Frutos de la Eucaristía
Al recibir la Eucaristía, nos adherimos íntimamente con Cristo Jesús, quien nos transmite su gracia.
La
comunión nos separa del pecado, es este el gran misterio de la
redención, pues su Cuerpo y su Sangre son derramados por el perdón de
los pecados.
La
Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende a
debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.
La
Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más
participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto
más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.
La
Eucaristía es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben el
Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. La
comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia
realizada ya por el Bautismo.
La
Eucaristía nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir el
Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace
caritativos.
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