"Destilad, cielos, el rocío de lo alto y que las nubes lluevan al Justo, ábrase la tierra y brote al Salvador. Los cielos cantan la gloria de Dios y el firmamento pregona cuán grandes son las obras de sus manos".
jueves, 30 de abril de 2009
Intenciones del Santo Padre para el mes de mayo 2009

El Papa Benedicto XVI explica el sentido de las imágenes en la Iglesia. Que lindo es leer estos aportes que el Papa Benedicto hace en sus catequesis de los días miércoles. Realmente enriquecen y ensanchan nuestro conocimiento y aportan elementos necesarios para crecer en la fe. ¡Gracias Santo Padre por entregarnos tantas riqueza de conocimientos, expresados con la sencillez de un excelente pedagogo! VATICANO, 29 Abr. 09 (ACI).- Al presidir la Audiencia General de los miércoles, el Papa Benedicto XVI explicó que "las santas imágenes nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los seres humanos". El Santo Padre dedicó su catequesis de hoy al patriarca San Germán de Constantinopla, que tuvo "un papel significativo en la compleja historia de la lucha por las imágenes durante la llamada crisis iconoclasta y supo resistir a la presión de un emperador iconoclasta como León III".
El Papa señaló que hay tres cosas que San Germán puede decir todavía a la humanidad contemporánea. En primer lugar, la necesidad de reconocer "la visibilidad de Dios en el mundo y en la Iglesia", porque "Dios creó al hombre a su imagen, pero esa imagen se cubrió de la suciedad del pecado" y el Creador "casi no se percibía. Así, el Hijo de Dios se hizo hombre y, en Cristo la imagen verdadera de Dios, podemos aprender a ser también nosotros imagen suya". Si para contrarrestar la idolatría y el peligro de las imágenes paganas Dios prohibió a los israelitas construir imágenes suyas, "cuando Dios se hizo visible en Cristo mediante la Encarnación, fue legítimo reproducir el rostro de Cristo" y "las santas imágenes nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los seres humanos", indicó el Pontífice.
En segundo lugar, San Germán enseña "la belleza y la dignidad de la liturgia", que se debe celebrar "con la conciencia de la presencia de Dios y con la belleza y la dignidad que dejan entrever el esplendor de Dios". El tercer punto, señaló, es "amar a la Iglesia". "Quizá en la Iglesia, como en nosotros, vemos el pecado, lo negativo, pero con la ayuda de la fe podemos hoy y siempre volver a descubrir en la Iglesia la belleza divina. En la Iglesia, Dios se nos ofrece en la Eucaristía, habla con nosotros, nos perdona y nos enseña a perdonar. Recemos para que Dios nos enseñe a ver en la Iglesia su presencia y su belleza, a ver su presencia en el mundo y para que nos ayude, haciéndonos transparentes con su luz".
Sobre San Germán El Papa explicó que "durante el patriarcado de Germán (715-730) la capital del imperio bizantino, Constantinopla, fue asediada por los sarracenos. En esa ocasión (717-718) se organizó una solemne procesión con la ostensión de la imagen de la Madre de Dios y la reliquia de la Santa Cruz para invocar del cielo la defensa de la ciudad. Efectivamente Constantinopla fue liberada del asedio". Después de ese hecho el patriarca "se convenció de que la intervención de Dios debía considerarse una aprobación evidente de la piedad mostrada por el pueblo hacia los iconos sagrados", pero "el emperador León III que subió al trono en el 717 empezó a manifestar cada vez más la convicción de que la consolidación del imperio debía partir de la reordenación de las manifestaciones de la fe, refiriéndose en particular al peligro de idolatría al que, a su parecer, el pueblo estaba expuesto con motivo del excesivo culto de los iconos". "De nada sirvieron las referencias del patriarca Germán a la tradición de la Iglesia y a la eficacia de algunas imágenes que eran reconocidas por unanimidad "milagrosas". El emperador fue inamovible en la aplicación de su proyecto reformador.
Germán no quiso doblegarse a su voluntad en cuestiones que creía determinantes para la fe ortodoxa. En consecuencia se vio obligado a dimitir como patriarca y se recluyó en un monasterio donde murió en el olvido. Pero su nombre fue ensalzado en el segundo Concilio de Nicea (787), donde se reconocieron sus méritos". De San Germán se conservan "diversas homilías de argumento mariano, entre las cuales algunas han marcado profundamente la piedad de enteras generaciones de fieles en Oriente y Occidente" y algunos textos como el que el Papa Pío XII "engastó como una perla en la constitución apostólica "Munificentissimus Deus" (1950)" dedicada a la Asunción de María. El Papa Benedicto XVI recordó que el santo ofreció una "gran aportación" a la tradición bizantina, donde "el decoro de la forma retórica en la predicación y todavía más en los himnos o composiciones poéticas es tan importante en la celebración litúrgica como la belleza del edificio sagrado donde se desarrolla". Fuente: AciPrensa.
miércoles, 29 de abril de 2009
¿Y POR CASA COMO ANDAMOS?
miércoles, 22 de abril de 2009
Formación Litúrgica
FIESTAS DEL SEÑOR
Las fiestas del Señor son aquellas dedicadas a la celebración de algunos misterios o títulos del Señor, fiestas que no entran en los grandes misterios celebrados en los tiempo litúrgicos de adviento, navidad o pascua.
Estas se pueden catalogar en:
- Fiestas del ciclo mistérico del Señor: Anunciación del Señor y Presentación del Señor.
- Fiestas de origen teológico devocional: Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón de Jesús, Cristo Rey.
- Fiestas de origen oriental: Transfiguración del Señor; Exaltación de la Cruz.
CORPUS CHRISTI: Al jueves siguiente, hasta hace poco,
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: El viernes posterior al domingo II después de Pentecostés celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fiesta de origen devocional y popular desde el S. XVII, extendida a toda la iglesia en 1856 por Pío IX y dándole Pío XI la máxima categoría litúrgica en 1928. Los pilares de esta fiesta la ponen las monjas benedictinas Santa Gertrudis y Santa Matilde al propagar la devoción a las llagas de Cristo en la época medieval pero es Santa Margarita María de Alacoque la que da un impulso definitivo a esta devoción con sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús. Su significado teológico tiene como telón de fondo la caridad y el amor de Cristo a los hombres simbolizados en su corazón.
CRISTO REY: También la celebramos como solemnidad del Señor en el último domingo del tiempo ordinario y como conclusión del año litúrgico. Esta solemnidad la instituyó Pío XI en 1925 mediante
sábado, 18 de abril de 2009
Tomen nota los sacristanes

Un blog que sigo "La Buhardilla de Jerónimo", tiene siempre "post" verdaderamente actualizados que son ricos en información. He aquí uno de ellos:
El Custodio de las cosas sagradas
Un importante aunque poco conocido colaborador del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice es aquel que tiene la función de Custodio del Sagrario Apostólico. Hace algunos meses ha sido nombrado un nuevo Custodio que, en una entrevista concedida hoy a L’Osservatore Romano, ha hablado acerca de la historia del cargo, sus funciones, y los objetos litúrgicos de valor que se conservan en la Sacristía Pontificia. Ofrecemos nuestra traducción.
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Una función que se remonta al siglo XIV, un servicio constante y fiel al Papa en todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas, una presencia atenta y discreta a la que se le ha confiado tesoros de gran valor religioso, artístico e histórico. Es la figura del Custodio del Sagrario Apostólico, que desde 1352 es elegido del interior de la Orden de San Agustín. Una vida en estrecho contacto con todo cuanto concierne a los objetos litúrgicos reservados al Papa: casullas, estolas, capas pluviales, cálices, patenas, cruces, mitras. El reciente nombramiento del padre Paolo (Pavel) Benedik es una ocasión para redescubrir esta figura que, a lo largo de los siglos, ha tenido roles y tareas importantes. Hemos pedido al religioso agustino eslovaco que ilustre las funciones actuales.
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¿Nos explica la figura y las funciones del Custodio del Sagrario Pontificio dentro del Palacio Apostólico?
Debemos remontarnos a 1352, cuando Clemente VI eligió a su sacristán de entre la Orden de San Agustín. En 1497, Alejandro VI con la Bula Ad sacram confió esta tarea exclusivamente a los agustinos y Clemente VIII en 1595 elevó el cargo de sacristán a la dignidad episcopal. Sucesivamente, León XII estableció que el sacristán fuera también párroco de los Palacios Apostólicos y camarlengo de los párrocos de Roma. En 1929, con la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Pío XI estableció que el sacristán pro tempore fuese también el Vicario general. Pablo VI, con el motu proprio Pontificalis domus del 28 de marzo de 1968, definió el oficio de sacristán, llamado también comúnmente “el párroco del Papa”: cuidar el culto divino y las capillas pontificias en el palacio apostólico, en la Casa Pontificia y en Castel Gandolfo; ocuparse del buen funcionamiento de la sacristía pontificia, de la lipsanoteca y del tesoro litúrgico, y ocupar el cargo de Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, con excepción de algunos documentos papales y de lo publicado por L’Osservarore Romano.
El cargo de varios siglos terminó el 14 de enero de 1991 cuando Juan Pablo II, con un quirógrafo, suprimió la figura del sacristán como había sido concebida hasta entonces. El cuidado espiritual del Estado de la Ciudad del Vaticano fu confiada al Arcipreste pro tempore de la Basílica de San Pedro, mientras que la jurisdicción sobre el Palacio lateranense pasaba al cardenal vicario para la diócesis de Roma. El oficio de sacristán quedaba suprimido y sus funciones confiadas al Maestro de las celebraciones litúrgicas. La parroquia de Santa Ana continuaba siendo atendida por los agustinos, mientras que los religiosos en servicio en la sacristía pontificia pasaban a depender del Maestro y uno de ellos sería nombrado Custodio del Sagrario apostólico, es decir, de las reliquias y objetos preciosos que allí son conservados. El último sacristán fue el agustino holandés Pietro Canisio van Lierde.
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Ésta es la historia. ¿Y sus tareas específicas?
Lo explica la misma palabra: custodio de las cosas sagradas. Su deber principal es el de custodiar los ornamentos litúrgicos que el Papa necesita para las celebraciones en la basílica de San Pedro, para las capillas papales del Palacio Apostólico o en Roma, y en los viajes apostólicos. Preparamos los purificadores, los manutergios, los cálices, las patenas, las estolas, etc. Ésta es nuestra tarea. Muchos de estos objetos litúrgicos tienen una historia de santidad, porque han sido usados por diversos Papas luego canonizados. Otra ocasión en la que se necesita nuestra ayuda es cuando llaman del apartamento papal porque el Pontífice debe celebrar una liturgia. En ese caso, nos ocupamos de preparar lo necesario y lo llevamos directamente a la capilla. Durante el pontificado de Juan Pablo II, si había Misas semi-públicas en el apartamento papal o en la capilla Redemptoris Mater, preparábamos todo para la Misa.
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Dada la historia de tantos siglos de la sacristía pontificia, ¿tienen vestiduras litúrgicas muy preciosas?
No ha quedado tanto porque cuando Napoleón Bonaparte ocupó Roma se llevó muchísimas cosas: cálices, cruces, báculos. Sus soldados quemaron muchas vestiduras litúrgicas para aprovechar el oro que éstas contenían. Además, cuando fue acordado el tratado de paz de Tolentino en 1797, el Papa debió vender muchos objetos preciosos para pagar el resarcimiento de guerra a Napoleón. El emperador se burló también de Pío VI: le donó una tiara muy bella y preciosa repleta de esmeraldas pero en su interior llena de madera y que, por lo tanto, no podía ser utilizada. Esto fue para hacerle entender que su reino había terminado. Después de esta expoliación, en la sacristía han quedado algunas vestiduras de Urbano VIII y de Pablo V, y algunos cálices góticos que son los más antiguos. Entre los más preciosos, sin embargo, conservamos el de Pío IX, usado por primera vez para celebrar la Misa en el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Hay también objetos de valor de León XIII y de Benedicto XV, san Pío X y Pío XI. Entre los objetos preciosos, hay también una tiara donada por Isabel II de España y la mitra ofrecida a León XIII por Guillermo II, emperador de Alemania, con ocasión del septuagésimo aniversario de sacerdocio.
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¿Estos objetos preciosos aún son utilizados?
Algunos objetos se usan todavía, como las mitras y las capas pluviales. En la elección de cuáles se utilizarán, nos ponemos de acuerdo con el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Las vestiduras más antiguas, como las de Pablo V, son difíciles de utilizar; las de Urbano VII no las ponemos más. Hay otros objetos litúrgicos, en cambio, como la capa pluvial de Benedicto XV y la de Juan XXII que Benedicto XVI ha usado el año pasado para el Te Deum de acción de gracias de fin de año. Entre los ornamentos de valor, hay una casulla romana roja que se remonta al siglo XVI. Desde el punto de vista estético, tal vez las vestiduras más bellas son aquellas de Pablo VI que mandó realizar él mismo. También durante el Año santo del 2000, Juan Pablo II encargó muchas otras. Respecto a los cálices, en cambio, los usamos todos.
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¿Quién se ocupa del lavado y de la limpieza de los ornamentos sagrados?
Las hermanas agustinas oblatas del Niño Jesús lavan, planchan y remiendan todo lo que es utilizado para la Misa por el Papa y por los concelebrantes cuando preside el Pontífice.
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¿Cuál es vuestro trabajo particular durante las Misas presididas por el Papa?
Nos ocupamos de lo necesario para liturgia, comenzando por las vestiduras, las píxides, los cálices, las patenas, para los cardenales, los obispos, los prelados y para cuantos distribuyen la Comunión. Pero sólo cuando preside el Papa o celebra un cardenal en nombre del Pontífice.
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Entre estos objetos, ¿cuál es la más antigua cruz pectoral que se conserva en la sacristía pontificia?
Se remonta a Pío IX y es también la más valiosa.
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¿Por quién está compuesta vuestra comunidad agustina en servicio en el Palacio Apostólico?
Somos tres religiosos. Es una comunidad internacional que depende directamente del Prior general de la Orden. Yo soy eslovaco, de la región de Kosice; luego está el padre Edward Daleng, de Nigeria, y Fray Einer Tocto, originario de Perú. También colaboran con nosotros, a tiempo completo, tres laicos. Vivimos junto a la sala ducal en el Palacio Apostólico. La propuesta del nombramiento como Custodio del Sagrario es enviada por nuestro Prior general al Maestro de las celebraciones litúrgicas. Yo estoy aquí en el Vaticano desde hace tres años y en Italia desde 1984.
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Vosotros estáis también al servicio de las celebraciones que se desarrollan en la Capilla Sixtina. ¿Es usada regularmente para las liturgias?
Hay celebraciones en Adviento y en Cuaresma, presididas por el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Cada año, en enero, durante la fiesta del Bautismo de Jesús, son administrados los bautismos. Durante el sínodo sobre la Palabra de Dios, la Capilla ha sido sede de un evento histórico: allí se celebraron las vísperas en presencia del Patriarca ecuménico Bartolomé. Algunas veces allí se realizan conciertos. El deseo de muchos es que, en el futuro, la Capilla sea utilizada para las celebraciones litúrgicas. Sobre todo, la Capilla Sixtina es famosa en el mundo porque allí tiene lugar el cónclave.
Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
viernes, 17 de abril de 2009
"Mirarán al que traspasaron"

Ofrecemos nuestra traducción de un interesante artículo, publicado por L’Osservatore Romano, sobre la centralidad del crucifijo en la celebración litúrgica. Su autor es el Padre Mauro Gagliardi, uno de los nuevos consultores (nombrado por el Papa en septiembre de 2008) de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.
En este tiempo de Cuaresma, no podemos dejar de pensar en el gran misterio del Sacro Triduo que, al término de estos cuarenta días, nos hará volver a meditar y revivir, en el hoy de la Liturgia, la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Una ayuda para este proceso de conversión proviene de la meditación sobre la centralidad de la Cruz en el culto y, en consecuencia, en la vida del cristiano. Las lecturas bíblicas de la Misa de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) presentan, entre otros, el tema de "mirar a". Los israelitas deben mirar a la serpiente de bronce levantada sobre un asta para ser sanados del veneno de las serpientes (cfr. Números 21, 4b-9). Jesús, en la página evangélica de esa fiesta litúrgica, dice que Él debe ser levantado en alto como la serpiente mosaica para que quien cree en Él no muera sino que tenga vida eterna (cfr. Juan 3, 13-17). Los israelitas miraban a la serpiente de bronce pero debían realizar un acto de fe en el Dios que sana; para los discípulos de Jesús, en cambio, hay una perfecta convergencia entre “mirar a” y creer: para obtener la salvación, se debe creer en Aquel al cual se mira, el Crucificado Resucitado, y vivir de un modo coherente con esta mirada fundamental.
Ésta es la intuición fundamental del uso litúrgico tradicional según el cual el ministro y los fieles dirigen juntos su mirada hacia el crucifijo. En el momento en que entró en uso la práctica de celebrar versus populum, surgió el problema de la posición del sacerdote en el altar, ya que ahora estaba de espaldas al tabernáculo y al crucifijo. Inicialmente, en diversos lugares, fue establecido el tabernáculo (a cassetta) puesto sobre el altar separado de la pared: el tabernáculo se encontraba así entre el sacerdote y los fieles de modo que, aún encontrándose uno frente a otros, tanto el ministro como los fieles podían mirar hacia el Señor durante la liturgia eucarística. Este recurso, sin embargo, fue superado pronto, sobre todo en base a la convicción de que esta ubicación del tabernáculo generaría un conflicto de presencias: no se podría reservar el Santísimo Sacramento sobre el altar de la celebración porque contrastaría con las diversas formas de presencia de Cristo en la liturgia. Finalmente se resolvió colocar el tabernáculo en una capilla lateral. Quedaba aún el crucifijo, al cual el sacerdote seguía dando la espalda, dado que por norma aún permanecía en el centro. Se resolvió aún mas fácilmente estableciendo que podía ser colocado también a un lado del altar. De este modo, ciertamente, el ministro no le daba más la espalda pero la representación del Señor crucificado perdía su centralidad y, de todos modos, no se resolvía el problema consistente en el hecho de que el sacerdote continuaba sin poder “mirar al Crucificado” durante la liturgia.
Las normas litúrgicas establecidas para la actual forma ordinaria del rito romano permiten colocar el crucifijo y el tabernáculo en posiciones alejadas; sin embargo, esto no impide que se continúe discutiendo sobre la mayor oportunidad de que sean colocados al centro, como se indica para el altar. Esto vale principalmente para la representación del Crucificado. La instrucción “Eucharisticum mysterium”, de hecho, afirma que “en razón del signo” (ratione signi, n. 55), conviene que sobre el altar en el que se celebra la Misa no sea colocado el tabernáculo porque la presencia real del Señor es el fruto de la consagración y como tal debe aparecer. Esto no excluye que el tabernáculo puede normalmente permanecer en el centro del edificio litúrgico, sobre todo donde se cuente con la presencia de un altar más antiguo que ahora se encuentra detrás del nuevo el altar (véase el n. 54, que afirma que es lícita la colocación del tabernáculo sobre el altar dirigido al pueblo). Si bien se trata de una cuestión compleja y que requeriría profundizaciones, se puede reconocer que el desplazamiento del tabernáculo fuera del altar de la celebración versus populum (o nuevo altar) tiene más argumentos a su favor ya que no se basa sólo en el argumento del conflicto de presencias sino también en el de la verdad de los signos litúrgicos. Sin embargo, no puede decirse lo mismo respecto al crucifijo. Eliminada la centralidad del crucifijo, la comprensión común del sentido de la liturgia corre el riesgo de ser trastocada.
Es evidente que el mirar no puede ser reducido a un mero gesto exterior, realizado con la simple orientación de los ojos. Se trata principalmente de una actitud del corazón que puede y debe ser mantenida, cualquiera sea la orientación asumida por el cuerpo del orante y la dirección dada a la mirada durante la oración. Sin embargo, en el Canon romano, también en el misal de Pablo VI, está la rúbrica que prescribe al sacerdote elevar los ojos al cielo poco antes de pronunciar las palabras consecratorias sobre el pan. La orientación del espíritu es más importante pero la expresión corpórea acompaña y sostiene el movimiento interior. Si es cierto, entonces, que mirar al Crucificado es un acto del espíritu, un acto de fe y adoración, sigue siendo cierto que mirar la imagen del Crucificado durante la liturgia ayuda y sostiene muchísimo el movimiento del corazón. Tenemos necesidad de signos y gestos sagrados que sostengan, sin sustituirlo, el movimiento del corazón que anhela la santificación: también esto significa obrar litúrgicamente ratione signi. Sacralidad del gesto y santificación del orante no son elementos contrarios sino dos aspectos de una única realidad.
Por lo tanto, si el uso de celebrar versus populum tiene aspectos positivos, es necesario, sin embargo, reconocer también sus límites: en particular el riesgo de que se cree un círculo cerrado entre el ministro y los fieles que ponga en segundo plano precisamente a Aquel al cual todos deben mirar con fe durante el culto litúrgico. Es posible evitar estos riesgos restituyendo a la oración litúrgica su orientación, en particular en lo referente a la liturgia eucarística. Mientras la liturgia de la Palabra tiene su desarrollo más adecuado si el sacerdote está dirigido hacia el pueblo, parece teológica y pastoralmente más oportuno aplicar la posibilidad – reconocida por el misal de Pablo VI en sus diversas ediciones - de continuar celebrando la Eucaristía hacia el crucifijo; esto puede realizarse concretamente en diversos modos, también colocando la representación del Crucificado en el centro del altar en la celebración versus populum, de modo tal que todos, sacerdotes y fieles, puedan mirar al Señor durante la celebración de su santo Sacrificio. En el prefacio al primer volumen de su Opera Omnia, Benedicto XVI se ha mostrado feliz por el hecho de que se esté siguiendo cada vez más una propuesta que él había realizado en su Introducción al espíritu de la liturgia. Ésta, como ha escrito el Papa, consistía en la sugerencia de “no proceder a nuevas transformaciones sino poner simplemente la cruz en el centro del altar, a la que miran juntos el sacerdote y los fieles, para dejarse así conducir hacia el Señor, al cual todos juntos oramos”.
Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
lunes, 13 de abril de 2009
QUE ES LA PASCUA

domingo, 12 de abril de 2009
CRISTO RESUCITÓ, ¡ALELUYA!
Filipenses 2, 5-11
CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Formación Litúrgica
EL TIEMPO PASCUAL
Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo pascual . Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:
OCTAVA DE PASCUA: Son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua. En un tiempo se lo llamó domingo “in albis”, porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado en
TIEMPO PASCUAL HASTA
TIEMPO PASCUAL DESPUÉS DE
En este tiempo celebramos:
*
* Pentecostés: Se celebra a los cincuenta días de la Pascua. Es el colofón del ciclo pascual.
Ya los judíos celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar
En la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad, debe siempre haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces, música). El cirio pascual debe encenderse en todas las celebraciones de la Eucaristía, para subrayar la unidad de la cincuentena pascual. En las lecturas, durante la cincuentena se omiten las del Antiguo Testamento, leyéndose el libro de los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas se lee el de San Juan y las apariciones del Resucitado según el ciclo del año litúrgico correspondiente.