La revista on line de la editorial San Pablo ha publicado el siguiente aporte de la liturgista Celia Escudero. En razón de la importancia y su utilidad para quienes se interesan por estos temas, se publica en este blog.
El Pueblo de Dios alaba al Padre por la Salvación
Por Celia
Escudero
En la Eucaristía la Iglesia
celebra, expresa y vive su necesidad de dar gracias a Dios por Cristo y el
Espíritu. El dar gracias se expresa a través de la alabanza, actitud y
sentimiento que impregna el momento central y fundamental de la celebración
eucarística.
La primera parte de esta oración es el Prefacio, una bendición dirigida a Dios Padre, que recuerda distintos aspectos de la historia de salvación obrada en Cristo. Esos aspectos, que aparecen en distintas fiestas litúrgicas, dan origen a unos ochenta prefacios. Esta oración termina con
El momento que sigue comienza invocando al Padre para que por medio del Espíritu Santo santifique los dones del pan y del vino y los transforme en el Cuerpo y
Lo que llamamos momento de la consagración, se da dentro del relato de la última cena, a través del cual se renueva y hace presente hoy, el acontecimiento salvador que relata. Las palabras de Jesús “Hagan esto en memoria mía”, indican que ante nosotros, en la fe, no solo se recuerda, también se actualiza, se hace presente el Misterio Pascual de Cristo. Este momento, llamado memorial, hace presente de modo sacramental el misterio que celebramos. Por eso nosotros, los que conformamos la asamblea allí presente, respondemos con una aclamación “anunciamos tu muerte…”, a través de ella conmemoramos un pasado salvador que se hace presente en ese momento sacramentalmente y nos proyecta al futuro que nos plenificará en nuestra pascua personal a la hora de la muerte y a toda la creación en la segunda manifestación del Señor al final de la historia.
A continuación se expresa la comunión de
Esta gran alabanza a Dios termina glorificando al Padre por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo. Se la denomina doxología final, porque los fieles alabamos la doxa o gloria, propia de Dios al responder con un Amén a la aclamación del sacerdote.
La actitud en nuestra participación en
La Plegaria Eucarística es el momento más importante porque en el se nos manifiesta y ofrece la salvación, que de acogerla, compartirla y alegrarse en ella, se hace efectiva para cada uno de nosotros. Por eso, nuestra participación es a través del silencio que admira, escucha, acoge lo que se proclama, cree y se goza en la fe.
(Fuente: San Pablo - Revista on Line)
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