Domingo
III de Cuaresma – Ciclo A (Juan 4, 5-42) – 27 de marzo de 2011
En medio de una
noche oscura como la boca de un lobo, el Capitán del barco reconoció a lo lejos
la luz de otra embarcación que venía directamente hacia ellos. En seguida dio
una orden al telegrafista. Ordénele a esa embarcación que cambie su rumbo diez
grados a estribor. Un momento después llega un mensaje a la cabina del Capitán:
“Ustedes deben cambiar su rumbo diez grados a babor”. El Capitán pide que el
mensaje esta vez sea más explícito: “Soy el Capitán Baquero, le ordeno que gire
su rumbo diez grados a estribor”. Mientras pasa todo esto, la luz se va
acercando de manera rápida y peligrosa. Se recibe un nuevo mensaje en la
cabina: “Soy el marinero Barragán. Le sugiero que gire su rumbo diez grados a
babor”. El Capitán muy contrariado y viendo que la luz ya está demasiado cerca
envía una última advertencia: “Estoy al mando de un buque de guerra. Modifique
su rumbo diez grados a estribor o no respondo por lo que pueda pasar”. La
respuesta que llega los deja a todos estupefactos: “Modifique su rumbo diez
grados a babor. Tampoco respondo por lo que pueda pasar. Estoy al mando de un
faro. Usted verá”.
La samaritana que
llega a mediodía al pozo de Jacob, a las afueras de Sicar, en busca de agua, se
encuentra, sorpresivamente, con que un judío, con rostro cansado, le pide de
beber. “Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del
mediodía. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En eso,
una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le dijo: – Dame un
poco de agua”. La sorpresa aumenta cuando este atrevido personaje le termina
ofreciendo agua viva sin tener si quiera un balde y una soga para sacar una
gotas de agua del profundo pozo. “Jesús le contestó: – Si supieras lo que Dios
da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría
agua viva”. Pero, sin duda, las sorpresas apenas comenzaban, pues más tarde se
sintió confrontada con la verdad de su vida. “Jesús le dijo: – Ve a llamar a tu
marido y vuelve acá. La mujer le contestó: – No tengo marido. Jesús le dijo: –
Bien dices que no tienes marido; porque has tenido cinco maridos, y el que
ahora tienes, no es tu marido. Es cierto lo que has dicho”.
Muchas veces
salimos al encuentro de los demás revestidos con nuestras armaduras para
defendernos y no dejar entrar a los otros en nuestra vida. Pero es frecuente
que nos tropecemos con la sorpresa de descubrirnos vulnerables y nos veamos
obligados a cambiar nuestro rumbo para abrirnos a nuestra propia verdad. Es lo
que le pasó al capitán del barco con el que comenzamos esta reflexión. Se
sentía seguro y fuerte, pero tuvo que dejar a un lado su propio camino, porque
estaba navegando hacia su propia destrucción. Algo parecido pasa cuando nos
encontramos con la Palabra
de Dios; ella nos confronta y nos ayuda a descubrir nuestra propia verdad.
“Porque la Palabra
de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos y
penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de
la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón”
(Hebreos 4,12).
Este tiempo de
Cuaresma nos invita a revisar nuestros caminos y corregir nuestro rumbo. Como
la samaritana, El encuentro con Jesús pone en evidencia el camino equivocado
que estamos siguiendo, al dejarnos guiar solamente por nuestros criterios.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J
(Fuente:
periodistadigital.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
TUS COMENTARIOS SERVIRÁN PARA DISCERNIR LO ÚTIL DE LO INÚTIL DE CADA ENTRADA: