Vamos con la tercera parte de este trabajo preparado para ustedes.
4. LAS ACLAMACIONES DE LA ASAMBLEA EN LA EUCARISTÍA
Las aclamaciones eucarísticas son
un tema que debe ser muy destacado, pues hace a la participación activa de los
fieles que componen la asamblea. En la antigüedad cristiana, las primeras
comunidades se expresaban participativamente a través de las aclamaciones, así
el primer documento, fuera del NT, llamado Didajé,
comenta la celebración eucarística a través del Amén, aclamado por el pueblo en
la asamblea eucarística.
Del mismo modo la OGMR en los
números 34 y 35 se refiere a ellas en relación a la participación de los fieles
en la celebración de la Misa; así en el Nº 34 dice: “Como la celebración
de la Misa es por naturaleza “comunitaria”, los diálogos entre el celebrante y
los fieles reunidos, también las aclamaciones, tienen una gran fuerza: no sólo
son signos externos de la celebración común, sino que favorecen y realizan la
comunión entre el sacerdote y el pueblo”. Y en el Nº 35: “Las
aclamaciones y las respuestas a los saludos del sacerdote y a las oraciones
constituyen ese grado de participación activa que se pide a los fieles
reunidos, en cualquier forma de Misa, para que quede expresada y se favorezca
la acción de toda la comunidad”.
No está demás destacar, como se
ha dicho más arriba, la insistencia del Concilio a través de la constitución
Sacrosantum Concilium respecto de la participación que se espera de la Asamblea,
así es como en el Nº 14 anota: “La santa madre Iglesia desea ardientemente
que se lleve a los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en
las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a
la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano...” Este deseo está expresado en múltiples lugares de dicha
Constitución conciliar, he aquí los números: 11; 19; 21; 27; 30; 41; 48 y 79,
estas palabras aparecen en todos los números citados, por lo cual no puede
obviarse la importancia que tiene este reclamo.
El
orden de importancia de las aclamaciones es el siguiente:
·
Amén
·
Aclamaciones del acto penitencial
·
El Gloria
·
Las aclamaciones después de la primera y
segunda lectura.
·
Aleluya
·
Santo
·
Las aclamaciones que siguen a la
consagración.
Amén: Esta aclamación es la única que compartimos con las
Iglesias Orientales, los Judíos y los Musulmanes, todos decimos Amén en
distintos idiomas y por distintas cosas. En el Antiguo testamento aparece 367, y
en el Nuevo Testamento 164. Es una vocablo hebreo derivado del verbo aman, que
significa apoyarse sobre la roca, y se lo usa para sellar un juramento de
fidelidad al Dios de la alianza. Dios hace un juramento de fidelidad a su
pueblo y éste responde afirmativamente con el Amén que también implica
adoración y alabanza, así como el deseo de que las cosas se cumplan. Esos
sentidos aplicados a la palabra Amén dan lugar a que San Agustín diga que debe
pronunciarse en su idioma original, porque la misma debe ocultar a los que no
tienen fe, la fe que encierra la palabra como si fuera un código secreto que
tiene la misma y su significado corto y profundo.
En las tres oraciones
presidenciales, oración colecta, sobre las ofrendas y poscomunión, todos
decimos Amén. Hay otro Amén mucho más importante al final de la doxología con
que se cierra la Plegaria Eucarística; entonces ratificando las palabras del
sacerdote actuante “in persona Christi”, todos concluimos con un Amén
fuerte y vibrante convencidos de que estamos confirmando la verdad de nuestra
fe y que realmente creemos en su significado. Este es el “gran Amén” que debiera
ser cantado.
Otro Amén importante es el de
la comunión, con él reafirmamos nuestra fe de recibir el Cuerpo de Cristo
Sacramentado que nos fortalece para cumplir nuestra responsabilidad de
cristianos.
Acto Penitencial: Comienza con la invitación del sacerdote a
reconocer nuestros pecados. Le sigue un silencio y luego el rito se desarrolla
de tres modos distintos. El primero con la fórmula del: “Yo confieso…”. El
segundo con un diálogo entre el sacerdote y los fieles: S: “Señor, ten misericordia de nosotros”, F: “Porque hemos pecado contra Ti”. S: “Muéstranos Señor tu misericordia” F: “Y danos tu salvación”. En la tercera forma, el sacerdote o diácono
canta o dice las invocaciones y la asamblea responde cantando o diciendo:
“Señor ten piedad”.Finalmente el sacerdote concluye el rito con una fórmula de
absolución.
Aleluya: Es la segunda aclamación importante y es también un
término hebreo (Jaleluya) intraducible, y que etimológicamente quiere decir:
“alabemos al Señor”, es una palabra muy usada en el libro de los salmos, pues a
cada salmo o grupo de estrofas el pueblo
respondía con el Aleluya. Esta aclamación precede a la proclamación del
Evangelio y la Iglesia le da tanta importancia que se canta todo el año salvo
en la Cuaresma y luego se repone solemnemente en la noche de la vigilia
pascual, cantado por el sacerdote tres veces y otras tantas por el pueblo.
Nótese la importancia, que su canto no se suprime ni en las misas exequiales o
de difuntos.
El Gloria: Su estructura
se remonta al siglo III. En la Misa, hacia el siglo V. Se trata de un himno de
origen y ejecución popular con melodía simple, casi recitativa. Pronto lo cantó
el clero que participaba en las Misas. A partir de allí las melodías se
enriquecieron, Posee tres partes: el anuncio de los ángeles en Belén, las
alabanzas a Dios Padre y las invocaciones a Cristo. Dios Padre como principio y
fin de todas las cosas y Cristo como el camino que nos conduce a Él.
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del
universo...: Por su naturaleza, es una vibrante aclamación que
corona el Prefacio. Su real significado es cercano al de: Todopoderoso, Creador de todo y que
todo depende de Él. El texto con las palabras que lo completan: “Llenos
están el cielo y la tierra de su gloria, Hosanna en el cielo; bendito el que
viene en el nombre del Señor, Hosanna en el cielo” está inspirado en el
profeta Isaías como una gran alabanza a Dios (trisagio), quien demuestra su santidad
en el mundo transformándolo en nueva creación. Este es un canto por excelencia
en oriente y occidente que pertenece a la asamblea, la que ejerce su función
sacerdotal en el núcleo de la Plegaria Eucarística.
Su importancia queda subrayada
por la introducción: “Por eso, con los ángeles y los arcángeles
ofrecemos un himno a tu gloria diciendo sin cesar...” Al Santo le sigue el prefacio de la Plegaria,
el cual es esencialmente un canto. San Basilio Magno dice que la fuerza del
canto hace que los ángeles desciendan sobre el altar para disponer
convenientemente la mesa a la presencia del Espíritu Santo y que su fuerza
transforme el pan y el vino en el Cuerpo y la Santa de Jesucristo.
Es bueno tener en cuenta que los
cantos no deben cambiar lo que el texto de la Misa dice. Por ejemplo, en el
Santo, algunas letras no tienen nada que ver con lo que se está proclamando.
Aboquémonos ahora a las tres aclamaciones
después de la Consagración. Todas tienen el sentido de fundamentar, reafirmar y
recordar lo que celebramos: la muerte y la resurrección de Cristo.
Usualmente se utiliza sólo una de
ellas, pero es de desear que se utilicen las tres. Claro que para ello debe
acostumbrarse a la asamblea con el canto de las respuestas de cada una de
ellas.
Primera aclamación, el sacerdote
dice “Este
es el misterio de la fe”. O bien: “Este es el Sacramento de nuestra fe”,
y la asamblea responde aclamando: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. ¡Ven Señor Jesús!”. Con esta aclamación afirmamos que
verdaderamente Jesús murió, pero reafirmamos nuestra fe en su resurrección y
manifestamos la esperanza de su vuelta. Manifestamos el sentimiento de que no
sólo queremos tener a Cristo en el Pan, sino llegar al Reino y verlo
personalmente, y así expresamos este deseo escatológico de que la promesa de
encontrarnos nuevamente con Él se cumpla.
En la segunda aclamación, el
sacerdote dice: “Éste es el misterio de la fe, Cristo nos redimió”, y el pueblo
aclama: “¡Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos
tu muerte, Señor, ¡hasta que vuelvas!”
Tercera aclamación, el sacerdote
dice: “¡Este es el misterio de la fe, Cristo se entregó por
nosotros!”, y la asamblea aclama: “¡Salvador del mundo, sálvanos, que nos has
liberado
por tu cruz y resurrección!”
Se trata de aclamaciones que en
todo caso deben ser cantadas. Claro que no todas las comunidades están
entrenadas para eso. Pero con un poco de esfuerzo se puede lograr el objetivo
de hacer de las comunidades verdaderas asambleas de adoradores en espíritu y en
verdad.
JAR
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