Sinceramente estoy gratamente sorprendido por la actualización de temas que presenta diariamente el blog "La buhardilla de Jerónimo". El que sigue - que me permito reproducir - está referido a un nuevo libro de monseñor Nicola Bux. Dejo para otra entrada la reproducción del prólogo escrito por el cardenal Cañizares, actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos. A disfrutar:
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L`Osservatore Romano ha publicado hoy gran parte de la conclusión del nuevo libro de Monseñor Nicola Bux, “La reforma de Benedicto XVI”. Ofrecemos nuestra traducción de la conclusión, que hemos tomado del texto original italiano del libro, que presenta algunas variantes respecto a la ofrecida por el periódico vaticano.
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Está naciendo un nuevo movimiento litúrgico que dirige la mirada a las liturgias de Benedicto XVI; no bastan las instrucciones preparadas por expertos, se necesitan liturgias ejemplares que hagan encontrar a Dios. Sólo por los espíritus voluntariamente superficiales no se advertiría. Es un nuevo inicio que nace desde lo profundo de la liturgia precisamente como el movimiento litúrgico del siglo pasado llegó a su culmen con el concilio.
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La liturgia como lugar del encuentro con el Dios viviente, no un show para hacer interesante la religión, no un museo de formas rituales grandiosas. El pueblo de Dios celebra el nuevo rito con respeto y solemnidad pero queda desorientado por las contradicciones de los dos extremos. La liturgia volverá a ser acción eclesial, no por obra de especialistas y equipos litúrgicos, sino de sacerdotes y laicos que, gracias al conocimiento de las fuentes, consideren la liturgia occidental como fruto de un desarrollo histórico y la oriental como reflejo de la eterna. Los antiguos padres y maestros medievales se opusieron a la mistificación de la liturgia y, conociendo la historia, nos han mostrado las múltiples formas de su camino. Del movimiento litúrgico preconciliar, el Santo Padre recoge su herencia y la hace fructificar, él ha acogido el deseo de que las formas antigua y nueva del rito romano coexistieran una junto a otra como ya ocurre con la ambrosiana y las orientales.
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Confiemos en Él: Él lleva pacientemente la sabiduría de la imaginación católica en la vida de la Iglesia actual. Él comprende bien la innovación no como hostil a la tradición sino como parte de la savia del Espíritu Santo. No es un conservador y, mucho menos, un innovador sino un misionero, “humilde trabajador en la viña del Señor”. En el libro Jesús de Nazareth, pone de relieve la “comprensión” que en el Evangelio de Lucas – a diferencia de los otros evangelios – Jesús demuestra en relación a los israelitas: “Me parece particularmente significativo – observa – el modo en el que conduce la historia del vino nuevo y de los odres viejos o nuevos. En Marcos se lee: «Nadie pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!» (Marcos 2, 22). En Mateo 9, 17 el texto es similar. Lucas nos transmite la misma conversación, agregando sin embargo al final: «Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El viejo es mejor» (Lucas 5, 39) – un añadido que tal vez es lícito interpretar como una expresión de comprensión respecto a aquellos que querían quedarse con «el vino viejo» (pag. 216-117)”. ¿No es esto aplicable al debate entre usus antiquior y usus novus de la Misa, originado a continuación del motu proprio?
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La liturgia cristiana, como el mismo suceso cristiano, no es hecha por nosotros. Un término como actualización ha generado la idea de que nosotros tenemos la capacidad para rehacerlo, de crear las condiciones justas para que pueda ocurrir, de organizarlo casi como si fuéramos creadores de aquello que afirmamos creer. En realidad, Jesucristo es quien hace la sagrada liturgia con el Espíritu Santo. A nosotros nos corresponde seguirlo, dar lugar a su obra. El método, al alcance de todos, es mirar aquello que ocurre – se solía decir “asistir”, esto es, ad-stare – estar delante de su presencia; significa adherir a Algo que viene antes, seguir aquello que Él realiza en medio nuestro, capaz siempre de revertir en un segundo la idea de que el culto es hecho por nosotros. La liturgia es sagrada y divina porque es una Cosa que viene de otro mundo.
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Quisiéramos ayudar a comprender y a celebrar dignamente la liturgia como posibilidad de encuentro con la realidad de Dios y causa de la moralidad del hombre; a leer las degradaciones, síntoma de vacío espiritual, indicando el camino para restaurar el espíritu en el signo de la unidad de la fe apostólica y católica; a promover un debate serio y un camino educativo siguiendo el pensamiento y el ejemplo del Papa que permita retomar el movimiento litúrgico. Es necesario mirar al espíritu de la liturgia como adoración de Dios Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo, y como pedagogía para entrar en el misterio y ser transformados en moralidad y santidad. Es una invitación también a los laicos no creyentes pero deseosos de la verdad, ¡porque nadie es inmune a la duda de que tal vez exista Algún otro a quien dedicar el tiempo! Sobre este tal vez, que la liturgia no desvela del todo, -por eso, se pide que sea preservado el sentido del misterio y de lo sagrado, - se instaurará la comunicación entre quienes son creyentes y quienes no lo son, o lo son de manera diversa.
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A Vittorio Messori, con el cual he compartido no pocas reflexiones sobre el tema y que, con su mujer Rosanna, me ha animado en este trabajo, mi agradecimiento cordial y mi gran admiración por haber presentido con Joseph Ratzinger en “Informe sobre la fe” este tiempo “en que se requiere la paciencia, esta forma cotidiana del amor. Un amor en el que están presentes, al mismo tiempo, la fe y la esperanza”.
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Por lo tanto, debemos esperar que se realice lo que el Santo Padre ha dicho en la conclusión de la homilía de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo del año 2008: “Cuando el mundo en su totalidad se transforme en liturgia de Dios, cuando su realidad se transforme en adoración, entonces alcanzará su meta, entonces estará salvado. Este es el objetivo último de la misión apostólica de san Pablo y de nuestra misión. A este ministerio nos llama el Señor. Roguemos en esta hora para que él nos ayude a ejercerlo como es preciso y a convertirnos en verdaderos liturgos de Jesucristo”.
*Monseñor Nicola Bux
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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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