El tema de la participación en la celebración litúrgica nos hace realmente palpar el misterio de la salvación, la economía admirable a través de la cual el Padre misericordioso, mediante su Verbo encarnado, nos revela su designio y lo cumple mediante la fuerza del Espíritu Santo que renueva todas las cosas. La Liturgia tiene una dimensión «ascendente», ya que hace realmente subir hacia la Majestad de Dios la alabanza que le es debida como Creador y Redentor, y a la vez «descendente», puesto que a través de las celebraciones, especialmente de los sacramentos, la salvación llega a los hombres mediante la gracia santificante y todos los dones que la acompañan.
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