Monseñor
Guido Marini, es el maestro de Ceremonias Pontificias del Santo Padre, con
seguridad muchos de ustedes lo han reconocido por su participación en las celebraciones
pontificias, en las que en cumplimiento de su ministerio, se lo ve acompañando al
Santo Padre Benedicto XVI. Recientemente ha sido entrevistado por “Gaudium
Press”, refiriéndose a varios temas entre los que se destaca su afirmación
acerca de la importancia de amar la liturgia y vivirla con fidelidad a las
indicaciones de la Iglesia.
GP -¿Cómo es que la Iglesia católica entiende la
liturgia después del Concilio Vaticano II? ¿Cuál es el sentido, el corazón de
la liturgia? El Santo Padre durante su reciente viaje a Inglaterra, en la
Catedral de Westminster habló sobre la dimensión del sacrificio.
Creo que hay dos aspectos de la celebración
eucarística donde uno debe estar unido al otro. Porque, como se dice también en
los documentos del magisterio, la Misa es la renovación del sacrificio del
Señor y, al mismo tiempo, es también el momento, el lugar en el cual este
sacrificio se comunica a nosotros a través de la señal de la convicción. Por
eso creo que hay dos elementos, ambos fundamentales para la comprensión de la
celebración eucarística. Creo también que la dimensión sacrificial es una
dimensión de fundación. Porque si no existiera el sacrificio redentor, no
existiría ni la posibilidad de comunicar este sacrificio y así entrar en
comunión con la salvación, la cual nos fue dada por nuestro Señor Jesús. Pienso
que esto es la visión que la Iglesia nos transmite a través de su enseñanza, y
que nos lleva al corazón auténtico de la liturgia.
GP - El Santo Padre se refiere también a la
cuestión de la justificación. Siempre hablando sobre liturgia, ¿De qué forma la
Iglesia Católica presenta el tema de la justificación en Cristo?
En el ámbito de la liturgia, justamente porque
repropone, presenta, actualiza el misterio de la salvación, esto es, del Señor
que murió y resucitó por nosotros, se presenta también como el momento de la
justificación de la humanidad y del hombre. Porque nosotros sabemos que el
hombre es salvado justamente en virtud de este misterio de muerte y
resurrección. Claro que después cada uno se debe apropiar personalmente,
subjetivamente, de esta justificación que fue dada. Entonces me parece que los
dos aspectos son importantes, ambos fundamentales de la participación en la
liturgia. Por una parte viene un don, que es el don de la salvación, y por
tanto el misterio que se renueva. Por otro, este don debe ser, sin embargo,
acogido en la vida de cada uno y debe tornarse vida de la vida. Entonces, hay
siempre esta relación entre don y responsabilidad, justificación dada y
justificación acogida en la propia vida.
GP - El entonces profesor Ratzinger en sus
escritos habla en la reforma, sobre la reforma de la liturgia. ¿Cómo ve usted
esta exigencia de las reformas, de los cambios en la liturgia? De hecho,
algunos cambios ya fueron introducidos por el Santo Padre Benedicto XVI.
Cuando a veces se habla y se usa este término
"reforma de la reforma", se arriesga a ser "mal entendido".
Porque no todos lo entienden de la misma manera y no todos lo captan del mismo
modo. Creo que, además de las frases hechas, aquello que es importante, es que
la reforma que el Concilio Vaticano II inició sea efectivamente realizada de
modo completo según las enseñanzas del Concilio, que colocan la liturgia en una
continuidad con toda su tradición en el mismo tiempo con el criterio de
desarrollo orgánico. Como debe ser siempre en la vida de la Iglesia. La
actuación práctica de la reforma después del Vaticano II no está siempre feliz.
Exactamente, por esto, es que tal vez sea necesario hacer alguna corrección,
algún cambio, alguna mejoría, justamente para actuar de modo completo a las
indicaciones del Concilio y hacerlas de forma que parezca cada vez más claro
con el desarrollo de la liturgia de la Iglesia, y se ubique en orgánica
continuidad con la que la precedió.
GP - Una de las indicaciones del Concilio
Vaticano II, no realizada en la práctica, fue el deseo de un movimiento
litúrgico dentro de la Iglesia, principalmente en Alemania y Francia. ¿Ahora
cómo se ve esta exigencia en la pastoral litúrgica?
El propio Papa, todavía cardenal, había deseado un renovado movimiento litúrgico que pudiese crear las condiciones, las bases, para el desarrollo interior, la profundización de la vida litúrgica de la Iglesia. Así como fue antes del Concilio Vaticano II. Aquí también hay diversos modos de ver, de extender las relaciones entre el movimiento litúrgico, antes del Concilio, con este movimiento litúrgico que continúa con el interés de que sea más significativo, tal vez renovado. Creo que la vida litúrgica de la Iglesia conoce un florecimiento, siempre que hay un terreno que sea capaz de hacer florecer. Entonces creo que es importante el amor a la liturgia, y también el vivir la liturgia con fidelidad a las indicaciones de la Iglesia, a fin de tornarse, de algún modo, aquel gran movimiento litúrgico que después puede traer frutos para la vida litúrgica de la Iglesia.
El propio Papa, todavía cardenal, había deseado un renovado movimiento litúrgico que pudiese crear las condiciones, las bases, para el desarrollo interior, la profundización de la vida litúrgica de la Iglesia. Así como fue antes del Concilio Vaticano II. Aquí también hay diversos modos de ver, de extender las relaciones entre el movimiento litúrgico, antes del Concilio, con este movimiento litúrgico que continúa con el interés de que sea más significativo, tal vez renovado. Creo que la vida litúrgica de la Iglesia conoce un florecimiento, siempre que hay un terreno que sea capaz de hacer florecer. Entonces creo que es importante el amor a la liturgia, y también el vivir la liturgia con fidelidad a las indicaciones de la Iglesia, a fin de tornarse, de algún modo, aquel gran movimiento litúrgico que después puede traer frutos para la vida litúrgica de la Iglesia.
GP - El Santo Padre durante su audiencia general
del 29 de septiembre dijo que "La Liturgia es una gran escuela de
espiritualidad". ¿Qué quería decir el Santo Padre?
Creo que él quería decir que la espiritualidad
cristiana nace de la liturgia y crece con la liturgia. Pienso que no es
imaginable la espiritualidad fuera del contexto litúrgico. Justamente, porque
es de la liturgia, es que nosotros obtenemos la gracia que nos salva, y es en
la liturgia que nosotros crecemos dentro de esta gracia que nos salva. Nosotros
encontramos al Señor vivo, presente en la Iglesia, operante en su Iglesia de
modo más alto, justamente en la liturgia. Entonces, si esto faltase, de verdad
faltaría la fuente, la fuerza para cualquier espiritualidad. Una verdadera vida
espiritual, un crecimiento de la vida espiritual, un camino íntimamente
espiritual, sólo es posible en relación con la liturgia.
Por Anna Artymiak
Fuente: Gaudium Press.
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