Día de Reyes magos, seis de enero. De niño es preguntar: ¿Qué me trajeron? De adulto comprobar: ¿Qué me dejaron? Y es de viejos, incrédulos y avaros: sospechar que los Reyes les robaron. Yo considero estos zapatos míos y los encuentro llenos de...vacío. Mas ya sólo tenerlos es regalo, en los tiempos que corren, nada malo. Así que: ¡gracias por estos zapatos! Y mientras me los pongo y me los ato, descubro otro regalo y me enmimismo: ¿no es don poder calzarme por mí mismo? Y al ir desenvolviendo reflexiones crece mi gratitud por tantos dones. Caigo en la cuenta, con sorpresa mía, de que es un día de Reyes cada día. Porque al calzarse cada día los pies, recibe el hombre, en don, cuanto hace y es. Y lo que da la vida, aunque parezca malo, es, bien mirado, todo de regalo. Encuentro al despertarme... de mi engaño, que es corona de gracias todo el año. Y que la Epifanía manifiesta que toda nuestra vida es día de fiesta. Que nadie el Don de Dios, por tanto, mida por los puntos que calza en esta vida. Cuando regala, Dios tiene por norma rebosar de abundancia toda horma: deja lo mismo en la alpargata rota que en los charoles y en las finas botas. ¿No vale más la vida que el vestido? Descalzos nacen reyes y mendigos. Fueron los Reyes Magos los primeros en saberse, sin Cristo, pordioseros; y en deponer ante los pies del Niño su ofrenda de fatiga y de cariño. Los primeros también que comprendieron que Tú dejabas a estos hijos ruines colmados de Jesús los escarpines.
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