliar, he aquí los números: 11; 19; 21; 27; 30; 41; 48 y 79, estas palabras aparecen en todos los números citados, por lo cual no puede obviarse la importancia que tiene este reclamo.

El orden de importancia de las aclamaciones es el siguiente:

·         Amén

·         Aclamaciones del acto penitencial

·         El Gloria

·         Las aclamaciones después de la primera y segunda lectura.

·         Aleluya

·         Santo

·         Las aclamaciones que siguen a la consagración.

Amén: Esta aclamación es la única que compartimos con las Iglesias Orientales, los Judíos y los Musulmanes, todos decimos Amén en distintos idiomas y por distintas cosas. En el Antiguo testamento aparece 367, y en el Nuevo Testamento 164. Es una vocablo hebreo derivado del verbo aman, que significa apoyarse sobre la roca, y se lo usa para sellar un juramento de fidelidad al Dios de la alianza. Dios hace un juramento de fidelidad a su pueblo y éste responde afirmativamente con el Amén que también implica adoración y alabanza, así como el deseo de que las cosas se cumplan. Esos sentidos aplicados a la palabra Amén dan lugar a que San Agustín diga que debe pronunciarse en su idioma original, porque la misma debe ocultar a los que no tienen fe, la fe que encierra la palabra como si fuera un código secreto que tiene la misma y su significado corto y profundo.

En las tres oraciones presidenciales, oración colecta, sobre las ofrendas y poscomunión, todos decimos Amén. Hay otro Amén mucho más importante al final de la doxología con que se cierra la Plegaria Eucarística; entonces ratificando las palabras del sacerdote actuante “in persona Christi”, todos concluimos con un Amén fuerte y vibrante convencidos de que estamos confirmando la verdad de nuestra fe y que realmente creemos en su significado. Este es el gran Amén que debiera ser cantado.

Otro Amén importante es el de la comunión, con él reafirmamos nuestra fe de recibir el Cuerpo de Cristo Sacramentado que nos fortalece para cumplir nuestra responsabilidad de cristianos.

Acto Penitencial: Comienza con la invitación del sacerdote a reconocer nuestros pecados. Le sigue un silencio y luego el rito se desarrolla de tres modos distintos. El primero con la fórmula del: “Yo confieso…”. El segundo con un diálogo entre el sacerdote y los fieles: S: “Señor, ten misericordia de nosotros”, F: “Porque hemos pecado contra Ti”. S: “Muéstranos Señor tu misericordia” F: “Y danos tu salvación”. En la tercera forma, el sacerdote o diácono canta o dice las invocaciones y la asamblea responde cantando o diciendo: “Señor ten piedad”.Finalmente el sacerdote concluye el rito con una fórmula de absolución.

Aleluya: Es la segunda aclamación importante y es también un término hebreo (Jaleluya) intraducible, y que etimológicamente quiere decir: “alabemos al Señor”, es una palabra muy usada en el libro de los salmos, pues a cada salmo o grupo  de estrofas el pueblo respondía con el Aleluya. Esta aclamación precede a la proclamación del Evangelio y la Iglesia le da tanta importancia que se canta todo el año salvo en la Cuaresma y luego se repone solemnemente en la noche de la vigilia pascual, cantado por el sacerdote tres veces y otras tantas por el pueblo. Nótese la importancia, que su canto no se suprime ni en las misas exequiales o de difuntos.

El Gloria: Su estructura se remonta al siglo III. En la Misa, hacia el siglo V. Se trata de un himno de origen y ejecución popular con melodía simple, casi recitativa. Pronto lo cantó el clero que participaba en las Misas. A partir de allí las melodías se enriquecieron, Posee tres partes: el anuncio de los ángeles en Belén, las alabanzas a Dios Padre y las invocaciones a Cristo. Dios Padre como principio y fin de todas las cosas y Cristo como el camino que nos conduce a Él.

Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo...: Por su naturaleza, es una vibrante aclamación que corona el Prefacio.  Su real significado es cercano al de: Todopoderoso, Creador de todo y que todo depende de Él. El texto con las palabras que lo completan: “Llenos están el cielo y la tierra de su gloria, Hosanna en el cielo; bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en el cielo” está inspirado en el profeta Isaías como una gran alabanza a Dios (trisagio), quien demuestra su santidad en el mundo transformándolo en nueva creación. Este es un canto por excelencia en oriente y occidente que pertenece a la asamblea, la que ejerce su función sacerdotal en el núcleo de la Plegaria Eucarística.

Su importancia queda subrayada por la introducción: “Por eso, con los ángeles y los arcángeles ofrecemos un himno a tu gloria diciendo sin cesar...”  Al Santo le sigue el prefacio de la Plegaria, el cual es esencialmente un canto. San Basilio Magno dice que la fuerza del canto hace que los ángeles desciendan sobre el altar para disponer convenientemente la mesa a la presencia del Espíritu Santo y que su fuerza transforme el pan y el vino en el Cuerpo y la Santa de Jesucristo.

Es bueno tener en cuenta que los cantos no deben cambiar lo que el texto de la Misa dice. Por ejemplo, en el Santo, algunas letras no tienen nada que ver con lo que se está proclamando.

 Aboquémonos ahora a las tres aclamaciones después de la Consagración. Todas tienen el sentido de fundamentar, reafirmar y recordar lo que celebramos: la muerte y la resurrección de Cristo.

Usualmente se utiliza sólo una de ellas, pero es de desear que se utilicen las tres. Claro que para ello debe acostumbrarse a la asamblea con el canto de las respuestas de cada una de ellas.

Primera aclamación, el sacerdote dice “Este es el misterio de la fe”. O bien: “Este es el Sacramento de nuestra fe”, y la asamblea responde aclamando: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!”. Con esta aclamación afirmamos que verdaderamente Jesús murió, pero reafirmamos nuestra fe en su resurrección y manifestamos la esperanza de su vuelta. Manifestamos el sentimiento de que no sólo queremos tener a Cristo en el Pan, sino llegar al Reino y verlo personalmente, y así expresamos este deseo escatológico de que la promesa de encontrarnos nuevamente con Él se cumpla.

En la segunda aclamación, el sacerdote dice: “Éste es el misterio de la fe, Cristo nos redimió”, y el pueblo aclama: “¡Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, ¡hasta que vuelvas!”

Tercera aclamación, el sacerdote dice: “¡Este es el misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros!”, y la asamblea aclama: “¡Salvador del mundo, sálvanos, que nos has liberado por tu cruz y resurrección!”

Se trata de aclamaciones que en todo caso deben ser cantadas. Claro que no todas las comunidades están entrenadas para eso. Pero con un poco de esfuerzo se puede lograr el objetivo de hacer de las comunidades verdaderas asambleas de adoradores en espíritu y en verdad.

JAR

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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