sábado, 29 de noviembre de 2008

El Año Litúrgico

El Tiempo de Adviento

Con las primeras Vísperas de hoy comienza el Tiempo Litúrgico de Adviento, y con él iniciamos un nuevo Año Litúrgico. Es bueno, entonces, repasar algunos conceptos que nos ayuden a comprender mejor esta realidad eclesial.

“La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino esposo....En el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad, hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor” (Sacrosantum Concilium 102)

El texto citado contiene algunos puntos que deben ser destacados:

1. Celebrar la obra salvífica de Cristo.

2. Recuerdo sagrado.

3. Un tiempo determinado con una estructura determinada.

1. El año litúrgico se estructura alrededor de una realidad que le confiere sentido pleno: la obra nuestra salvación realizada por Dios, a través de la Encarnación, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el Verbo Encarnado.

2. No se trata de un mera recordación al estilo de las efemérides patrias, simple recordación de un hecho pasado, sino la actualización de una realidad que realizada en el pasado, se actualiza en el presente: “Conmemorando así -la Iglesia- los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación”. (S.C. 102)

3. La estructura del año litúrgico está dada por la sucesión de las horas, los días, las semanas y los meses. En el centro de este entramado se sitúa la celebración de la resurrección del Señor, junto con su santa pasión y muerte, en la máxima solemnidad de la Pascua.

El tiempo de preparación a la Navidad, lo denominamos tiempo de Adviento. Es un tiempo de preparación y espera para las tres venidas del Señor. En primer lugar las dos grandes venidas: la de Navidad, en carne mortal y la triunfante, como Juez al fin de los tiempos. Los textos de todo este tiempo lo dicen de manera clara y repetidamente. Pero este mismo Señor y Salvador, viene en forma velada, místicamente y salvíficamente todos los días a nuestras almas. Ninguna de las tres Venidas debe ser desaprovechada en este comienzo del Año cristiano.

Por tratarse de un tema que merece ser desarrollado de manera extensa y detalladamente, lo iremos desplegando en los próximos días. Por ahora, medítese el texto del prefacio I de Adviento:

Realmente es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias siempre y en todo lugar,

Señor, Padre Santo

Dios todopoderoso y eterno,

por Jesucristo, Señor nuestro.

Quien, al venir por primera vez

en la humildad de nuestra carne,

dio cumplimiento al antiguo designio

y nos abrió el sendero de la salvación.

Y así, cuando venga por segunda vez,

en el esplendor de su grandeza.

revelando su obra plenamente realizada,

alcanzaremos los bienes prometidos

que ahora aguardamos en vigilante espera.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles,

los tronos y las dominaciones,

y con toda la milicia del ejército celestial,

cantamos un himno a tu gloria,

diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...

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