¿Conoces el origen de la oración del Santo Rosario? Lo que sigue te ayudará a conocerlo mejor y a rezarlo con mayor devoción.
La formación del Santo Rosario no es tan clara en
cuanto a su origen. Es antiquísimo el uso de numerar las oraciones con
granos o cuentas tanto entre los cristianos como entre los paganos. En
el s. IV el monje Pablo solía contar sus Padrenuestros con piedrecitas.
El uso del rosario se hizo común en el s. XV, después de la propagación
de la devoción del Rosario. Para algunos su origen es producto de una lenta
evolución. Comúnmente se presenta a Santo Domingo como quien recibió
esta oración de manos de la Virgen María. De hecho, la Virgen en sus
apariciones, la Iglesia a través de sus pastores y la historia de los
santos (que siempre lo rezaban diariamente), demuestran que es del
agrado divino que se rece el Rosario.
La
primera parte, que es una alabanza a la Santísima Virgen María, la
componen las palabras de salutación del Arcángel Gabriel
el día de la Anunciación (Lc 1,28), y las de la santa Isabel el día de
la Visitación (Lc 1,42). La Iglesia a añadido a estas salutaciones los
nombres de María y Jesús.
Los dos saludos reunidos
con la inclusión del nombre de María (aun falta el de Jesús) se
encuentran como oración colecta del cuarto Domingo de Adviento, en el
antifonario de San Gregorio (muerto en el 604). Probablemente, el uso de
repetir a María Santísima los dos saludos reunidos se remonta al menos a
un siglo antes, ya que se encuentra en la más antigua liturgia
antioquena, la de Santiago. El nombre de Jesús aparece por primera vez
en el s. VI. Al repetir a María la salutación del Arcángel junto con las
bendiciones de santa Isabel tratamos de gozarnos con ella por los
singulares privilegios y dones que Dios le concedió con preferencia
sobre todas las creaturas y bendecimos juntamente y damos gracias a Dios
por habernos dado a Jesucristo por medio de María.
La segunda parte del Ave María está compuesta en tiempos
relativamente recientes. Parece que se debe al primer período
franciscano (s XIII) el uso de añadir, a las palabras de alabanza de la
oración colecta de San Gregorio, una invocación pidiendo su ayuda a la
Virgen Madre de Dios. La forma actual se encuentra usada en distintos
lugares hacia la mitad del s. XV; fue adoptada posteriormente por el
papa San Pío V en su edición del breviario (libro de oraciones de los
religiosos) en 1568, y desde entonces se fue haciendo de uso común. Con
la segunda parte del Ave María pedimos a la Virgen su materna
intercesión por nosotros en el curso de nuestra vida y especialmente en
la hora de la muere, donde esperamos la Santísima Virgen nos asiste y
nos alcance de Dios la gracia de la perseverancia final, es decir, de
poder morir en gracia e ir al cielo a gozar eternamente de Dios.
A muchos de nuestros hermanos separados
les es difícil aceptar el rezo del Santo Rosario por algunos motivos muy
concretos que uno debe tener en cuenta cuando conversa con ellos: no
creen en la intercesión de la Santísima Virgen María por nosotros (ni en
la de ningún otro santo, culto que ellos consideran, erróneamente y en
contra del mismo querer de Dios, idolátrico); no aceptan que María sea
Madre de Dios al ser Madre de Cristo (de hecho, muchos de ellos no
aceptan la Divinidad de Nuestro Señor); y no creen que la Iglesia puedan
realizar actos de docencia, es decir, enseñar a los cristianos cómo
deben rezar, ni nada que se le parezca, olvidándose que fue el mismo
Jesús quien les mando a los Apóstoles que enseñasen a las gentes y que
confirmasen su fe, dándoles una autoridad tal que la equiparó a la de
Dios ('Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el
cielo' Mt 18:18).
Hay que tener presente también
la excelencia del Santo Rosario, que es una fuente de gracias para el
que lo reza con devoción y amor. Uno va considerando, en el transcurso
de los padrenuestros (oración enseñada por Cristo) y avemarías (oración
también tomada en su primera parte, como vimos, de la Sagrada
Escritura), los misterios más excelentes de la vida de Cristo y de
María, dándose que no hay otra oración más bíblica que esta. Además en
casi todas las apariciones de la Virgen, Ella pide que los hombres recen
todos los días el Santo Rosario, prometiéndole el cielo al que así lo
haga. También los Papas han mostrado la excelencia de esta oración al
conceder muchas indulgencias al que lo rece. Por todas estas cosas nos
damos cuenta de la importancia del rezo del Rosario, y no podemos menos
que hacernos el propósito de rezarlo y de motivar a los otros para que
lo recen también. No hacerlo es privarse absurdamente de un sinfín de
gracias y de la materna protección de María.
(Fuente: El teólogo responde)
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