Lo que celebramos en la liturgia -la gracia que
nos concede Dios y nuestra respuesta de fe- no lo expresamos sólo con
palabras, silencios o canto. También el cuerpo nos ayuda con su lenguaje.
Y en concreto, las manos con el suyo.
Como en la vida nos servimos de ellas para
saludar o despedir o pedir o señalar, asi un sacerdote que impone las
manos sobre el pan y el vino, o una persona que ora a Dios elevando los
brazos, expresan de un modo muy plástico lo que sucede en lo
interior.
"Alzaré las manos invocándote"
Unas manos elevadas hacia el cielo son un gesto
muy expresivo de súplica o de alabanza o de angustia, el símbolo de todo
un ser que tiende a Dios: "toda mi vida te bendeciré y alzaré las
manos invocándote (Sal 62,5).
¡Qué bien acompañan a las palabras del
Padrenuestro unas manos dirigidas a Dios! Manos abiertas y vacías, con las
palmas hacia arriba: que reconocen su pobreza y muestran su esperanza. No
nos presentamos ante él cargados de dones. Humildemente, le estamos
diciendo con el lenguaje de las manos nuestra confianza de hijos. Por eso es tan expresivo recibir la comunión del Pan en la mano abierta, "haciendo de una mano como un trono para la otra, como si fuera esta a recibir a un rey", como explicaba hacia el año 380 san Cirilo de Jerusalén. Es un gesto que hacemos, no "tomando" por nuestra cuenta la comunión, sino "recibiéndola" por la mediación de la Iglesia, de manos del que distribuye el Cuerpo de Cristo, mientras contestamos al breve diálogo: "El Cuerpo de Cristo. Amén".
La señal de la cruz sobre nuestro cuerpo
diciendo con el lenguaje de las manos nuestra confianza de hijos. Por eso es tan expresivo recibir la comunión del Pan en la mano abierta, "haciendo de una mano como un trono para la otra, como si fuera esta a recibir a un rey", como explicaba hacia el año 380 san Cirilo de Jerusalén. Es un gesto que hacemos, no "tomando" por nuestra cuenta la comunión, sino "recibiéndola" por la mediación de la Iglesia, de manos del que distribuye el Cuerpo de Cristo, mientras contestamos al breve diálogo: "El Cuerpo de Cristo. Amén".
La señal de la cruz sobre nuestro cuerpo
¡Cuántas veces trazamos sobre nosotros mismos la
señal de la Cruz!
Cuando damos inicio a la misa o a la oración o el viaje, cuando vamos a escuchar el evangelio, cuando recibimos la bendición al final de la misa (el sacerdote la envía a todos en forma de cruz, y cada uno de nosotros nos la apropiamos), cuando el sacerdote nos da la absolución...
Cuando damos inicio a la misa o a la oración o el viaje, cuando vamos a escuchar el evangelio, cuando recibimos la bendición al final de la misa (el sacerdote la envía a todos en forma de cruz, y cada uno de nosotros nos la apropiamos), cuando el sacerdote nos da la absolución...
Es un movimiento sencillo y expresivo. Por una
parte, hacemos con nuestras manos un gesto que recuerda la cruz, el signo
más característico de los cristianos. Y, por otra, la trazamos sobre
nuestro cuerpo, deseando que la salvación de Cristo nos envuelva completamente.
Unas manos que golpean el pecho
Unas manos que golpean el pecho
Uno de los gestos penitenciales más clásicos es
el de golpearnos el pecho con nuestra mano, abierta o cerrada. Es lo que
hacia el publicano humilde que, cuando oraba en el Templo, "se golpeaba
el pecho diciendo: oh Dios, ten compasión de mi, que soy un pecador".
Cuando rezamos el "Yo confieso", hacemos nosotros lo mismo mientras
decimos "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa".
Golpearse el pecho es reconocerse débil y pecador, apuntando a nuestro
mundo interior, que es donde sucede el mal.
La importancia de tocar
La importancia de tocar
Muchas veces, en nuestra celebración, se hace el
gesto de tocar algo o a alguien con nuestras manos:
* en el Bautismo se traza la señal de la cruz
sobre la frente del niño, y se le unge con óleo en el pecho y en la
cabeza;
* en la Confirmación, el obispo impone las manos
y unge la frente del confirmado: el que hace de padrino, coloca la mano
sobre su hombro, y el obispo le da un abrazo o un beso;
* el que proclama el evangelio, toca con su mano el
libro y luego se santigua a si mismo, como deseando que haya un
trasvase";
* para el momento de la absolución, se ha
recuperado el gesto de la imposición de las manos sobre la cabeza del
penitente;
* los novios se dan el mutuo "si"
mientras se toman de las manos, como signo de entrega y fidelidad..
La imposición de las manos
La imposición de las manos
Uno de los gestos más significativos en la liturgia
es el de la imposición de manos. Es un gesto plurivalente. Depende de las
palabras que le acompañan:
* cuando se hace en el sacramento de la
Reconciliación se oye "yo te absuelvo de tus pecados";
* cuando el sacerdote las extiende sobre el pan y
el vino, dice: "envía, Señor, tu Espíritu sobre este pan y este
vino";
* cuando el obispo ordena con este gesto a un
diácono o a un presbítero o a otro obispo, dice: "envía, Señor, la fuerza de tu Espíritu, sobre estos siervos tuyos";
* los sacerdotes que concelebran la misa,
extienden sus manos hacia el pan y el vino, invocando sobre ellos al Espíritu Santo;
* también es el gesto que expresa mejor la
bendición solemne, al final de la misa, como transmitiendo a todos la
gracia de Dios.
Las manos expresan el gesto de paz
Las manos expresan el gesto de paz
Antes de comulgar, somos invitados a "darnos
fraternalmente la paz". Es un gesto que indica una cosa sencilla y
profunda a la vez: no podemos acudir a la mesa común a la que nos invita
el Señor, si no estamos en
actitud de paz y fraternidad con los demás. El gesto con el que solemos expresar esta paz es el de estrechamos la mano con los más cercanos.
actitud de paz y fraternidad con los demás. El gesto con el que solemos expresar esta paz es el de estrechamos la mano con los más cercanos.
Es un gesto de unidad, de fraternidad, incluso de
perdón. Y nos recuerda que los cristianos estamos continuamente en estado
de "paz en construcción".
La liturgia pasa también por las manos. Manos que
se juntan en actitud de recogimiento y oración, palma contra palma o
entrelazando los dedos.
Manos que se dejan lavar para simbolizar la
pureza interior. El lenguaje de unas manos que tocan, que toman posesión,
que transmiten, que saludan, que se lavan, que estrechan la mano del
hermano, que reciben al Señor en la comunión...
Claro que lo principal es lo interior, y debemos
evitar la rutina y el hacer los gestos mecánicamente, sin expresividad.
Pero, si hacemos bien esos gestos, las manos nos ayudan a expresar ese
encuentro misterioso con Dios.
No deberíamos sentir vergüenza de manifestar
exteriormente nuestras actitudes de fe: por ejemplo, cuando nos invitan a
decir el Padrenuestro con las manos elevadas. Todo será poco para que
nuestra oración sea consciente y alimentadora de nuestra fe.
Fuente: mercabá.org
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