Los días del Adviento tienen un color entrañablemente mariano, que luego continuará a lo largo de la Navidad y de la Epifanía, porque María de Nazaret, la Madre del Mesías, estuvo a su lado en todos estos acontecimientos por voluntad divina. Ella es el mejor símbolo de la Iglesia que celebra la venida de Cristo, la mejor Maestra de la espera de Adviento, de la alegría acogedora de la Navidad y de la manifestación misionera de la Epifanía. Además, las fiestas de la Inmaculada, de Nuestra Señora de Guadalupe, de la Sagrada Familia y de Santa María Madre de Dios, dan todavía a estas semanas mayor contenido mariano.
Bien podemos hablar de María como Nuestra Señora del Adviento, Nuestra Señora de la Navidad y Nuestra Señora de la Epifanía. La humilde mujer de Nazaret, verdadera «hija de Sión», representante de todo el pueblo de Israel, y a la vez la primera cristiana que acogió la salvación de Dios.
Así lo expresó magistralmente Pablo VI en su exhortación Marialis Cultus:
Durante el tiempo de Adviento, recordamos frecuentemente en la liturgia a la Santísima Virgen.
Aparte de la solemnidad del día 8 de diciembre —en que se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga—, la tenemos presente sobre todo en los días feriales desde el 17 al 24 de diciembre, y singularmente el domingo anterior a la Navidad, en que se leen las antiguas voces proféticas sobre la Virgen María y el Mesías, así como los relatos evangélicos referentes al nacimiento inminente de Cristo y del precursor.
De este modo, los fieles, que trasladan de la liturgia a la vida el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sienten animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene.
Queremos, además, señalar cómo la liturgia del Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio a la hora de expresar el culto. Equilibrio que puede ser tomado como norma para impedir todo aquello que tiende a separar, como sucede en algunas formas de piedad popular, el culto a la Virgen de su necesario centro de referencia, Cristo.
Resulta así que este período, como han observado los especialistas en liturgia, puede ser considerado como un tiempo particularmente apto para rendir culto a la Madre del Señor.
José Aldazábal
"Nuestra Señora del Adviento", nunca lo había escuchado, definitivamente los caminos de Dios son tan grandes y cada día nuevos.
ResponderEliminarMaría es un ejemplo a seguir, por decir que Sí a la venida del Señor y dejarlo nacer. Imitemos a nuestra Mamá, y dejemos que el Señor nazca en nuestro corazón.
Gracias y bendiciones