La iconografía religiosa nos muestra cómo se fueron comprendiendo, en distintas etapas, los misterios de la fe y fueron siempre ayudas de gran valor catequético. Su finalidad no se extiende solamente a una simple valoración puramente artística, sino que son medios a través de los cuales el cristiano puede elevar su pensamiento a Dios
En el díptico de Munich, siglo
IV, un precioso relieve sobre marfil, la Ascensión es
representada en dos escenas complementarias. Abajo está la visita de las
mujeres junto al sepulcro vacío. Arriba la subida de Jesús al cielo. La
ejecución es de una gran calidad artística. Aunque puede parecer una
representación de la resurrección, es interpretada como la escena de la Ascensión. En
esta época se nota la influencia de los escritos apócrifos sobre el arte
cristiano.
Otra representación, esta vez en un manuscrito, nos
sitúa en el año 586. Es obra del monje Rabula, que la realizó en el monasterio
de san Juan de Sagba, en Mesopotamia. Se conserva en la biblioteca de
Florencia. Es una espléndida manifestación del arte en Siria, en tiempo de
Justiniano en Constantinopla, muy próximo al estilo de la capital del imperio
bizantino. Estamos lejos de la escena de Jesús arrastrado por los ángeles. Aquí
aparece rodeado de cuatro ángeles, dos de los cuales están en actitud de
adoración. Cristo, en el aire, está sostenido por las alas de serafines, entre
los que se combinan los símbolos de los cuatro evangelistas. La diferencia
mayor entre ésta y la representación de santa Sabina, sería la animación que
aquí ofrece la escena, mientras que en el primer caso parece inerte.
Por último, una representacón pictórica de las
catacumbas de san Javier, en Nápoles, nos presenta una imagen de gran fuerza
juvenil. El fresco del interior del arcosolio, representa a Cristo imberbe,
vestido con una túnica, y entre los pliegues se dejan ver las piernas del
Señor. Toda la escena aparece como flotando. La cabeza esta rodeada por un
nimbo cruciforme. La figura manifiesta una fuerza y novedad sorprendentes. Ha
surgido el tipo que va a prevalecer en el futuro. Los ángeles han desaparecido.
Cristo ya no es arrastrado, ni siquiera de la mano que sale de la
nube. Se trata ya de una verdadera Ascensión. Cristo sube al
cielo sin necesidad de ninguna ayuda.
Hemos podido ver una evolución en tres fases. En el
primer caso Cristo arrastrado por ángeles, a la mitad del monte. Después es
llevado triunfalmente por manos de ángeles. Ahora sube al cielo por su propia
virtud.
Una visión global de los orígenes y evolución de la
fiesta de la Ascensión,
lleva implícitos unos conceptos muy útiles para la comprensión del año
litúrgico. En primer lugar es de sumo interés darse cuenta del significado
profundo de la primitiva tradición, unificada por el núcleo central del año
litúrgico, el misterio pascual. La unidad indisoluble del «sagrado espacio de
los cincuenta días» pone de relieve una concepción sacramental, por encima de
la histórica de conmemoración, desconocida de las comunidades cristianas de los
cuatro primeros siglos.
No carece de interés notar como el cambio profundo
operado, hacia una visión más historicista del año litúrgico, matiza de otra
manera la sacramentalidad del año litúrgico para el futuro. La acentuación
progresiva hacia la historización de la fiesta, podría conducir a celebrar
meros aniversarios, de una manera no demasiado distinta de cómo podría ocurrir
aun prescindiendo de la fe.
Las representaciones artísticas del misterio
celebrado, son imágenes de la fe que van más allá de puras ayudas catequéticas.
Son una evocación del misterio más en conexión con la
celebración. De este tronco común de las representaciones de
los primeros siglos, derivarán después dos líneas que marcarán dos concepciones
distintas, la oriental, más sacramental y la occidental más nocional.
Pueden observarse unos elementos populares concomitantes
que son capaces de generar la fiesta litúrgica. Merecen especial atención la
manera cómo la celebraba la comunidad de Jerusalén, en razón del privilegio
único de su ubicación en los sagrados lugares. No son ajenas a esta
creatividad, otras costumbres populares nacidas a raíz de la fiesta, como la
antigua bendición de las habas, de la que aún quedan restos en el sacramentario
gelasiano.
(Fuente: Conoceréis de verdad.org)