El Santo Padre Benedicto XVI al pronunciar su homilia en la pasada celebración del Corpus Christi, dijo lo que sigue, al referirse a los sacerdotes con ocasión del "año sacerdotal":
“[…] Me dirijo particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, que Cristo ha elegido para que junto a Él podáis vivir vuestra vida como sacrificio de alabanza para la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podréis sacar aquella fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en el ministerio pastoral. Recuerda san León Magno que “nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en lo que recibimos” (Sermo 12, De Passione 3,7, PL 54). Si esto es cierto para todo cristiano, lo es más aún para nosotros, los sacerdotes. ¡Convertirse en Eucaristía! Que éste sea precisamente nuestro constante deseo y compromiso a fin de que la ofrenda del cuerpo y de la sangre del Señor que hacemos sobre el altar, esté acompañada por el sacrificio de nuestra existencia. Cada día saquemos del Cuerpo y Sangre del Señor aquel amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Esto es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo de una auténtica devoción por la Eucaristía; les gusta verlo transcurrir largos momentos de silencio y de adoración frente a Jesús, como hacía el santo Cura de Ars, a quien recordaremos particularmente durante el casi inminente Año Sacerdotal.
San Juan María Vianney solía decir a sus feligreses: “Venid a la comunión… Es cierto que no sois dignos, pero la necesitáis” (Bernard Nodet, Le curé d’Ars. Sa pensée - Son coeur, éd. Xavier Mappus, Paris 1995, p. 119). Con la conciencia de ser indignos a causa de los pecados pero necesitados de nutrirnos del amor que el Señor nos ofrece en el sacramento eucarístico, renovemos esta tarde nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía. ¡No hay que dar por descontada esta fe! Existe hoy el riesgo de una secularización creciente también dentro de la Iglesia, que puede traducirse en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones privadas de aquella participación del corazón que se expresa en veneración y respeto por la liturgia. Es siempre fuerte la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándonos abrumar por la actividad y las preocupaciones terrenas. […] ”
De la homilía del Santo Padre Benedicto XVI en la Solemnidad de Corpus Christi, 11 de junio de 2009.
(Fuente: La Buhardilla de Jerónimo.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
TUS COMENTARIOS SERVIRÁN PARA DISCERNIR LO ÚTIL DE LO INÚTIL DE CADA ENTRADA: