Con la liturgia de este domingo, la Iglesia da comienzo al tiempo llamado de "Adviento", un tiempo de cuatro semanas que los católicos dedicamos a meditar en nuestro interior acerca de cual es nuestra respuesta a las distintas venidas del Señor Jesús. Su primera venida como Verbo Encarnado asumiendo nuestra propia naturaleza para llevar al hombre al encuentro con Dios.
Su venida constante a nuestra existencia a través de su presencia sacramental, sobre todo Eucarística.
Y su venida definitiva "en el esplendor de su grandeza" al final de los tiempos, para instaurar en plenitud el Reino de Dios y restaurar todo lo creado en el orden de la justicia original.
Entiéndase que la única respuesta positiva es la de ordenar nuestra vida según las enseñanzas del Evangelio.
"Dios todopoderoso y eterno, te rogamos que la práctica de las buenas obras nos permita salir al encuentro de tu Hijo que viene hacia nosotros, para que merezcamos estar en el Reino de los cielos junto a Él".
“El
sábado pasado, por la tarde, durante las primeras Vísperas de Adviento en la
basílica Vaticana, el Papa usó un nuevo báculo”. Lo anunció monseñor
Guido Marini, en vísperas de la celebración con que se inicia el año
litúrgico.
“Similar
en las formas a la férula de Pío IX hasta ahora en uso – añade el
Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias –, éste puede ser
considerado a todos los efectos el báculo de Benedicto XVI”. Donado por
el Círculo de San Pedro, tiene una altura de 184 centímetros, pesa 2
kilos y 530 gramos, y tiene una mejor manejabilidad respecto al del
Papa Mastai Ferretti, gracias a las más reducidas dimensiones del
báculo y de la cruz. Y es también más liviano por 140 gramos, incluso
por 590 respecto al de Juan Pablo II. De hecho, debe recordarse que el
Papa Ratzinger ha utilizado inicialmente el báculo de plata coronado
con el crucifijo – realizado por Lello Scorzelli – introducido por
Pablo VI y luego usado también por Juan Pablo I y por el Papa Wojtyla.
Posteriormente, desde el Domingo de Ramos del 2008, comenzó a utilizar
la férula dorada en forma de cruz griega, perteneciente a Pío IX,
también ella donada al Pontífice en 1877 por el Círculo de San Pedro.
El antiguo sodalicio romano renueva así la tradición propia de
fidelidad al Papa, testimoniada desde su fundación que se remonta a 140
años atrás, en el lejano 1869.
En
la parte delantera del nuevo báculo de Benedicto XVI están
representados, al centro, el cordero pascual, y a los costados, los
símbolos de los cuatro evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El
motivo de la red reproducido en los brazos de la cruz recuerda la de
Pedro, el pescador de Galilea. En el reverso, están grabados: al
centro, el monograma de Cristo – formado por las primeras dos letras de
la palabra Christòs en griego, la X y la P
entrelazadas juntas –, y en las cuatro extremidades, los rostros de los
padres de la Iglesia de Occidente y de Oriente: Agustín y Ambrosio,
Atanasio y Juan Crisóstomo. “El cordero y el monograma de Cristo
puestos al centro – comenta monseñor Marini – reflejan la unidad del
misterio pascual: cruz y resurrección”.
Deteniedo
la mirada en el anillo de debajo de la cruz, se notan: en la parte
superior, el nombre de Benedicto XVI “que lo personaliza y lo hace
suyo”, explica el Maestro; en la inferior, el de los donantes, es
decir, el Círculo de San Pedro. Un último elemento significativo,
finalmente, se encuentra en la parte alta del báculo, donde está
impreso el escudo del Papa Ratzinger.
Otra
novedad predispuesta por la Oficina para las celebraciones litúrgicas
del Sumo Pontífice para las Vísperas del sábado concierne a la imagen
de la Virgen que será colocada bajo el altar de la confesión: se trata
de la escultura de madera policromada, que representa a la Virgen en el
trono con el Niño bendiciendo, que en los años anteriores era expuesta
sólo en la solemnidad de la Santísima Madre de Dios y que el año pasado
se introdujo desde la Noche de Navidad hasta la Epifanía. El tiempo de
Adviento es, de hecho, un tiempo mariano en el que la espera del Señor
que viene está acompañada por el ejemplo de la espera de María, como se
subraya por el canto de la antífona mariana Alma Redemptoris Mater en la conclusión del rito.
La
costumbre iniciada con Benedicto XVI de celebrar las primeras Vísperas
de Adviento en San Pedro evidencia la apertura de un nuevo ciclo anual
en el que la Iglesia revive todo el misterio de Cristo: desde la
Encarnación hasta Pentecostés y la espera del retorno del Señor. Por
eso, el adorno floral es sobrio, significando la especificidad
litúrgica y espiritual de este tiempo de espera del Señor que viene, en
el signo de la alegría pero también de la penitencia y de la vigilancia
como evoca el estribillo cantado en las intercesiones: Veni, Domine, et noli tardare.
En este mismo sentido debe comprenderse el uso del color morado en las
vestiduras litúrgicas, que acompaña todo el tiempo de Adviento, que
comienza en las Vísperas del sábado 28.
Antes
del inicio del rito, como en las otras celebraciones, está previsto un
tiempo de preparación para que la asamblea se disponga a la oración,
dejando atrás los ruidos y las distracciones de la vida cotidiana. En
esta espera serán ejecutados algunas piezas musicales y se leerán
pasajes de la homilía de Benedicto XVI en las primeras Vísperas de
Adviento del 2008.
Durante
la celebración propiamente dicha, que comenzará a las 17 horas, breves
pausas de silencio al final de los salmos y de la lectura breve
ayudarán a la oración personal y al recogimiento. La lectura breve,
tomada como de costumbre de la primera carta de San Pablo a los
Tesalonicenses, adquiere en esta circunstancia un significado
particular. El primer viaje internacional de Benedicto XVI en el 2010
será, de hecho, a Malta, para celebrar los 1950 años del naufragio del
Apóstol en la isla del Mediterráneo.
(Fuente: La Buhardilla de Jerónimo)
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